Cine

“Los reyes del mundo”: la juventud de una Colombia adolorida

El largometraje de ficción Los reyes del mundo (2022), dirigido por Laura Mora, expone la violencia vinculada al despojo de la tierra en Colombia con cinco jóvenes de la calle como actores.
sábado, 14 de enero de 2023 · 10:09

Para la cineasta colombiana Laura Mora, el punto neurálgico del conflicto en su país es “el de un pueblo que ha sido despojado de su tierra por terratenientes, grandes élites y grupos armados”. Su reciente cinta, expresa a Proceso, es una ficción dramática donde cinco jóvenes de Medellín viajan al estilo on the road (“sobre la carretera”) para recuperar en el Bajo Cauca antioqueño los terrenos arrebatados a la abuela de uno de ellos. Los protagonistas de esta cinta de estreno son actores naturales, de quienes la directora aprendió “la belleza en la fragilidad”.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El largometraje de ficción Los reyes del mundo (2022), dirigido por Laura Mora, expone la violencia vinculada al despojo de la tierra en Colombia con cinco jóvenes de la calle como actores.

Filmado en 2021, Los reyes del mundo es el segundo proyecto de la cineasta colombiana y ganó en 2022 el premio a la Mejor Película en los festivales de Cine de San Sebastián (España) y de Biarritz (Francia).

Ahora, forma parte de la cartelera cinematográfica de México y Netflix, que lo compró para las naciones de América, ya la ofrece en su programación desde el 1 de enero.

La primera película de Mora (Medellín, 1981) se llama Matar a Jesús (2018), surgida de una experiencia personal: el asesinato de su padre en el año 2002.

Para esa cinta, que obtuvo una gran cantidad de galardones a nivel internacional, entrevistó a más de 90 chicos, los cuales “compartían un sentimiento terrible de exclusión, una certeza de no tener futuro; sin embargo, están llenos de sueños y ligados siempre a una obsesión por tener un lugar en el mundo, literal y simbólicamente”, cuenta en entrevista con Proceso.

Desde entonces, a la realizadora le surgieron más interrogantes sobre la violencia alrededor de la posesión de la tierra, dice:

“El punto neurálgico del conflicto en Colombia es precisamente ese, el de un pueblo que ha sido despojado de su tierra por terratenientes, grandes élites y grupos armados, que han constituido la base de una sociedad extremadamente desigual y adolorida.”

Entonces se le ocurrió filmar Los reyes del mundo para abordar la historia de la violencia, ligada a la tenencia de tierras y relacionada con la masculinidad “donde irremediablemente ser varón significa tener que ser violento”. 

En su anterior filme tuvo contacto con chicos en Medellín que practican gravity bike (“bici en gravedad”), un deporte que consiste en ir a toda velocidad por las carreteras en bicicletas armadas por los chavos mismos. A ella le llamó mucho la atención ese grupo de jóvenes “por su relación muy particular con el riesgo, la adrenalina y la vida misma”, señala.

Cuando empezaba a escribir Los reyes del mundo, junto con María Camila Arias, entendió que la energía que buscaba para la historia tenía mucho que ver con el espíritu, la libertad y la rebeldía que había encontrado en esos muchachos.

La cinta es una road-movie (“película carretera”).

Los chavos Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano sólo conocen la calle, hasta que deciden emprender un viaje de Medellín al Bajo Cauca antioqueño para reclamar una tierra que le fue arrebatada a la abuela de Rá por grupos de paramilitares.

Él posee en sus manos unas viejas escrituras del terreno heredado. Tras recibir una carta de la oficina de restitución de tierras del gobierno, notificando la devolución del terreno, Rá decide emprender el periplo con sus amigos, sin dinero, para cumplir su sueño: poseer un lugar en el mundo para ellos mismos donde ser libres, estar a salvo y construir su propio reino.

La contradicción humana estará presente durante todo el trayecto. La bondad y la maldad, la solidaridad y la avaricia, el amor y el odio, la injusticia y la burocracia del Estado, la historia de un país violento y excluyente.

Los protagonistas son: Carlos Andrés Castañeda de 19 años (Rá), Cristián Camilo David Mora –también conocido como Tom– de 23 (Culebro), Davinson Andrés Flórez de 19 (Sere), Brahian Stiven Acevedo de 16 (Winny) y Cristian Davis Campaña de 16 (Nano).

La película fue producida por Ciudad Lunar y La Selva Cine, coproducción con Iris Productions (Luxemburgo), Tu Vas Voir (Francia), Mer Films (Noruega) y Talipot Studio (México), y en asociación con Caracol Televisión, Dago García y Exile Content. La distribución en México está a cargo de Interior XIII.

Amor por el prójimo

–¿Qué implica trabajar con actores naturales y con niños de la calle? –se le pregunta a Mora, quien se graduó en dirección de cine de la Universidad RMIT de Melbourne, Australia.

–Implica tiempo, curiosidad y un profundo respeto y amor por el otro. Que el otro se sienta seguro con uno, que jamás crea que se le está utilizando o  explotando.

“A pesar de venir del privilegio, de poder haber accedido a una buena educación y de porvenir, yo de una familia profundamente amorosa, también estaba atravesada por la violencia porque mi papá fue asesinado cuando yo tenía 22 años. Creo que ese dolor por el mundo lo comparto con estos chicos.

“Nunca hubo una conversación con ellos desde un lugar como de superioridad intelectual o moral, ¡nada de eso!, en este caso es un dolor similar y una sociedad que nos ha fallado muchas veces, a ellos mucho más que a mí a pesar de mi dolor…”

Mora suspira y retoma el aliento:

“Entonces, eso permitió unas conversaciones muy honestas. Este largometraje no está basado en un caso real ni en la vida de ellos, quienes han pasado tiempo en las calles. Es una ficción absoluta, nacida de mis preocupaciones por el mundo en el que he crecido.”

La igual realizadora de series para Netflix Frontera verde (cuatro capítulos, 2019) y El robo del siglo (tres capítulos, 2020), argumenta:

“Este grupo de jóvenes no cuentan con experiencia en actuación pero traen consigo su verdad, sus experiencias y su relación con la violencia, y a la vez, todo su carisma y su belleza que ponen a disposición de sus personajes.”

Cuenta que entrenarlos fue un muy largo proceso:

 “Hubo mucha conversación. Nunca hago castings abiertos, como que no pongo letreros para que la gente asista; más bien hago lo contrario, salgo y converso, a partir de eso voy viendo perfiles…”

 Relata que suele comentarle a la directora de casting Karel Solei, con quien trabajó en su película anterior:

–Creo que el camino es por acá…

“Buscamos chicos  que –añade–, a pesar de la dureza de sus vidas, a pesar del dolor, trajeran mucha vida y mucho amor por el mundo; mucha sensibilidad de la cual ellos no fueran conscientes, sino hasta el momento en que empezáramos a trabajar.”

Nunca les compartió el guión, aclara:

“No se tuvieron que aprender absolutamente nada. La historia se les cuenta de una manera muy abierta, casi como un cuento.”

Trabajaron fuerte ejercicios de improvisación bajo la guía de Solei y entrenadores de actores naturales, como Carlos Fagua (La tierra y la sombra), Andrés Barrientos (El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano) y el profesor de arte dramático de la Universidad de Antioquia, Duvan Echavarría.

 Para la trabajadora social Alejandra Restrepo, quien acompañó el proceso de los jóvenes, “es fundamental posibilitarles transformar su mundo; ellos, después de esta experiencia, ya tienen ilusiones, porque tuvieron el comparativo de lo que son y lo que pueden llegar a ser, y eso es algo que ellos mismos pueden proveer”.

Mora apunta que lo complicado se dio al finalizar el rodaje, “por la separación de todos”. En palabras de Tom –destaca la directora– lo más duro fue a lo que se acostumbraron durante el rodaje, y luego tener que desacostumbrarse. Pero ella siempre puso por delante la honestidad:

“Esta experiencia para ellos y para nosotros será inolvidable, y espero que sea inspiradora, aunque no puedo garantizarles que cambien sus realidades. Lo único que puedo garantizarles es que sepan que tienen una amiga siempre, a la que pueden llamar, que quizá no tenga una solución a sus problemas, pero voy a estar ahí para ellos.”

Narra sonriente cómo surgió el título del relato fílmico, fotografiado por David Gallego:

“El viaje que se ve en el largometraje lo efectué yo en 2016, de Medellín hacia el Bajo Cauca. A la mitad de la carretera comencé a imaginarme chicos haciendo daños, quebrando cosas, y tuve que parar en la carretera y anoté en mi cuaderno: ‘chicos reclamándole al mundo, chicos  vengándose del mundo, somos los reyes del mundo…’ Entonces, no tengo más explicación que una nota de manera muy rápida en mi libreta.”

–¿Cómo ha sido reflejar la violencia de Colombia en la pantalla grande?

–Lo más interesante de la película es que no propone un relato hiperrealista, sino otras maneras de acercarse a representar la violencia. No es una violencia excesivamente explícita y para mí ha sido un reto como artista y como directora. Todos los días estamos demasiado bombardeados de eventos, entonces ya no sentimos nada, y a mí me interesa hacer sentir al otro, sin que tenga que mostrarle todo, para que le permita al otro imaginar.

Concluye que al cine le corresponde más un lugar de cuestionamiento:

“¿Cuál es el mundo que hemos construido? Porque no es un tema únicamente de Colombia, al final también estamos hablando de la violencia del capitalismo que va dejando a tanta gente por fuera, en eso también hay una tremenda violencia, una tremenda exclusión. Vemos los viajes forzados, unos  queriendo reclamar su tierra y otros huyendo de su tierra para estar a salvo.

Los reyes del mundo me enseñó a reconocer la belleza en la fragilidad. Los chicos, además, fueron mis grandes maestros.”  

Reportaje publicado el 8 de enero en la edición 2410 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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