Teatro
Teatro: "Los perros", del argentino Nelson Valente
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los perros es la obra icónica de Elena Garro sobre la condición de una madre y una hija en el ámbito rural y la normalización del secuestro. Los perros de Nelson Valente es una comedia ácida que cuestiona a una clase social acomodada al preguntarse si quieren seguir viviendo como lo han hecho hasta ahora o es necesario un cambio de rumbo.
Con habilidad humorística, el autor provoca la risa en el espectador al ver reflejadas dinámicas familiares; por lo insulso de las conversaciones, el protagonismo masculino y ese deseo de romper con todo y volver a empezar.
Producida por Hanna Berumen e Ignacio Riva Palacio, Los perros nos hace reír para no llorar, para no enojarnos por la reproducción de roles y esa dificultad de entablar vínculos sinceros y receptivos; el quedarse en el mismo lugar por miedo a cambiar.
Es el cumpleaños de Laura y se lo están festejando, a pesar de que a ella no le gusta festejarlo. Su esposo y los padres de su esposo, la acompañan en una celebración que odia y donde el padre ha tomado el micrófono para rellenar los silencios, o impedir que haya espacio para que los otros hablen.
En Los perros, dirigida por Cristian Magaloni, las dos parejas representan dos generaciones y dos momentos de una relación. El padre y la madre son una relación vieja, donde la madre se ha resignado a aceptar la ceguera del padre. Lo escucha y repite lo que él dice una y otra vez en cualquier reunión; ya no le cree ni le importa lo que a él le importa. Asume su condición protestando constantemente, pero sin intenciones de mover las cosas de su lugar.
El padre es inconsciente de todo lo que ocurre a su alrededor y él ciegamente habla y habla, cuenta y cuenta hasta que se ve obligado a reaccionar apenas un poco, al final del drama. Paloma Woolrich y Sofía Álvarez alternan funciones para representar a la madre, y en la función donde Paloma la interpretaba, su presencia fue brillante. Desde la minimización del personaje, la actriz crea su fuerza y con un buen ritmo humorístico contrapuntea el poder del personaje de su esposo; le da un carácter simpático a su personaje que, desde la marginación, se posiciona.
Emilio Guerrero como el padre, cumple con la función de interpretar a un pesado personaje, que con desfachatez nos lo hace insoportable; su indiferencia por el entorno y la obsesión circular por sus temas, crea una antipatía que no deja de ser empática para ciertos espectadores.
Paula Watson e Ignacio Riva Palacio son los actores que interpretan a la pareja joven. En ellos no se ha apagado la llama del amor pero está corroída por las convenciones sociales y la cotidianeidad que exige el sistema económico en el que viven. Ella, en la primera parte de la obra, se ha mantenido en silencio tratando de comprender y contenerse, pero llegado el momento, cuando el padre sumerge en el pastel su rostro sin su consentimiento, desata su rabia por ella misma y por lo que ha tenido que aguantar.
Paula Watson maneja con habilidad estos dos momentos polares, al igual que Ignacio Riva Palacio (alterna con José Ramón Berganza) que con capacidad expresiva, reflejan ese querer quedar bien y después explotar, ella desde la rabia y él desde la sobrevaloración. Porque en este sistema patriarcal, si bien el esposo inicia con gran condescendencia, luego convierte su estado en un gran malestar y egocentrismo. No le importa lo que su mujer sienta, ni lo que a ella le esté pasando, sino lo que a él le afecta, el saberse menos de lo que él creía significar en la vida de ella, a la cual se le invisibilizan sus sentimientos para centrarse en su ofuscamiento y en la incomodidad que provoca el que ella sea capaz de rebelarse y confesar su insatisfacción. Él también gira, pero desgraciadamente, el autor no da alternativa, pues uno quisiera un final feliz, como en las comedias.
Los perros es una obra atractiva e irónica que, en progresión, hace reír al público a carcajadas; ver la otra cara de la moneda, la de los buenos modales y las apariencias, en una reunión familiar donde las jerarquías se reproducen y la superficialidad impera. Se presenta los miércoles y jueves en el Foro Shakespeare.