Cultura

José Agustín: Ojalá estuvieras aquí

Esta es la crónica de una relación que se fue estrechando entre el escritor y un joven roquero, convertido con los años en poeta, músico, fotógrafo, editor y promotor cultural. En este homenaje de Anaya, tras la partida del creador de La Onda, repasa su aporte a la visión contracultural.
jueves, 18 de enero de 2024 · 05:39

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Mi última visita “bajo el volcán” (Cuautla) a José Agustín, ocurrió el 13 de noviembre de 2021, guitarra en ristre, con un par de vinos y mi pequeña colección de 10 libros para su firma, sesión que culminó con la interpretación de “Wish You Were Here” de Pink Floyd.

En ese video se le ve gozar, mientras me los firma.

Las charlas con José Agustín sobre música dieron comienzo en el Museo Carrillo Gil los primeros días de septiembre de 1985, aquel fatídico mes de los terremotos del jueves 19 y viernes 20 (el primero a las 7:19 de la mañana y el segundo por la noche), sismos que obligaron a dar por concluido anticipadamente el “Taller de crítica y apreciación del rock” al que me inscribí junto con otras plumas roqueras.

Yo tenía 22 y hoy 60. José Agustín venía los viernes a darnos las sesiones pero sólo hubo dos, por las mencionadas razones telúricas. Aun así, de ahí partió mi alegre amistad con él. Ese tono de cercanía que tenía su voz sencilla y rotunda, hicieron click con un estudiante de periodismo en la UNAM y “guitarro”, a la vez. Al concluir la segunda sesión del taller (12 de septiembre de 1985), me le acerqué y le dije que quería hablar de más discos y temas musicales; fiel a su infinita generosidad me dio su número (con Lada de Cuautla) que anoté y me aprendí para siempre. No lo pondré por aquí pero es un teléfono en “ostinato”, con repeticiones numéricas --y su familia sabe a qué me refiero.

Así comencé a llamarle después de los meses del terremoto para hablar de discos. Me recomendaba este y el otro, y yo trataba de sorprenderle con algunos más. Eran los años de Ultravox, Dire Straits, The Cure, la 4AD, Wax Trax, de Bauhaus y Echo & The Bunnymen, pero a mí me seguían gustando después de haber leído su libro “La nueva música clásica” muchos de los clásicos que después recopiló en “Los grandes discos de rock (1951-1975)”.

Con prólogo de Agustín

Esa amistad musical se combinaba por supuesto con la apertura lingüística, estética, temática y rítmica que significó para nuestra generación “contraculta” su literatura. Cada que salía una novela sentíamos la imperiosa necesidad de correr por ella y devorarla. Aunque todas son muy importantes, me inclino sobre todo por “Se está haciendo tarde (final en laguna); su volumen de cuentos “Inventando que sueño”; su crónica “El rock de la cárcel” y su ensayo seminal “La nueva música clásica” (la tengo en 2 ediciones), así como por “La contracultura en México” y “La tragicomedia mexicana”.

Con una invitación siempre abierta a visitarle (después, a visitarles) en su casa de Cuautla, lo cual ocurrió esporádicamente, nuestro acercamiento se acentuó cuando “Tino”, el menor de los tres hermanos Ramírez Bermúdez (Andrés, Jesús, José Agustín), comenzó estudios en el Cedart Diego Rivera de Bellas Artes.

Con Leticia Luna como su maestra de literatura, “Tino” y yo comenzamos a platicar y a ver que teníamos ese vínculo su padre y yo. En los años noventa mi banda los Restos Humanos Fieles Difuntos estábamos haciendo una música que algunos llamaron “combat rock” y él, con la “troupe”Salpa Máxima, puso el ingrediente escénico que ya había aportado antes el colectivo acrobático-dancístico Asaltodiario.

En esas colaboraciones que desde abajo pero con espíritu Fura dels Baus hacíamos desde la década anterior, yo con mi guitarra y voz al lado de muchos otros talentos fusionando música y literatura con teatro, danza, acrobacia y actitud punk antisistema, “Tino”, Andrea Peláez (Cirko D’Mente) y algunos otros artistas emergentes formados en Cedart se presentaron con los Restos continuamente. De ese modo y con un apoyo del PACMyC surgió la editorial escénica Ediciones La Cuadrilla de la Langosta, con Leti Luna como coordinadora general. En ese lapso, Tino diseñó la langosta que forma parte del logo de la editorial, publicó e ilustró en ella su volumen de relatos “Sueños de la muerte” (1997), y también otros libros de la editorial (lo continúa haciendo hasta la fecha).

Martínez Rentería, Castelán y Agustín. Foto: Especial

Algunos de esos experimentos artísticos de los Restos Humanos y La Cuadrilla con reivindicaciones sociales se plasmaron en la Redstirada, colectivo de colectivos de apoyo a los derechos de niños y adolescentes en situación de calle en la que coincidimos con la Juventud Antiautoritaria Revolucionaria (JAR) que después fundaría el Under, Real Under y La Pulquería de los Insurgentes. El Alicia, aunque también pudo haber sido parte de ello, pues originalmente La Cuadrilla surgió como parte de, nunca quiso ni reconoció el aporte que ofrecimos, ni tuvo esa visión de real incidencia social “en acción”. Pero esa es otra historia.

Hacia fines del siglo XX, el impacto del EZLN había modificado y trastocado las estructuras de la industria musical en México y comenzaban a narrarse otras historias de la periferia, fuera del “mainstream” y del “payoleo” cuya mención les encanta todavía hoy olvidar en los fallidos documentales como el que hace poco lanzó Netflix.

Estos temas los platicaba a menudo con José Agustín en nuestras llamadas telefónicas, pero sobre todo en nuestros encuentros en actos públicos en los que coincidíamos, como cuando actuó con la banda Real de Catorce en el Teatro Metropolitan junto a Magos Herrera y Horacio Franco, entre otros invitados, ya que yo formaba parte del staff del grupo del gran José Cruz. Además, reseñó para “La mosca en la pared” el disco “Penthouse subterráneo” de mi banda Restos Humanos (1999), con su franqueza de siempre.

Cuando tuve el borrador de “Neozapatismo y rock mexicano” (2000), aceptó hacerme el prólogo, muy replicado y comentado en su momento. El volumen, junto con su versión aumentada y en inglés “Rebel Soundtrack: Zapatista Music” (2013), logró generar fondos para comprar guitarras para las comunidades zapatistas rebeldes en Chiapas. Su generosidad se extendió a otros dos proyectos de ensayo musical de La Cuadrilla de la Langosta, brindándole prólogos a “Radiografía del rock en Guerrero” (2005), de Jaime García Leyva (también ilustrado por “Tino”) y a “El camino triste de una música: El blues en México y otros textos de blues” (2008), de Jorge García Ledesma.

En diciembre de 2003, tuvimos una participación conjunta en la presentación de “La noche mexicana” de Lawrence Ferlinghetti, en el Palacio de Bellas Artes, organizado por nuestro increíble y siempre añorado Carlos Martínez Rentería, y en la que coincidimos con Alberto Blanco, Sergio Mondragón, José Vicente Anaya, Juan José Gurrola, Juan Beat y por supuesto José Agustín en la mesa (sala Manuel M. Ponce), ante una atónita audiencia que pudo ver la conjunción de los poemas de Ferlinghetti, actuados y de pie, combinarse con la música que compusimos un trío formado por German Bringas, Lucas Molfino y quien esto firma.

En el 2004 el azar me puso al frente de la programación de la FIL Zócalo, y por supuesto, tratándose de que las ciudades invitadas eran Guadalajara y la nordestina Ceará (Brasil), se me ocurrió que había que poner el futbol al centro. La mesa inicial de la FIL fue una conversación en la que les tiré algunos “penaltis” literarios a Félix Fernández, a Juan Villoro y a Rodolfo “El Fatty” Navarro. Una emoción muy grande me dio ver llegar a José Agustín con Margarita a las 12 del día de un viernes al solazo del Zócalo ese octubre y presenciar la mesa. Estuvo de lo más divertido tratándose de maravillosas y elocuentes personalidades como Villoro y Félix. José Agustín seguiría con una charla hilarante, que siempre recordaré, sobre su literatura, como segunda mesa de la FIL.

Un poco después (también con Alberto Blanco y Sergio Mondragón), a instancias del incansable Martínez Rentería y de Roberto Castelán, rector de la Universidad de Guadalajara campus Lagos de Jalisco, nos fuimos a uno de los varios congresos de contracultura, dedicado a él, con Guillermo Fadanelli, Gerardo Enciso, Rocío Boliver, Rafa Saavedra (qepd), Heriberto Yépez y Fausto Arrellín. Nada mejor que las cantinas de Lagos (en otros años, con el gran “Negro” Guerrero) para darle relevancia a su obra.

Para ese congreso se publicó mi primera versión (hay 3) del texto “La música sanguínea de José Agustín”, en el volumen compilado por Rentería “José Agustín: Diez años por la contracultura” (2006), después recogida en otra obra de Carlitos y su revista “Generación”: “La cresta de la ola, Reinvenciones y digresiones de la Contracultura en México” (2009). La versión definitiva fue editada por la UNAM en el libro compilado por Carlos Huamán y Francisco Xavier Solé, “Imaginaturas en el tiempo: Los héroes en la ficción de La Historia” (2010). Ahí se llamó: “Un ‘soundtrack’ literario: La música sanguínea de José Agustín”.

Tres días después de alucinantes eventos, y de esperar a que se repusieran todos los demás de cada sobredosis de fiesta en ese Congreso de Contracultura, iniciaba la FIL Guadalajara, a donde fue a presentar su novela “Armablanca”, en la que reivindica a su gran maestro José Revueltas, con quien coincidió en Lecumberri a fines de los sesenta. Como no había redes sociales, pudimos viajar y platicar muy amenamente todo el camino en un taxi que nos llevó a Margarita, a él y a mí desde Lagos hasta la puerta de la Expo Guadalajara.

Retrató a toda una generación. Foto: Benjamín Anaya

A partir de 2008 impulsé la Feria Internacional del Libro Mexicano y Latino en Chicago, cuyo primer padrino-invitado fue Gustavo Sainz, y los segundos Román Gubern y Ana Castillo. Para 2010, invité a José Agustín, aunque desde 2009 había tenido el accidente en Puebla. Obviamente, en las llamadas desde Chicago, se súper emocionó, pero fueron francos Margarita y Andrés comentándome que no era prudente, pues se estaba deteriorando su estabilidad física.

Ya no pude acompañarle sino hasta 2021, aunque estábamos en contacto, pero cada vez menos disponible. Por la hermosa generosidad de Margarita, las coincidencias espontáneas y el “timing” correcto, me sorprendió mucho que el 13 de noviembre estaba de excelente humor, muy receptivo y platicador; además, llegué a buena hora (después de la comida); y bueno, cantamos temas de los Rolling Stones, Beatles, Bob Dylan, Neil Young y Pink Floyd, entre otros.

Termino con este recuento el ciclo de 4 décadas de abrazar y abrirme caminos, como estoy seguro lo hizo con muchísimas personas más; gracias a este jefe de jefes, a quien por supuesto le seguiremos dedicando “Wish you were here”: Ojalá estuvieras aquí. Gracias, maestro.reproductor image

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