Enrique Florescano
Bolfy Cottom: Se va Florescano en un periodo de fuerte crisis institucional
Encabezó el INAH entre 1982 y 1988. Y es en su papel como servidor público en distintas instancias en las cuales ligó su papel de historiador, como Bolfy Cottom reflexiona sobre su trayectoria y evalúa su peso en la política cultural del país.Nacido en San Juan Coscomatepec, Veracruz, hace 85 años, miembro de la Academia Mexicana de la Historia, fundador de la revista Nexos, licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana, maestro y doctor en Historia por El Colegio de México y la Escuela Práctica de Altos Estudios de la Universidad de París, Francia, Enrique Florescano encabezó el INAH entre 1982 y 1988. Y es en su papel como servidor público en distintas instancias en las cuales ligó su papel de historiador, como Bolfy Cottom reflexiona sobre su trayectoria y evalúa su peso en la política cultural del país.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Reconocido como un historiador cuyos estudios aportaron a la construcción de la historia nacional y a la formación de generaciones de investigadores, Enrique Florescano Mayet fue también un funcionario público que estuvo al frente del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), una de las dependencias más importantes del país y tuvo un peso en la conformación de políticas culturales.
En esa faceta fue iniciador, junto con el doctor Julio César Olivé Negrete (1914-2008) y el maestro Augusto Urteaga, del proyecto sobre la historia integral del instituto, desde la conformación del Estado mexicano y la creación de los primeros museos del país como sus antecedentes.
El antropólogo y doctor en Historia y Derecho Bolfy Cottom, investigador de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) de dicha institución y coordinador con Olivé del libro INAH, una historia, recuerda así a Florescano, quien falleció el pasado 6 de marzo en su casa en la Ciudad de México, a los 85 años.
Nacido en San Juan Coscomatepec, Veracruz, en 1937, miembro de la Academia Mexicana de la Historia, fundador de la revista Nexos, licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana, maestro y doctor en Historia por El Colegio de México y la Escuela Práctica de Altos Estudios de la Universidad de París, Francia, respectivamente, Florescano encabezó el INAH entre 1982 y 1988, año en el cual se funda el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), ahora Secretaría de Cultura.
Creador asimismo de diversos seminarios en la DEH --que dirigió entre 1977 y 1982-- con apoyo de los investigadores Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, José Joaquín Blanco, Solange Alberro y Antonio Saborit, y autor de diversos libros que abordan temas como la historia mesoamericana, las identidades y el patrimonio cultural de México fue, a decir de Cottom, “un gran intelectual e historiador… que aportó muchos elementos para comprender la diversidad cultural que ha permeado las líneas de investigación” en el INAH.
Es en su papel como servidor público en distintas instancias en las cuales ligó su papel de historiador, como Cottom reflexiona sobre su trayectoria y evalúa su peso en la política cultural del país.
Controvertido en su gestión, el doctor Florescano enfrentó momentos cruciales como el robo al Museo Nacional de Antropología en 1985 –dos meses después del terremoto que sacudió a la Ciudad de México--, las reformas a la Ley Orgánica del INAH, la conmemoración del Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos --que encabezó--, y el controvertido Coloquio de Invierno, por mencionar algunos.
Cottom resalta que durante su paso por el INAH fortaleció sus atribuciones y facultades en materia arqueológica y fundamentalmente de orden histórico, “de hecho tuvo la visión de conformar la historia del instituto, pues había visiones fragmentadas de lo que había sido su origen y desarrollo”.
Añade que fue un personaje que siguió aportando no sólo al instituto sino a la historia cultural del país hasta su muerte. Al mismo tiempo, acentúa que se deben reconocer sus virtudes de historiador, pero también sus claroscuros. En ese sentido, no pasa por alto su manera de ejercer la autoridad, “al estilo del maestro Alfonso Caso, tenía una forma muy peculiar, un carácter vertical que lo llevó a fuertes confrontaciones con los sindicatos”.
A él se debe el inicio de un conflicto que permanece hasta la actualidad --expone Cotton--, y no porque lo haya generado él, sino que al tratar de establecer un mecanismo para que los estados de la República, particularmente Yucatán, pudieran intervenir en la administración de zonas arqueológicas a través de un convenio con un órgano llamado Cultur, se creó el doble cobro de taquilla en los sitios del estado, lo cual derivó en confrontaciones con el gobierno federal:
“El doctor Florescano enfrentó, desde mi punto de vista de forma errónea, la decisión de aceptar la intervención de las entidades federativas en el tema de la administración de las zonas. Aunque no se puede negar que la presión política fue bastante fuerte para que aceptara, suscitó después tensiones con otros gobiernos estatales como Veracruz y Oaxaca”.
Una nueva ley
En el comunicado mediante el cual se informó del fallecimiento del historiador, el INAH destacó como uno de sus logros una serie de reformas a la Ley Orgánica, aprobadas en 1985 por el Congreso de la Unión.
En realidad, precisa Cottom, es el un proceso que se dio cuando él fue director del instituto y los trabajadores e investigadores comenzaron a cuestionar su autoridad vertical --“le decía del paralelismo con el doctor Caso”-- y demandaron mayor participación en la toma de decisiones a través de órganos colegiados. Así se dieron las reformas. Incluso se ampliaron las atribuciones de la institución en temas como la docencia que originalmente no estaba contemplada en la Ley Orgánica:
“Hubo fuertes tensiones entre los académicos y la autoridad. Yo diría que en cierto sentido es normal la confrontación, pero había una especie de animadversión o duro desacuerdo del doctor Florescano con los sindicatos, por la presencia que tuvieron los académicos en esta reforma a la Ley”.
En el libro INAH, una historia se resume que quedaron establecidos en la ley los grandes objetivos de la institución como comunidad científica dedicada a la antropología, la arqueología y la historia; como entidad de servicio público, encargada de la preservación y estudio del patrimonio cultural del país; y se agregó su facultad sobre el patrimonio paleontológico.
Las reformas se aprobaron, “con la anuencia de todos los partidos políticos nacionales” el 19 de diciembre de 1985, y fueron promulgadas por el entonces presidente Miguel de la Madrid al día siguiente, consigna dicha edición. Fernando Alberto Miranda, a la sazón secretario de la Delegación D-II-IA-I, sección 10 del SNTE, reveló a Proceso (Edición 478) que Florescano había hecho una fiesta para celebrar la nueva Ley Orgánica que había costado 10 millones de pesos.
Del gozo al pozo
La madrugada del 25 de diciembre el mismo 1985 se perpetró el robo al Museo Nacional de Antropología, un hecho reporteado en varios números de este semanario (478, 479, 485), que marcó la administración de Florescano, puso en cuestionamiento los sistemas de seguridad de todos los museos mexicanos, y 32 años más tarde fue llevado al cine en la película Museo de Alfonso Ruiz Palacios.
Los exdirectores del INAH Gastón García Cantú y Daniel F. Rubín de la Borbolla consideraron que se debió a un “descuido criminal” y hablaron de negligencia porque los sistemas de seguridad se habían interrumpido al terminar la administración anterior. Falta de presupuesto, “indolencia acumulada”, “una afrenta”, “actitud anquilosada de los directivos”, fueron algunas de las frases que se recogieron de parte de distintos expertos en estas páginas.
En la conferencia de prensa específica tras el hurto --abarrotado hasta el tope el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo de Antropología--, el historiador Florescano fue duramente cuestionado, reconoció que no había alarmas y que era la Policía Bancaria la que estaba a cargo del cuidado del museo. Sería la Procuraduría General de la República la única que podría señalar su culpabilidad, pero pidió molesto:
“Por favor: No me juzguen responsable antes de conocer el resultado de las investigaciones”.
Ante la insinuación de un periodista de su probable culpabilidad, el director del instituto alzó la voz:
“Yo no soy testigo clave, como usted me dice --contestó a un reportero español--, me niego a ser enjuiciado: soy responsable desde el primer día que asumí la dirección, lo soy como historiador, como funcionario y como mexicano.” (Proceso 478).
A la distancia Cottom considera que la parte positiva de aquella desgracia (las piezas sustraídas finalmente se recuperaron) fue que detonó la contratación y búsqueda de nuevas tecnologías, la elaboración de nuevos lineamientos sobre las medidas de seguridad que deben tener los museos.
“Desde luego el robo fue un gran escándalo y afortunadamente terminó con una especia de saldo positivo, entre comillas, porque el robo quién lo quita, pero hubo una buena actuación de la Procuraduría que logró resultados. Y sobre todo, de ahí se definieron nuevas medidas para el resguardo de los bienes culturales”.
Cabe recordar que el ahora fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, exoficial mayor de la Procuraduría General de la República, había ocupado en el INAH los cargos de secretario técnico y asesor jurídico (1970-1975), y llegó a ser conocido como “el fiscal de hierro contra el saqueo arqueológico” (Proceso 478).
Política y políticos
Al dejar la dirección del INAH en 1988, Enrique Florescano, Premio Nacional de Ciencias Sociales 1976, Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Historia y reconocido con las Palmas Académicas por el gobierno francés en 1982, asumió la Dirección de Proyectos Históricos Especiales en el recién creado Conaculta, para coordinar las actividades del Quinto Centenario.
Sociólogos, teólogos, historiadores participantes debatieron la idea de celebrar el “descubrimiento” o la “conquista”, una de las grandes tragedias de la humanidad o la masacre de millones de indígenas. El historiador Miguel León-Portilla propuso la idea del “Encuentro de Dos Mundos”.
El sociólogo Agustín Cueva, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, consignó en su ponencia “Falacias y coartadas del Quinto Centenario”, presentada en La Habana, Cuba, durante el XVIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (28-31 de mayo de 1991) la posición de Florescano --entregada en un documento a los reyes de España en una visita que hicieron a México--, donde escribió:
“A 500 años del acontecimiento colombino, con un proceso histórico propio y una trayectoria política independiente, los mexicanos, más que deseosos de conmemorar, están interesados en revisar y analizar el sitio y peso que tiene en su historia el viaje de Colón”.
Cueva puso el acento en una cuestión, pues la idea de celebrar provenía de España:
“La toma de distancia frente a la ‘conmemoración’ no puede ser más clara tratándose de un texto oficial y habida cuenta del destinatario”.
Se le pregunta al Bolfy Cottom cual considera que fue el peso de Florescano en el rumbo de la política cultural del país:
“Creo que el principal peso del doctor fue lograr una presencia muy sólida de lo que podríamos llamar la historia nacional. Estuvo precisamente en la Coordinación de Proyectos Históricos Especiales y, en ese sentido, fue un personaje al que se le consultaba, se le tomaba en cuenta, por ejemplo, para el nombramiento de ciertos funcionarios de las instituciones culturales, y además siempre tuvo a su cargo proyectos interesantes. Nunca dejó el tema de la investigación, por eso considero que su gran aporte fue haber influido en una visión de la historia nacional”.
Recuerda que en su momento se cuestionó la existencia de la Coordinación porque era una especie de órgano paralelo a otros centros de investigación, pero subraya que sus grandes aportes a la parte teórica de lo que hoy llamamos patrimonio cultural, provienen de ese contexto en el cual logró convocar a especialistas de diversos ámbitos (ciencias sociales, naturales, cine, música), para conformar una visión integral que dio esa base teórica al patrimonio. El resultado fue la publicación en dos tomos de El patrimonio nacional de México, editado por el Fondo de Cultura Económica.
“A nivel de definición de políticas públicas o el rumbo de la política institucional en materia de cultura, hubo dos grupos a los cuales él no fue ajeno, el grupo Nexos y el grupo Vuelta, que fueron de gran peso en la definición de políticas públicas”.
Aunque fundador de la revista Nexos, Florescano dejó posteriormente la dirección que asumió el escritor Héctor Aguilar Camín, quien era el titular cuando en febrero de 1992 organizó con apoyo de la UNAM y del Conaculta, presidido entonces por Víctor Flores Olea, el llamado Coloquio de Invierno, al cual asistió alrededor de un centenar de intelectuales latinoamericanos. Florescano participó como ponente y ya no como director de la revista.
Octavio Paz acusó a los organizadores de haberlo excluido junto con Enrique Krauze, Gabriel Zaid, Jorge Hernández y otros intelectuales. El asunto, destapado en Proceso y reseñado ampliamente, provocó la salida de Flores Olea del Conaculta y la llegada de Rafael Tovar y de Teresa.
A decir de Cottom, Florescano fue importante como parte del grupo Nexos, y aunque haya distintas versiones sobre la salida de Flores Olea, “lo cierto es que fue un grupo que ejerció una fuerte presión política, una gran influencia en el rumbo que tomaba la política cultural del país, porque precisamente en ese momento eran los grupos más poderosos en el ámbito de la cultura y fueron los que definieron el surgimiento de esto que ahora ya no existe y fue el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
“Y el Consejo siempre generó mucha tensión, creo que eso explica de alguna manera porqué el doctor Florescano siempre formó parte de esa estructura, de un consejo sin consejeros, por cierto…”.
--Aunque dice usted que a él si lo escuchaban, daba consejos.
--De hecho sí, era como el gran asesor interno dentro de las estructuras de ese órgano.
Mal momento
El especialista recuerda que conoció a Florescano muchos años después de su salida del INAH, cuando realizaba el proyecto de investigación para elaborar la historia de la institución, y “de manera muy generosa, siempre fue accesible, era muy especial sobre con quién hablaba o a quién recibía, como toda persona inteligente, tenía su genio”.
--¿La relación o el trato que tuvo con los trabajadores y académicos del INAH, tiene relación con la situación actual de precariedad laboral, de cancelación de plazas?
--En la medida en que el instituto dejó de ser una pequeña comunidad y se fue convirtiendo en una institución mayor cuantitativa y cualitativamente, empezó a sufrir los embates del régimen llamado neoliberal (lo digo sin querer sumarme a los coros que critican el régimen porque ha sido tan choteado y además no se ha terminado por más que nos digan que sí). El instituto, como parte de la administración pública, comenzó a sufrir los embates de ese nuevo sistema en el cual se trataba de alguna manera de dar fuerte presencia a la parte privada”.
Fue desde aquella época, dice, cuando comenzó la intolerancia a los contratos colectivos, ya no había compromiso institucional de contratar gente de acuerdo con las disposiciones internas del instituto, porque la Secretaría de Hacienda y Crédito Público determina el rumbo de la legislación laboral con la limitación de recursos e impone al instituto restricciones para la contratación y ni siquiera hay nuevas plazas, están conculcadas. Y “a él le toca de alguna manera el inicio de esa problemática porque coincide con el nuevo modelo político y económica del país (con De la Madrid), y el impacto que va a tener en el ámbito laboral”.
Recapitula Cottom para destacar que Florescano siempre conservó una preocupación por el INAH y consideraba que debía estar cerca de la gente:
“Siempre hay que ser agradecidos y sea como sea, y cómo se juzgue el ejercicio de la autoridad en una administración como la del doctor Florescano, fue un personaje insigne, un personaje que forma parte de la historia de este país, en particular de la historia cultural, y tenemos que agradecer todos sus aportes en términos de la visión institucional, de trabajar por la cultura y las políticas culturales.
“Y se va justamente en un periodo de una fuerte crisis, no sólo de las instituciones en general, del sector cultura y particularmente de nuestro Instituto Nacional de Antropología e Historia, porque es muy preocupante, yo diría casi grave, lo que estamos viviendo en este momento como institución”.
El propio Enrique Florescano habló de la crisis del INAH, derivada de los recortes presupuestarios, en una entrevista para Proceso con motivo de la entrega del Premio Alfonso Reyes en diciembre de 2021:
“Los investigadores ya no pueden hacer sus proyectos como antes, a los profesores se les ha reducido su salario, no pueden salir fuera del país porque no hay dinero para asistir a congresos internacionales, no hay contacto con el mundo exterior como lo había antes, y esa es una limitación para el crecimiento de cualquier país”.