Teatro/De este lado

Teatro/De este lado Oaxaca en el Cervantino

El convite es un desfile tradicional que invita a la concurrencia a la fiesta, en este caso, a la inauguración del Cervantino que arrancaría en la Alhóndiga de Granaditas, con la icónica Guelaguetza.
viernes, 25 de octubre de 2024 · 15:31

GUANAJUATO, Gto. (Proceso).- La sensación fue el desfile que los artistas oaxaqueños de la Guelaguetza realizaron por las calles de esta ciudad. Un recorrido festivo y alucinante con bailes, máscaras y mucha música.

El convite es un desfile tradicional que invita a la concurrencia a la fiesta, en este caso, a la inauguración del Cervantino que arrancaría en la Alhóndiga de Granaditas, con la icónica Guelaguetza. Desfilaron todas las delegaciones que participarían en ese evento y recorrieron las calles grupos musicales con tubas, tamboras, platillos y trompetas; mujeres danzando con preciosos vestidos bordados con flores, y collares dorados colgando de su cuello. Penachos de pluma, mojigangas, castillos pirotécnicos, diablos con máscaras hechas con cabellos y cuernos de animales, y un sin fin de música y bailes que alegraron por más de tres horas la ciudad.

Con variados elementos originarios de Oaxaca, Alberto Villarreal, director y dramaturgo, y Luis Villalobos, actor y artesano, presentaron el espectáculo Torno y retorno ocre quemado con una propuesta visual muy rica, utilizando objetos tradicionales de Oaxaca. Máscaras hechas de alambre o de papel maché, una alta mojiganga representando a la muerte, castillos de pirotecnia custodiando un torno de pateo, una tuba, un penacho de plumas de Villa de Zaachila, y muchas más cosas dando una estética artística al espacio escénico. El círculo utilizado como uno de los elementos primordiales con los que el escenógrafo Jorge Lemus juega en el escenario; círculos luminosos blancos, rosas o azules que el actor va situando junto a llantas negras o al mismo torno que, al colocarlo verticalmente, gira y gira como los círculos que se utilizan en las fiestas pirotécnicas.

Aunque los creadores no son originarios de Oaxaca, antes de la pandemia fueron allá buscando talleres donde convertirse en aprendices de artesanos; así, parten de este oficio y de este espacio -cuya materia prima es el barro- y lo integran al espectáculo. Desde ahí cuentan la historia de un joven con una vida truculenta y que el dramaturgo no plantea como víctima sino como un niño canijo y un joven cabrón, que sale de su pueblo después de haberle disparado a su madre e instalarse en Los Ángeles, en la casa de su primo que lo maltrata pero del que escapa después de haberle echado a la lavadora su computadora.

La historia que narran Luis Villalobos y Antonio Villarreal está llena de aventuras, siempre llamativas, que buscan su particularidad.  Es un migrante, pero no cualquiera; regresa a enterrar a su padre y se vuelve granadero, porque la vida lo ha llevado por ahí, y participa en la represión en Nochixtlán del 19 de junio del 2016, aquella masacre en donde el pueblo todavía reclama justicia. Se oculta por un año en un hotel, agotando sus ahorros, y regresa al taller donde aprendió a usar el torno de pateo. Su vida es ruda, y Alberto Villarreal hace un recorrido con imágenes poderosas y un lenguaje realista y metafórico, directo y poético, fuerte y tenaz.

El actor sostiene la obra como monólogo y es hábil en el manejo de los objetos con los que va llenando el escenario; el tono se mantiene alto casi todo el tiempo y falta ese matiz y contraste; pero la intención pareciera ser una historia intensa de principio a fin, que nos mantiene atentos, atadas (sic) a sus decires, condenadas (sic) a escucharlo y sorprendernos de esa vida desmitificada del artesano; de esa vida colorida y triste, a la vez. Una propuesta escénica abundante, repleta de historias e imágenes, con las que tocamos la realidad de un oaxaqueño trashumante, aguerrido y perspicaz que se enfrenta a la muerte sin miedo y nunca pierde su orgullo.

El Grupo Teatral Tehuantepec se presentó en este Cervantino con una obra de Marco Petriz, que escribe, dirige, y actúa junto con la actriz Gabriela Martínez. Otro día de fiesta es una adaptación hecha por Luis Enrique Ortiz Monasterio de Fin de fiesta, de Petriz. Ambos actores se entienden estupendamente en escena y nos deleitan con una obra que aborda el tema de los muxe -a los que algunos denominan como el tercer género.

Un hombre que, vestida y ataviada con la falda y la blusa tradicional del Istmo de Tehuantepec, le cuenta al público sus doloridos amores y su relación con una mujer borracha con tres hijas a las que quiere. Ambos, sentados en una banca frente a los espectadores, parece que hablan entre ellos, pero en realidad no, y lo vamos descubriendo poco a poco cuando nos percatamos que la muxe ya no está y ha venido a visitar a Concha, excelentemente interpretado por Gabriela Martínez.

Es un juego dramatúrgico capaz de crear la sensación de un diálogo entre ellos, sin serlo. Se repiten palabras, frases y sucesos desde dos puntos de vista y se va potenciando la perspectiva de la realidad. Con sentido del humor y sensibilidad, las dos historias son vitales y dolorosas. Los autores comprenden bien a la muxe y es el personaje más querido. La mujer es la borracha, la que maltrata a la muxe, la que se aprovecha de él, la que engaña para su beneficio, para su irremediable alcoholismo; un personaje criticable para el espectador, con pocas cualidades o casi ninguna, en comparación con la bondad y sacrificio desinteresado del muxe hacia sus hijas; una visión masculina, donde la mujer queda bastante mal parada aunque al final se arrepienta.

Otro día de fiesta es una obra con gran sensibilidad y una emotiva crítica a la condición de lxs muxes en Oaxaca, en contra del mito de ser personas bien recibidas por la comunidad. Un trabajo que muestra la violencia y el desprecio que pueden vivir y reivindica a un grupo importante en la conformación social del Ismo.

Marco Petriz, director fundador del Grupo Teatral Tehuantepec, es un creador fundamental para nuestro teatro que ha sorprendido con sus propuestas en espacios no teatrales, el rompimiento de la cuarta pared y la integración del público a sus obras. Un dramaturgo y director que profundiza en las condiciones que vive su comunidad y reivindica su identidad.

 

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