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“M3gan”: la rebelión de la máquina

M3gan es una historia absorbente e interesante. Entre todos los absurdos que se ven, queda material para valorar la utilidad de las máquinas en la vida cotidiana de cada uno.
viernes, 13 de enero de 2023 · 18:36

MONTERREY, N. L., (apro).- La temática de la rebelión de las máquinas contra sus creadores ha sido una inquietud permanente de la ficción. En la tradición antigua de los androides serviciales, que toman consciencia y luego evidencian trastornos de conducta, M3gan (M3gan, 2021) es una versión moderna de Frankenstein, con añadidos juveniles y actuales, en la época de los gadgets y la hiperconectividad, que permite la difusión visual de cualquier evento mientras ocurre.

Igual que en Ex Machina (2014), de Garland, y los textos de Isaac Asimov, M3gan (Amie Donald) está aquí para ayudar al humano a mejora su calidad de vida, al acompañarlo cuando lo necesite. Sin embargo, como nadie ha conocido, en la vida real un robot que haga funciones de humano, las posibilidades sobre lo que puede salir mal se multiplican exponencialmente.

El guionista James Wan, quien en su currículum se apunta la creación de la terrorífica Annabelle, crea esta fantasía cibernética con matices de comedia terrorífica, basado en una idea angelical: ha sido fabricada una muñeca, de tamaño natural, para que se convierta en la amiga ideal, la hermana que se necesita para esos momentos de alegría y tristeza. El que posea el juguete no necesitará ningún otro entretenimiento.

La creación llega en el momento preciso a la vida de Cady (Violet McGraw), que ha quedado prácticamente sola en el mundo, a causa de una tragedia. Le urge afecto. La conexión es inmediata, aunque lo que parece un encuentro idílico, paulatinamente se convierte en una interacción pesadillezca de una máquina que maneja una lógica fría, y que comienza a adoptar parámetros de ética y raciocinio que no se ajustan a las circunstancias que contempla a su alrededor cada ser humano, cuando actúa.

El discurso se concentra en el castigo hacia el hombre que juega a ser dios. En este caso es una mujer, Gemma (Allison Willaims), programadora altamente calificada, emparentada con la chiquilla, que encuentra en la coyuntura de tristeza una forma de experimentar con el superjuguete. Se demuestra, una vez más, que una máquina de inteligencia artificial no puede entender las complejidades del cerebro formado naturalmente, en base a experiencias. Como Terminator 2 (el protector), el muñeco establece sus propios parámetros para aislar al objeto de su afecto y eliminar las potenciales amenazas a su alrededor.

Cuando M3gan se sale de control parece que le pasa lo mismo a la película. De ser una historia de ciencia ficción ominosa, se transforma en un juego siniestro, como si el espíritu de Chucky se hubiera introducido en los circuitos de la robot, para emprender agresiones con propósitos malévolos. De alguna forma, los chispazos de slash movie mueven a suponer que la androide fue poseída por un espíritu maligno y no porque actúe motivada por su lógica desviada.

El trabajo de Amie Donald es excepcional, al moverse como una autómata para interpretar a la máquina que se desplaza con gracilidad. Su actitud es todo el tiempo amenazante, incluso en los momentos en que inicia la relación y se muestra amistosa y afable.

La película de situaciones altamente predecibles, puede pasar por una risible fábula de un juguete que ha enloquecido, como lo hizo en el espacio el cerebro HAL 9000. Pero más allá de lo que parece ser una idea ingenua y tonta, existe una denuncia de explotación infantil y de las consecuencias de la exposición irrestricta hacia los dispositivos electrónicos.

M3gan es una historia absorbente e interesante. Entre todos los absurdos que se ven, queda material para valorar la utilidad de las máquinas en la vida cotidiana de cada uno.

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