Teatro
Teatro: "Medealand", otra forma de observar el mito
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición a partir de este mes se volvió mensual, publicarán en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Libros).CIUDAD DE MÉXICO (apro).-El lugar donde habita Medea es su propio laberinto; el de su mente, aquél al que la han expulsado. Un universo cerrado del que quiere escapar; un hospital psiquiátrico al que la autora Sara Strindsberg (Suecia, 1972) la ha confinado para volver a vivir ese doloroso pasado de desamor, traición y asesinato.
Ariadna le dio la llave a Teseo para salir del laberinto y la abandonó en Naxos. Medea dejó todo por Jasón y también fue traicionada. Era hija del rey de la Cólquida y de la ninfa Idía; era sacerdotisa y hechicera. Ayudó a los argonautas a obtener el vellocino de oro y escapó con ellos. Llegó a Corinto, se casó y tuvo dos hijos, pero a Jasón le interesaba el poder y acordó con Creonte, el rey, casarse con su hija. Creonte desterró a Medea y ella se quedó sin patria y sin amor.
Es en este espacio intermedio donde está Medea recordando su pasado y reviviendo los momentos que marcaron su vida y queriendo reconstruirla. En la puesta en escena de “Medealand”, dirigida por Esther André González, se evoca a la patria como un mar, ese mar que en la obra de Eurípides separa los dos países, el de la infancia y el de la edad adulta. La tierra de Medea es espacio entre dos tierras que la autora presenta de una manera fascinante, y la directora recrea enriquecedoramente en la escenografía diseñada por Kristos Konstantellos y la iluminación de Patricia Gutiérrez. Desde un espacio aséptico, hay mar, video y juego con el tiempo y la mente.
La directora escenifica el rompecabezas mental que plantea Sara Strindsberg. La reconstrucción del pasado es fragmentada, y el estado de desesperación de la protagonista trae y expulsa de su memoria lo que está viviendo en el presente en un hospital psiquiátrico. Quiere y no quiere recordar el asesinato que cometió contra sus hijos, quiere permanecer y no ser desterrada. Su madre la impulsa a respetar las leyes, a adaptarse, a rendirse. Creonte la tortura e inflexible la condena al destierro, a quedarse sin un lugar donde vivir. Medea protesta por su condición de migrante y por haberle quitado sus derechos. Clama justicia y se rebela.
En este espacio en blanco se encuentra con la doctora (pudiendo representar a una diosa), la enfermera y los hombres que la condenan. Medea va recorriendo las etapas que la llevaron al asesinato de sus hijos para después sentirse liberada aunque con el corazón roto. El dolor y la ira se entremezclan en este personaje mítico que pone en la mesa de la discusión la maternidad y la definición de las mujeres a partir de esta condición.
El universo que Medea trae a este espacio simbólico es encarnado por actores de primer nivel como Paula Watson (interpretando con energía e intensidad el drama de la protagonista), Juan Carlos Remolina, Clarisa Malheiros y Assira Abate, entre otros.
La gran fuerza de Sara Strindsberg es hacer que esta Medea milenaria sea absolutamente contemporánea. Aborda el mito desde la intimidad del personaje, observa la otra cara de la moneda y comprende su drama, la encrucijada en la que se encuentra y las implicaciones de su condición. Se pregunta si sufre más por su amor burlado o por su condición de extranjera. La ira de Medea proviene del rechazo de Jasón, pero también del rechazo de un país que la expulsa. Sara Stridsberg desnuda, con ausencia de patetismo, y obliga al espectador a confrontar la verdad del mundo.
“Medealand”, que se presenta en el Foro Sor Juana de la UNAM, es una emocionante mezcla de violencia y poesía. Inmersa en un universo onírico convertido en pesadilla y trascendencia, nos permite observar el mito desde del punto de vista femenino y no del tan sabido patriarcado.