ARTE
Arte: “Joven gobernante de Amajac”: simulación
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición a partir de este mes se volvió mensual, publicarán en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).CIUDAD DE MÉXICO (apro).– La torpeza patrimonial y artística que caracterizó a la morenista Claudia Sheinbaum mientras estuvo al frente del gobierno de la Ciudad de México (5 de diciembre de 2018 al 16 de junio de 2023), quedó registrada simbólicamente en la escultura denominada “Joven gobernante de Amajac”, que el actual jefe de la capital del país, Martí Batres, develó el pasado domingo 23.
Emplazada a un costado de la ya emblemática Glorieta de las Mujeres que Luchan (en la exglorieta de Colón), a la altura del número 96 del Paseo de la Reforma (Colonia Tabacalera), la escultura agrede imaginarios pasados y presentes que inciden en la construcción de una identidad compartida.
Desde la perspectiva urbana, el volumen escultórico y su basamento generan una disonancia visual que altera el equilibrio paisajístico del anillo de circulación. En lo que concierne a la calidad contemporánea como espacio público, su ubicación y contenido no están diseñados para permitir y detonar usos y convivencias sociales; por lo tanto, es un espacio sin utilidad práctica. En cuanto a la escultura, como se basó en la copia alterada en sus dimensiones de la pieza prehispánica del mismo nombre, su valor como creación original o como obra de arte es totalmente nulo. Y por último, un aspecto lamentable en lo que se refiere a la identidad femenina actual: la diferenciación de las mujeres por su raza y rango, como lo enfatiza la “Joven Gobernante de Amajac”. Por el bienestar social, es indispensable que hoy en día se promueva la igualdad y la sororidad sin tomar en cuenta edad, color de piel, ocupación, preferencia sexual, origen étnico o nacionalidad.
Y si en el centro de la glorieta ya existe una espléndida propuesta de artivismo (sic) en el espacio público, de identidad democrática –que es a la vez memoria de la lucha y valentía de mujeres plurales y diversas, denuncia de la violencia que han vivido, exigencia de derechos humanos y lugar de reunión y celebración–, ¿para qué gastar presupuesto público en una escultura que se caracteriza por la simulación o engaño de su identidad y valor?
La historia es ésta:
Claudia Sheinbaum, a 11 meses de haber retirado las cinco esculturas del monumento a Cristóbal Colón –10 de octubre de 2020– para protegerlas de la violencia anticolonista, mantenía ahí los pedestales; y además, había cambiado la identidad de la glorieta, al permitir que el artista Pedro Reyes realizara una pieza para conmemorar a las mujeres indígenas sustituyendo el monumento.
Entonces, el 25 de septiembre de 2021, las mujeres que posteriormente se constituyeron como Frente Amplio de las Mujeres que Luchan (FAML) ocuparon la exglorieta colocando, en el basamento principal, una sencilla silueta recortada en madera pintada de morado que sugería una figura femenina. Sin rostro, origen o edad. Para enfatizar lo que exigían, en la parte trasera tenía un soporte con la palabra “Justicia”.
Y mientras la jefa de gobierno carecía de un Plan Maestro para Paseo de la Reforma, con una planeación que permitiera realizar de manera programada las acciones para el traslado del monumento –como el retiro de los basamentos y la ubicación del lugar definitivo para todas las piezas–, el FAML convirtió el 5 de marzo de 2022 toda la glorieta en un espacio de memoria y resistencia: la silueta de madera fue sustituida por una de metal y, en el emplazamiento del exmonumento se colocó un “Tendedero de Denuncias” –con base en la obra de Mónica Mayer–, una cruz rosa y el “Jardín Somos Memoria” con nombres de mujeres violentadas y desaparecidas. Integrado también por mujeres indígenas, el FAML convirtió la glorieta en una “Antimonumenta”.
Así, ante una pieza que cumple como ésta los requisitos del activismo artístico de primer nivel, la escultura recién colocada por Batres se percibe como una simulación política en la que la identidad indígena es sólo una copia.