Notas Culturales

Arte: Fernando Botero: mito y mercancía

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición a partir de agosto se volvió mensual, publicarán en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
viernes, 22 de septiembre de 2023 · 17:00

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Lo más interesante de la identidad artística de Fernando Botero se encuentra en la recepción que tuvieron sus obras. Repetitivas, simples y con un ambivalente humor que esconde la burla en la expansión del volumen corpóreo, sus pinturas y esculturas gozan tanto de un excelente mercado, como de una gran popularidad entre el público que gusta del arte sin profundizar en la propuesta creativa.

Sin embargo, en lo que concierne a la evaluación artística especializada, la obra de Botero no es tan exitosa. Y si bien tuvo numerosas exposiciones en museos de reconocimiento nacional en diferentes países –entre ellos el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México–, nunca contó con una retrospectiva de trayectoria consagrada en los recintos de prestigio e impacto global.

Dedicado desde finales de los cincuenta a la resignificación o paráfrasis de imágenes y temas tradicionales del arte occidental, su propuesta pictórica, después de sobresalir en la década sesentera por su originalidad y coincidir en los ochenta con los valores estéticos de la posmodernidad, se convirtió en la adaptación permanente de la fórmula plástica que lo caracteriza: hinchazón de volúmenes corpóreos, sensualidad visual de cromatismos sutiles, ambigüedad entre caricatura y verdad, resignificación de imágenes conocidas o de impacto coyuntural, y repetitividad permanente de su lenguaje.

Estructurada a partir de una poética hierática que enfatiza la ausencia de emociones en los personajes representados, su pintura aparenta una irreverencia crítica que se diluye en la amabilidad de la sensación óptica. Una doble moral que se mantiene inclusive en la confrontante serie "Las Torturas de Abu Ghraib".

Diferentes por el dramatismo que expresan rostros y cuerpos, este conjunto de 79 pinturas realizadas en referencia a la violación de los derechos humanos cometida por soldados estadunidenses en la prisión iraquí de Abu Ghraib, aun cuando se basa en las imágenes fotográficas que dio a conocer la revista The New Yorker en 2004, omite establecer referencias visuales que ubiquen la procedencia de las víctimas y sus victimarios. Un inteligente recurso que aprovechó la indignación y resonancia mediática de las imágenes, generando una obra que atrajo al escenario museístico sin comprometerse con la importante indicación de la nacionalidad de los protagonistas.

Nacido en 1932 en Medellín, Colombia, Fernando Botero, después de hacer ilustración y explorar la figuración de Picasso y de los muralistas mexicanos, y la abstracción del colombiano Alejandro Obregón, construyó su propia expresión resignificando valores estéticos renacentistas a través de representaciones en las que se filtraba una ironía ambivalente.

Don Niño bufón

Conocedor tanto del expresionismo norteamericano como del escenario mexicano, realiza en 1957 una interesante pintura que, bajo el título de Don Niño, bufón, recuerda el cromatismo de Tamayo, la deformación figurativa de José Luis Cuevas y los gestos pictóricos de los expresionistas.

A partir de entonces, sus personajes y representaciones se basaron cada vez más en pintores renacentistas que se caracterizan por la contundencia de sus volúmenes.

En 1958 pintó un interesante "Homenaje a Mantegna" en el que las figuras de enormes cabezas parecen esculturas pintadas, y en 1959 hizo la sugerente "Mona Lisa a los 12 años", un óleo de gran tamaño en el que la cabeza frontal y sonriente ocupa casi todo el lienzo.

"Camera degli Sposi (Homenaje a Mantegna) II"

En el transcurso de los sesenta, después de pintar escenas que representaban talleres de artistas tan famosos como Da Vinci con su Mona Lisa o Vermeer con su Muchacha con turbante, Botero empezó la hinchazón de sus figuras equilibrando el tamaño de la cabeza y el cuerpo, homogeneizando la expresión facial y cambiando el gesto pictórico por una textura tersa e inexpresiva.

Divertidas y vacuas, sus pinturas se expandieron a la tridimensión en los años setenta.

En cuanto a su mercado –con base en lo que señala el crítico y curador de arte colombiano Halim Badawi–, el incremento desmesurado de la cotización de sus piezas fue producto de las adquisiciones hechas por narcotraficantes durante los años setenta y ochenta.

Considerado como uno de los principales artistas latinoamericanos, Fernando Botero radicaba en Italia y falleció a causa de una neumonía el pasado viernes 15 de septiembre, a los 91 años, en Mónaco.

"Mona Lisa a los 12 años"

 

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