Cultura

Rosario Castellanos: tras 50 años, aún duele su pérdida

Eugenia Revueltas y Roberto López Moreno sitúan a la escritora en la cumbre literaria del siglo XX en nuestro país; para constatarlo, la primera convoca a la necesidad releerla, y el segundo destaca que haya abordado las temáticas femenina e indígena.
lunes, 29 de julio de 2024 · 05:00

A 50 años de su muerte (se cumplen el próximo 7 de agosto) y su cercano centenario (será el 25 de mayo del 2025), Rosario Castellanos es considerada una de las mejores escritoras del siglo XX en México, cuya obra “es muy actual”, pero aunque escribió novela, cuento, teatro, ensayo y artículos, como poeta la consideran “superior”, ya que dejó versos “muy profundos”.  

Roberto López Moreno, poeta, narrador, ensayista y periodista, acentúa en entrevista que “el más grande poeta de Chiapas de todos los tiempos, es una mujer, Rosario Castellanos”. Va más allá:

“Lo digo con todo la sinceridad del mundo, en México hablando de mujeres, no ha habido plumas como la de Sor Juana Inés de la Cruz en su época y la de Rosario Castellanos en la nuestra. ¡Así el asunto! Es lo que creo. Castellanos se manifiestó a través de la defensa de dos energías que han sido vilipendiadas en nuestra contemporaneidad: la femenina y la indígena. Fueron sus grandes luchas. Y su obra es muy actual”.

Castellanos nació en la Ciudad de México, pero un niñez y adolescencia las vivió en Comitán, Chiapas. Se inició en la literatura como poeta, pero su primer libro fue la novela Balún Canán, que junto con Ciudad real, su primer volumen de cuentos, y Oficio de tinieblas, su segunda novela, forman la trilogía indigenista más importante en la narrativa mexicana.

Por Oficio de tinieblas recibió en 1962 el premio Sor Juana Inés de la Cruz Y después de la Décima Musa, Castellanos es conocida en España y otras partes del mundo por las traducciones de su obra que se hallan todavía en circulación.

López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942), autor de más de cincuenta títulos, narra que cuando falleció Castellanos en Tel Aviv, Israel, donde era embajadora de México, le escribió un poema titulado Diurno a Rosario Castellanos, del cual lee:

Solo así, habiendo imaginado,

quizá sintamos cercana a la aptitud de nuestra lágrima,

verídica a la vena que nos quema

en medio de este soplo de muerte criminal

y no retumba dentro,

con un tambor en la selva abandonada,

arrancada violenta de su fruto hijo y madre.

Era una alta mujer y nada más.

Pero también un ruiseñor de soledad en fiesta.

Pero también el agua cayendo en cada lápida guardiana.

Pero también el barro, el tascalate, la voz de los humildes.

Pero también el sol.

Era una alta mujer y todo más.

Castellanos murió a los 49 años a causa de la descarga eléctrica de una lámpara cuando acudía a contestar el teléfono, al salir de bañarse.

Premio Chiapas 2001 y Medalla al Mérito en Artes 2023 en la categoría de Letras, otorgada por el Congreso de la Ciudad de México, rememora:

“Estábamos en la casa de una actriz chiapaneca, ya fallecida, Julia Alfonso. Ahí era un centro de reunión de artistas, bohemios, en la colonia Condesa. Justo leíamos poemas y recordábamos cosas, entró un telefonema y la actriz contestó y se puso muy seria. Volteó y nos dijo: ‘Muchachos, me acaban de avisar que falleció Rosario Castellanos’, y nos impactó mucho, nos sentimos muy golpeados. Después cada quien platicó de cómo la habían conocido”.

Los restos de la autora se hallan en la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México desde el 9 de agosto de 1974.

Monumento a Castellanos en Los Pinos. Foto: Miguel Dimayuga.

Castellanos llegó a la capital del país a los 16 años de edad y efectuó su educación media en el Colegio Luis G. León. Después ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), primero a la Facultad de Derecho y después a Filosofía y Letras, donde se graduó de maestra en filosofía con la tesis Sobre cultura femenina. Luego fue becada por el Instituto Hispánico en la Universidad de Madrid, donde estudió filosofía, estética y estilística. Regresó a México en 1952 y trabajó como promotora cultural en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas en Tuxtla Gutiérrez.

Con la beca Rockefeller, de 1954 a 1955, escribió poesía y ensayo. De 1956 a 1957 formó parte del equipo de teatro guiñol Petul en el Centro Coordinador Indigenista Tseltal-Tsotsil de San Cristóbal de Las Casas del Instituto Nacional Indigenista (INI) --Proceso #905, marzo de 1994--. Y de entre 1958 a 1961 estuvo como redactora de textos escolares para el mismo instituto. De 1961 a 1966 se desempeñó como Jefa de Insformación y Prensa de la UNAM. Y de 1961 a 1971 impartió clases de literatura comparada, novela contemporánea y seminario de crítica en la Facultad de Filosofía y Letras.

Escribió durante años en las páginas editoriales del diario Excélsior, invitada por su director, Julio Scherer García. Se casó con el filósofo Ricardo Guerra, con quien tuvo a Gabriel, pero años después se divorciaron.

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Fragmento del texto publicado en la edición 0013 de la revista Proceso, correspondiente a julio de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

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