Teatro/De este lado

“Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bross”

Una gran experiencia; un teatro diferente, con mucha imaginación y atrevimiento; que te obliga a estar activo y participar no sólo individualmente sino con otros, ya sea viéndolos jugar, jugando en solitario o con una colectividad.
sábado, 22 de febrero de 2025 · 08:41

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Hasta en el título, Richard Viqueira es irreverente. Con su espectáculo participativo a partir de máquinas de videojuegos, nos vemos las caras y nos relacionamos con máquinas vivientes, a las que le pones una moneda y un muñeco humano nos habla, nos da indicaciones, opciones, respuestas y formas de participar.

Nos reta incluso a momentos o nos hace reflexionar. Se suelta la boca y nos cuenta o nos habla de diferentes formas y distintos temas. Preguntas o respuestas que se ponen en juego. Es un juego y nos divertimos; también nos desconcertamos y nos quedamos en medio de los juegos preguntándonos qué hacer; mirando a qué juego entrar o de qué juego rehuir. Son maquinitas con un personaje adentro que cambia de forma, de juego y de dinámica. Puras sorpresas que nos inquietan, y sólo queda dejarse llevar.

Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bross juega con nosotros, sí, y nosotros jugamos ahí. No se sabe quién domina, pero por lo general es el juego, efectivamente, el que nos marca el rumbo, da opciones, como los caminos que se abren cuando tenemos que tomar decisiones; pero son decisiones acotadas, una libertad a medias que no se sabe si uno escoge o ya las cosas están dadas.

En un dispositivo escénico ingresa un número limitado de personas. Al inicio nos comunican las instrucciones y nos dan unas cuantas monedas. Entramos a ver qué y cambiamos una y otra y otra vez de juego. Nos preguntan nuestro sexo, inclinación y deseos de ser; con nuestras respuestas el muñeco humano se activa y obedece nuestra elección; contar chistes, decir albures, cantar una canción, hacer un streap tease o recibir un beso o una caricia. En otros juegos nos involucramos en un crimen y nos acosan con preguntas y nos activan la memoria y nos morimos de risa al sentir que podemos ser culpables de un crimen o el otro lo podría ser.

Es un teatro inmersivo, participativo, espectáculo, juego, un divertimento en el que nos involucramos, y cada tanto los juguetes se suspenden para hacer un descanso y un baile o secuencia de acciones, no tan bien resueltas, suceden.

Los actores son energéticos, propositivos y a veces invasivos. Nos alteran y nos cuestionan esa pasividad con la que solemos andar. Es un acontecimiento atractivo escénico realizado con mucha imaginación.

Asombran las líneas anecdóticas o de trabajo que se construyen según cada opción que elige el jugador. Richard Viqueira, el autor y director, lo ha diseñado y seguro se auxilia de la improvisación y el trabajo sobre líneas dramáticas que cada actor requiere desarrollar. Sobresale Valentina Garibay con su arrebato y empuje; ingeniosa y provocadora.

Todos los actores tienen fuerza, energía y entrega: Nane Aguilar, Ana Corti, Omar Adair, Pastor Aguirre, David Blanco, Ángel Luna, y a momentos el autor. Están insertos dentro de un mecanismo que gira y gira hasta el momento final donde todo explota, se encueran unos, agreden otros con su cuerpo y festejan ese fin de juego o esa liberación del funcionar. Un sentido confuso el final.

Con la propuesta parecieran abrir preguntas sobre el dominio de la máquina humana sobre el insignificante jugador que a la vez es primordial, pues sin él la máquina no se activa ni sigue adelante. Hay juegos de cuerpo a cuerpo, de lucha y baile. Somos ese Mario Bross que salta obstáculos y que cae también. Finalmente somos aprisionados por las reglas, obligados a actuar de tal o cual manera a responder tal y tal pregunta. Dominados finalmente, con muy poca libertad.

Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bross ha tenido varias temporadas, desde su estreno en el 2021, y ahora está por concluir temporada en el Foro Antonio López Mancera en el Cenart. Una gran experiencia; un teatro diferente, con mucha imaginación y atrevimiento; que te obliga a estar activo y participar no sólo individualmente sino con otros, ya sea viéndolos jugar, jugando en solitario o con una colectividad.

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