Narcotráfico
La "narcos experience" en Nueva York
“El fenómeno mediático que ha suscitado la serie Narcos: México es sintomático de la persistente narrativa hegemónica sobre el tráfico de drogas que ha justificado la militarización del país”, expone el periodista y académico Oswaldo Zavala en La guerra en las palabras.“El fenómeno mediático que ha suscitado la serie Narcos: México es sintomático de la persistente narrativa hegemónica sobre el tráfico de drogas que ha justificado la militarización del país”, expone el periodista y académico Oswaldo Zavala en La guerra en las palabras. Una historia intelectual del “narco” en México (1975-2020), libro que –con el sello Debate– documenta cómo el fenómeno del narcotráfico ha estado determinado por el lenguaje: desde el Estado se nos ha impuesto una narrativa que atribuye a “cárteles” toda la responsabilidad por la violencia que azota al país.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– La mañana del domingo 18 de noviembre de 2018 me sumé a una fila de fans de la serie Narcos: México –producida por Netflix y estrenada en esa plataforma de internet dos días antes– que comenzó a formarse desde temprano para asistir a una “experiencia” en la terraza de la City Vineyard, un restaurante especializado en vinos, ubicado en las orillas del Río Hudson, a unas cuadras de la nueva torre del World Trade Center en Nueva York.
Dos anfitriones –disfrazados de agentes de la Drug Enforcement Administration (DEA), vestidos de negro, con lentes oscuros, chamarras, gorras y placas de metal– requirieron la firma de un waiver, un documento que eximía a la empresa organizadora de todo riesgo de demanda en caso de cualquier daño a los objetos personales, la integridad física o inclusive la muerte accidental de los participantes durante la visita. La instalación consistía en una suerte de laberinto construido con paredes tapizadas con plantas de mariguana de plástico que ocupaban todo el rooftop de la vinatería.
Era posible sentarse en el escritorio de los agentes, entre un caos de mapas, documentos oficiales y reportes de inteligencia. Unos pasos más adelante, una sala recreaba una bodega clandestina con paquetes de cocaína y mariguana, maletines repletos de dólares, máquinas contadoras de billetes y municiones de armas largas, todo entre una imagen de la Virgen de Guadalupe y la bandera de México, como enmarcando la idiosincrasia nacional del traficante en la devoción católica y un básico sentido de patriotismo. En uno de los pasillos se colocó una placa metálica con el mensaje de “Bienvenidos a México”.
Tras el éxito de las primeras dos temporadas de la serie enfocadas en el ascenso y caída de los “cárteles” colombianos de Medellín y Cali, Narcos: México se presentó como la continuación de una trama continental, pero ahora examinando la historia de los traficantes mexicanos que gradualmente fueron desplazando a las organizaciones colombianas en el trasiego de cocaína hacia Estados Unidos. La nueva serie se enfocaba en el asesinato de Enrique Kiki Camarena, un agente mexicoamericano de la DEA que fue secuestrado y asesinado en 1985. El crimen, atribuido históricamente por las autoridades de México y Estados Unidos a los traficantes Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carillo y Rafael Caro Quintero, tuvo y sigue teniendo hasta el presente hondas repercusiones geopolíticas.
El fenómeno mediático que ha suscitado Narcos: México es sintomático de la persistente narrativa hegemónica sobre el tráfico de drogas que ha justificado la militarización del país desde que inició la era de la “guerra contra el narco” en la década de 1970. A partir del asesinato de Camarena fue estructurada esta nueva etapa de la narconarrativa que ha manufacturado un consenso colectivo moldeando la opinión pública para legitimar la versión más reciente de la estrategia antidrogas que prevalece desde la presidencia de Felipe Calderón hasta el gobierno de AMLO, garantizando que las Fuerzas Armadas sigan encargadas de la “seguridad nacional” en México.
Con un tono propio de los discursos fascistas, el narrador de Narcos: México advierte en el primer capítulo de la serie: “Los traficantes son como cucarachas. Puedes envenenarlos, pisotearlos, carajo, puedes quemarlos. Pero siempre regresan. Usualmente más fuertes que nunca”. El llamado “efecto cucaracha” es un concepto popularizado por el politólogo estadunidense Bruce Bagley que deshumaniza a los traficantes y los resignifica como una peste que se extiende por Latinoamérica y que debe erradicarse con estrategia militar. El concepto, pese a su talante abiertamente racista y fascista, ha gozado de credibilidad en la esfera pública: se ha utilizado tanto en discusiones oficiales en el gobierno de Estados Unidos como en el campo académico de la ciencia política y los centros de investigación de políticas públicas. El filósofo David Livingstone Smith localiza esta práctica en los gobiernos genocidas que denigran a sectores de la sociedad para facilitar su exterminio, como fue el caso de los nazis alemanes que llamaban “ratas” a los judíos, o los hutus de Ruanda que describían a los tutsis, precisamente, como “cucarachas”. No es un azar que, en las secuencias de combate militarizado, los productores y traficantes de droga aparezcan en la serie como cuerpos morenos de rostro indiferenciado que son asesinados sistemáticamente, como en un acto de fumigación impersonal, como quien erradica una peste subhumana (…)
En 2015, la primera temporada de Narcos fue uno de los objetos culturales sobre el tráfico de drogas más visibles en el mundo gracias al éxito de Netflix, que entonces contaba con más de 130 millones de suscriptores que generaban 14.9 mil millones de dólares anuales (una cifra mayor, por cierto, a las ganancias personales de “El Chapo” Guzmán en toda su carrera delictiva). Para 2018, la empresa había destinado ya 18.6 mil millones de dólares para la producción de contenidos, una cifra por mucho superior a la de las productoras de televisión más relevantes del mercado estadunidense, como Disney, HBO y NBC Universal. Un estudio de la audiencia de las primeras tres temporadas de Narcos encontró que tanto el público de Estados Unidos como el de Colombia veía la serie justificando la explotación de la violencia como herramienta necesaria “para representar la realidad de lo que realmente ocurrió”. Es crucial entender que la DEA ejerce un control directo en los contenidos de múltiples series de televisión y películas por medio de agentes que funcionan como consultores de producción, como fue el caso de la serie Narcos. Según el periodista Doug Valentine, los productos culturales terminan funcionando como “propaganda” que convierte a los agentes de la DEA en “héroes de una causa noble”.
Repaso las peculiaridades de estas series porque los ecos de sus representaciones del “narco” responden a un mismo evento clave en la historia del “narco” en México que acaso no ha sido del todo comprendido: el caso Camarena. A la luz de recientes investigaciones periodísticas y académicas, además del análisis de documentos oficiales extraídos de los archivos gubernamentales de México y Estados Unidos, propongo examinar las implicaciones políticas y culturales del asesinato del agente estadunidense para mostrar cómo fue –y sigue siendo– instrumentalizado por la geopolítica estadunidense para afectar la agenda de seguridad mexicana que hasta 1985 ejercía un control soberano en las organizaciones de traficantes. De haber sido fieles colaboradores del régimen autoritario del PRI durante los años de la Guerra Fría, los traficantes se vieron repentinamente jugando el papel del mayor enemigo doméstico de la nación. Esto sólo fue posible a partir de que Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo se convirtieron en el rostro del “mal” a nivel continental al ser culpados del inconcebible asesinato de un agente estadunidense en territorio mexicano.
El asesinato de Camarena y su inmediata mitificación produjeron entonces un consenso general en la opinión pública de ambos países que justificó el endurecimiento militar de la política antidrogas. La inscripción simbólica del homicidio, imaginado y reimaginado en numerosas ocasiones a través de décadas de producciones culturales e investigaciones periodísticas, ha permeado en la esfera pública en general entre México y Estados Unidos, pero siempre descrito en apego a la misma versión oficial circulada entre los dos gobiernos. Y aquí radica el punto más sensible de esta historia: aunque se cuenta con información acreditada que indica que el asesinato de Camarena fue un crimen de Estado planeado por inteligencia estadunidense y ejecutado con el apoyo directo del gobierno mexicano, la narrativa de los “narcos” asesinos prevalece porque las mismas autoridades responsables del crimen detentaron también el privilegio de narrarlo. Así, el caso Camarena es uno de los principales eventos históricos que transformó la agenda de “seguridad nacional” para lograr lo que hasta 1985 parecía imposible: obligar al Estado mexicano a transformar su política antidrogas alentando el mito de un delincuente insignificante que paradójicamente habría de convertirse en el principal enemigo doméstico de la nueva “guerra contra el narco”.
1 “Camelot”, Narcos: México, episodio 1, temporada 1 (Netflix, 2018). Dirigido por Josef Kubota Wladyka, escrito por Eric Newman y Clayton Trussell. Guion completo disponible en: <https://subslikescript.com/series/Narcos_Mexico-8714904/season-1/episode-1-Episode_41>.
2 Bruce Bagley, Drug Trafficking and Organized Crime in the Americas: Major Trends in the Twenty-First Century (Washington, D.C.: Woodrow Wilson International Center for Scholars, August 2012), p. 11. Paradójicamente, Bagley admitió haber participado en el lavado de más de 2 millones de dólares provenientes de actos de corrupción de funcionarios del gobierno de Venezuela. Véase: David Glovin, “Miami Professor and Crime Expert Admits to Money Loundering”, Bloomberg, 1 de junio de 2020.
3 David Livingstone Smith, Less Than Human. Why We Demean, Enslave and Exterminate Others (New York: St. Martin’s Press, 2011), p. 24.
4 Jesús Salas, “Ganó El Chapo 14 mil millones de dólares”, Norte, 21 de enero de 2017.
5 Edmund Lee, “Netflix’s Cash-Fueled Road to Streaming Dominance”, The New York Times, 17 de octubre de 2018.
6 María Alejandra Cano, “The War on Drugs: An Audience Study of the Netflix Original Series Narcos”. (Trinity University Digital Commons, Fall 2015) p. 19.
7 Tom Secker, “Contracts reveal for first time how DEA exercises control over television, film productions”, Shadowproof, 28 de mayo de 2018.