ARTE
El pintor de las “Brujas” en el MAM
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición es mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).CIUDAD DE MÉXICO (apro).– Programada para terminar el mismo día que llega a su fin la semana ferial del arte en la Ciudad de México –el domingo 11 de febrero–, la exposición “Oswaldo Vigas. Mirar hacia dentro” que se presenta en el Museo de Arte Moderno de esta capital, si bien sobresale por la excelencia y vigor pictórico de las obras que exhibe, también desilusiona por la parcialidad y falta de originalidad de su concepto curatorial.
Reconocido como uno de los artistas latinoamericanos que asumió su identidad mestiza vinculando estéticas del arte moderno con alusiones a las culturas originarias de su propio país –a diferencia de otros que, como su compatriota Carlos Cruz Diez (Venezuela 1923-Francia 2019) desarrollaron propuestas abstractas sin referencias localistas–, Oswaldo Vigas comprueba la importancia que tiene actualmente la construcción profesional de valor artístico. Una actividad que ha asumido con éxito la fundación que con el nombre del artista, dirige su hijo, el cineasta Lorenzo Vigas.
Creada en 2010, cuando el pintor tenía 87 años, la fundación ha fomentado la promoción de su obra colaborando en exposiciones, publicaciones y, en 2023, con la presencia en línea de un excelente catálogo razonado que abarca toda su trayectoria creativa, desde 1940 hasta 2014. Organizado a partir de imágenes que contienen, cada una, referencias a exhibiciones y textos, el catálogo es un gran apoyo para el estudio, interpretación y comercialización del artista.
Oswaldo Vigas nació en 1923 y murió también en su país en 2014. Pertenece a la generación de artistas que, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX, fueron definidos y diferenciados por el mercado y la historiografía del arte bajo el ambivalente término de arte latinoamericano. Formados en su tierra natal y con largas estancias en Europa, especialmente en Francia, los artistas provenientes de Latinoamérica adquirieron en esos años una identidad artística colectiva que ha sido tan positiva como negativa. Con lenguajes diferenciados entre internacionalistas y aquellos con referencias a imaginarios regionales, Vigas forma parte de estos últimos, al igual que el mexicano Rufino Tamayo, el cubano Wifredo Lam, el peruano Fernando de Szyszlo y el chileno Roberto Matta.
Curada por el venezolano Carlos Palacios, la muestra “Oswaldo Vigas. Mirar hacia dentro”, concentra su narrativa en las vinculaciones poéticas con imaginarios prehispánicos y africanos que tiene el lenguaje pictórico del artista.
Emplazada entre objetos de estas culturas que pertenecen a la colección del creador e imágenes fotográficas vinculadas, la muestra plantea un recorrido por la obra realizada desde los años 40 hasta su muerte, integrando piezas de los artistas antes mencionados.
De sus emblemáticas “Brujas” inspiradas en las fascinantes esculturas prehispánicas denominadas Venus de Tacarigua, se exhibe sólo una, “Bruja infante” de 1951. También de esa época se incluye la importante pintura “Yare”, en la que el pintor decanta las formas picudas de las máscaras que se utilizan en la festividad religiosa de los diablos danzantes de Yare. Dos piezas en las que se evidencia el vigor expresionista de poética “outsider” (marginal o brut) del gesto pictórico de Vigas.
A lo largo de su trayectoria, el vocabulario que desarrolló no se limitó a la figuración, y las referencias a poéticas modernas como el cubismo, la pintura metafísica, el surrealismo y, sobre todo, distintos tipos de expresionismo, caracterizan su propuesta. Y aun cuando la exposición acota su narrativa a referencias localistas, en las piezas se develan estéticas del Grupo Cobra, del Art Brut de Dubuffet y de estéticas del expresionismo norteamericano.
Dividida en tres secciones que responden a los títulos de “En búsqueda de lo primitivo”, “Mirar a Venezuela” y “Latinoamérica y lo local: tiempo de mitos y magias”, la muestra, si bien repite el estereotipo de considerar a América Latina como un territorio mágico y fantástico, también ofrece una propuesta pictórica de excelencia internacional.