Teatro

Teatro: José Agustín en la escena

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición es mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
jueves, 18 de enero de 2024 · 10:18

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El pasado 16 de enero murió en Cuautla, Morelos, el escritor mexicano José Agustín (1944). Su pluma veloz y colorida retrató a la juventud de su momento y encontró en la novela su mejor lugar de expresión.

En el teatro y en el cine exploró historias y estructuras, pero en su mayoría no trascendió. Escribió tres obras para la escena: Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6 fue montada en 1970 por Adam Guevara, como su novela Abolición de la propiedad (1969), escrita a los 25 años y que luego adaptó al teatro. En 1972 realizó Círculo vicioso, dirigida por él mismo.

En cine hizo un par de adaptaciones, como la novela El apando de José Revueltas, a quien conoció cuando estuvo en la cárcel; La viuda de Montiel de Gabriel García Márquez; de su autoría y dirección; Ya se quién eres (te he estado observando); y escribió, junto con José Buil, Ahí viene la plaga.

Fue reconocido con el Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón en 1993 y el Nacional de Ciencias y Artes en 2011. Ese mismo año compartió el reconocimiento de la Medalla Bellas Artes con Vicente Leñero, con quien había trabajado en los sesenta en la revista femenina Claudia, y después en Revista de Revistas del diario Excelsior. Como símbolo de su amistad, el día de la premiación intercambiaron medallas, bromearon y sonrieron a la cámara, según refirió Roberto Ponce en el semanario Proceso (21 septiembre de 2011).

José Agustín, líder de la “literatura de la onda”, tenía un gran arrojo e ingenio narrativo. En teatro se lanzó hacia lo experimental, no sólo en el lenguaje sino en la resolución escénica. Abolición de la propiedad, como consignó el investigador Juan Bruce-Novoa (San José, Costa Rica, 1944-California, EU, 2010), es una obra que usa la multimedia, integra un circuito cerrado de televisión, se reproducen voces a través de una casetera, se proyectan imágenes y se incluye en la escena a un grupo de rock.

La historia de la novela parte de dos personajes opuestos ideológicamente que tienen que convivir pues esperan a sus anfitriones. Pasan de ser unos desconocidos a unos furiosos amantes. La obra la llevó al escenario en inglés un amigo suyo cuando daba clases en una universidad estadunidense, y en 1978 él mismo se lanzó a la dirección. En ella, comentó en entrevista, una misteriosa grabadora funciona como oráculo y reproduce las conversaciones futuras de dos jóvenes que recién se conocen y que con esas cintas se instalan en un tiempo mítico. En 1984 la dirigió Mario Alcántara y al año siguiente Luis Grimberg.

Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6 fue publicada en 1973 en una antología compilada por Emilio Carballido en Editorial Novaro después de haber sido llevada a escena. Trata del despertar sexual entre adolescentes donde el protagonista es tímido con una maestra que le atrae y osado con “su chava”.

Círculo vicioso es la más conocida e impactó tanto por el lenguaje como por el tema. Está inspirada en su experiencia en la cárcel de Lecumberri, donde estuvo encerrado durante seis meses. La escribió en 1972, un año después, y en 1984 publicó su novela autobiográfica El rock de la cárcel. A José Agustín se le acusó de posesión y tráfico de drogas por tener consigo una lata con marihuana y se le asoció falsamente con una banda de traficantes. Se cuenta que fue una trampa. Entonces tenía una relación sentimental con la actriz Angélica María, con quien filmó Ya sé quién eres, te he estado esperando (1971).

Círculo vicioso, que dirigió él mismo en 1972, trata de cuatro jóvenes que ingresan a la cárcel acusados de traficantes y buscan la mejor manera de salir pronto. El jefe del dormitorio les aconseja que uno de ellos se eche toda la culpa para que después sea más fácil para los demás. La pieza muestra la corrupción del sistema carcelario y la impartición de justicia. El censor anotó en su dictamen, aconsejando al “talentoso autor” que mejor reescribiera la obra quitándole las obscenidades y groserías que utilizaban los personajes, ya que eran una falta de respeto para el público.

Y sí, José Agustín faltó el respeto a los moldes y corsés literarios con su lenguaje procaz y atrevido, realista y coloquial de los jóvenes “de la onda” y la agudeza de su percepción, lo cual le valió ser considerado un gran escritor; un revolucionario de su tiempo.

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