Mario Draghi
El milagro económico italiano de la mano de Draghi
Lleva menos de un año como primer ministro de Italia, y el economista Mario Draghi ya concita la admiración de las élites política y económica dentro y fuera del país. La recuperación es palpable, algo que pocos auguraban para una Italia presa de estructuras anquilosadas desde hace décadas.Lleva menos de un año como primer ministro de Italia, y el economista Mario Draghi ya concita la admiración de las élites política y económica dentro y fuera del país. La recuperación es palpable, algo que pocos auguraban para una Italia presa de estructuras anquilosadas desde hace décadas y drásticamente azotada por la pandemia sanitaria. Hoy, la pregunta que todos se hacen es si su crecimiento será prolongado, lo cual depende, dicen, de cómo gestione los más de 200 mil millones de euros de fondos de recuperación europeos para este 2022.
ROMA. (Proceso).– La Estación de Milán Central se eleva como una defensa marmórea de la capital financiera de Italia. A sus costados, dos caballos alados coronan el edificio con el mensaje de que “el progreso es guiado por la voluntad y la inteligencia”. Es temprano en la mañana, y la ciudad ya está en plena ebullición. Al entrar en el edificio, los empleados checan el pase covid que certifica que uno ha sido vacunado o ha pasado por la enfermedad.
En esta estación, construida en 1931 en su forma actual, comienza la línea ferroviaria de alta velocidad hasta París. Son unos 800 kilómetros, que ahora el tren bala recorre en apenas siete horas, emitiendo menos gases contaminantes y generando un menor impacto medioambiental. En plena pandemia este último prodigio de los transportes modernos fue inaugurado hace pocos días, el pasado 18 de diciembre.
Italia solía ser considerada la última de clase, una especie de niña rebelde e indisciplinada del bloque, entre los grandes países socios de la Unión Europea (UE).
Luego llegó Mario Draghi.
Durante años, el crecimiento de la economía italiana fue prácticamente nulo, el protagonismo internacional de Roma se mantuvo escaso y las posturas de sus gobiernos provocaban a menudo más preocupación que alivio en Bruselas; tanto que alguno incluso llegó a especular que Italia podía salir de la UE.
Ahora este hombre tan famoso, exjefe del Banco Central Europeo, que se ganó el apodo de Super Mario, que nunca grita, es discreto y extremadamente educado, que se ha encontrado con todos los líderes más importante del planeta, habla por teléfono con Vladimir Putin, y recibe elogios de Emmanuel Macron, Joe Biden y Olaf Scholz, ha cambiado vertiginosamente la imagen de su país.
La razón es que, en los 10 meses que Draghi lleva como jefe del Gobierno de Italia (asumió el 13 de febrero último) la economía italiana dio un giro que ni los analistas internacionales más optimistas se esperaban, después de la gran recesión económica en 2020, cuando el producto interno bruto (PIB) italiano cayó 8.9%, acentuando también los problemas estructurales –entre ellos, su lentísima justicia y su anquilosada burocracia– que Italia arrastra desde hace décadas.
Han sido las previsiones difundidas en las últimas semanas las que revelaron que el aumento del PIB del país de este año es mucho mayor que el esperado.
Según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que son similares a los del Instituto Nacional de Estadísticas (Istat) y a las de la Comisión Europea, el PIB italiano tuvo una subida de 6.3% en 2021.
Una cifra que el país no mantenía desde el boom económico después de la Segunda Guerra Mundial, y un dato más alto que el de Estados Unidos y muchos de los grandes países de la UE, como Alemania y España. Tanto así que los analistas han empezado a referirse a Italia como el motor de Europa –junto a Francia– en esta etapa de recuperación económica postestallido de la pandemia.
La gestión
¿Cómo es posible esta extraordinaria historia? El resto de las cifras macroeconómicas dan algunas respuestas. Destaca, por ejemplo, la reactivación de los consumos internos de las familias, una producción industrial que ya ha recuperado los niveles precovid (aunque en noviembre pasado registró una ligera disminución, de 0.6%), y las exportaciones que también han vuelto a crecer de manera sostenida, sobre todo gracias a cuatro regiones del rico norte de Italia, Lombardía, Emilia Romaña, Véneto y Piamonte.
“En los primeros 10 meses de este año las exportaciones se situaron en los 423 mil millones de euros en términos absolutos. Es una cifra nunca antes vista: supera también el dato de 2019, cuando se llegó a los 402 mil millones de euros (en ese mismo lapso de tiempo)”, dijo recientemente el ministro de Exteriores italiano, Luigi di Maio.
No ha sido el único mérito de Draghi. Después de poner al frente de la campaña de vacunación a un general del ejército italiano, el gobierno que lidera empezó en la primavera a reabrir lentamente el país a la vez de que pedía a sus ciudadanos aplicarse la vacuna. Y, cuando en el verano europeo aparecieron las primeras variantes del covid-19 que preocupaban, Draghi convirtió a Italia en uno de los primeros países en introducir el pase covid, como documento necesario para disfrutar en muchas actividades de ocio.
Luego, ya en otoño y con varias protestas de movimientos antivacunas contrarios a la exigencia de ese documento, a Draghi no le tembló de nuevo la mano para imponer el pase covid como requisito obligatorio para trabajar, una medida por la que Italia fue pionera en el mundo.
“Solo así no lograremos que el país se mantenga abierto”, explicaban entonces desde su gobierno. Ni la oposición de un prestigioso grupo de intelectuales, que pusieron en duda que la medida fuera democrática, o las movilizaciones callejeras de los sindicatos, preocupados por la imposición de un tratamiento sanitario de facto obligatorio, tuvieron mayor repercusión.
Los resultados avalaron sus decisiones. Según cifras del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), Italia es hoy uno de los países europeos con las tasas más altas de personas con la pauta completada de inmunización, 74% de la población, mientras que el porcentaje de los que ya recibieron la dosis booster o tercera dosis de la vacuna contra el sars-CoV-2 equivale a casi 22% de la población. Incluso, en estos días decembrinos, el país ya ha jugado de antemano y muchas regiones ya optaron por reintroducir las mascarillas al aire libre y suspendieron mercadillos de temporada ante el surgimiento de la variante detectada primero en Sudáfrica.
Todo ello sin que la situación epidemiológica haya supuesto un patrón para la actividad industrial italiana en algún momento. Más bien, ha sido al revés. Y las previsiones para el futuro tampoco están mal. Se estima que la economía italiana recupere sus niveles precovid en el segundo semestre de 2022 y que la inflación mantenga los precios más bajos que la media de la eurozona, con un aumento estimado en 2% para el trienio 2021-23, lo que ayudará a las empresas a mantenerse competitivas.
También a nivel internacional Italia recobró protagonismo. Su gestión del G-20, grupo del cual Italia era presidente de turno este año, fue aplaudido internacionalmente después de que, en las conclusiones de la reunión final del grupo, se lograran compromisos concretos, fáciles de trasladar a la sociedad.
La reunión, de hecho, se saldó con compromisos traducidos en, al menos, tres cifras: la imposición de 15% como impuesto mínimo global para las multinacionales; el compromiso de 70% de población vacunada en el mundo a mediados de 2022 y, como sorpresa de última hora, la promesa de que se alcance los 1.5 grados como máximo aumento de la temperatura del planeta a medio plazo. Un compromiso asumido también por China, India y Rusia, y que, aunque fuera insuficiente y vago para muchos, fue más allá de lo que se esperaba de la reunión.
De igual manera, Italia también fue este 2021 uno de los países que más personas evacuaron de Afganistán tras la precipitada salida de las tropas aliadas del país asiático, y el que firmó un tratado bilateral de “cooperación privilegiada” para blindar su relación con París, pacto que algunos interpretaron como un acuerdo que podría modificar la geopolítica europea.
Elogios
El mundo no se quedó impasible ante la sorprendente novedad italiana. La revista británica The Economist ha elegido a Italia como “país del año”.
“A causa de la pésima gestión de varios gobiernos, los italianos en 2019 eran más pobres que en 2000. Pero este año las cosas han cambiado”, argumentó.
Y el pasado 27 de diciembre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una intervención reciente en la Universidad Católica de Milán argumentó: “La gestión de la pandemia ha sido eficaz, la vacunación va como un tren, la economía crece más rápido que nunca”.
“Me quito el sombrero ante el empeño de Italia”, afirmó al día siguiente el nuevo canciller de Alemania, Olaf Scholz; “también nosotros hemos vacunado a mucha gente, pero no a todos los que hubiéramos querido”.
Los analistas financieros y geoestrategas también han evidenciado estos avances. “Es evidente que hoy la componente italiana pesa más (en Europa)”, explicaba recientemente a esta periodista el historiador francés Marc Lazar, experto en Italia.
“Italia tiene de nuevo ambiciones en la UE, ha llevado adelante una excelente presidencia del G-20, ha hecho escuchar su voz, y para nosotros esta es una muy buena noticia”, dijo.
“La sensación que tengo es que, en este momento clave de recuperación económica, Draghi considera que hay que ser fuertes como nunca”, expresó Gianni Puoti, jurista de la Universidad Niccolò Cusano de Roma y exsubsecretario de Estado italiano.
La gran pregunta de todos es, claro está, si el crecimiento italiano será prolongado. Y esto también depende mucho de cómo Italia gestionará los más de 200 mil millones de euros de fondos de recuperación europeos, que el país empezará a recibir a partir de este 2022. Pero también en esto Draghi ha actuado con prudencia. En diciembre, el ministerio de la Función Pública italiana se puso en marcha para contratar a un millar de expertos cuya principal misión será la de garantizar que se haga un uso eficiente de los fondos comunitarios.
Ingenieros civiles y ambientales, planificadores y gestores de proyectos complejos, arquitectos, abogados, biólogos, geólogos, electrotécnicos, topógrafos, especialistas en sistemas fiscales, expertos en digitalización e informáticos, e, incluso, analistas químicos y físicos son algunos de los perfiles profesionales para los que el gobierno italiano lanzó la convocatoria para integrar la “Operación de los mil”.
El objetivo: crear equipos de profesionales de distintas ramas que ayuden a las regiones y provincias autónomas italianas a simplificar y gestionar los procedimientos para poner en marcha el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de Italia, el colosal programa de inversiones y reformas de unos 250 mil millones de euros a gastar en los próximos años y vinculado al programa europeo Next Generation EU, con el cual se pretenden llevar a cabo las reformas modernizadoras que el país no ha logrado realizar hasta ahora.
Dudas
Lo que está en juego para el país que es el mayor receptor de fondos de la UE para la recuperación económica pospandémica no es poco, ya que Italia parte con cierta desventaja. Desde la enorme brecha entre el sur y el norte, hasta su bajísima tasa de natalidad, son muchas las lacras que perjudican hoy el futuro del país europeo. Y, como si no fuera suficiente, tampoco faltan los temores por la hasta ahora pobre ejecución italiana de gasto con los fondos europeos.
Así lo evidenciaba el último informe del Tribunal de Cuentas Europeo, según el cual Italia es el penúltimo país (el último es Croacia) por absorción de Fondos Estructurales y de Inversión Europeos, bastante por debajo del promedio de la UE. En total, a finales de 2019 Roma sólo había absorbido 30%, un porcentaje similar al de 2012.
Con este preámbulo, las únicas nubes negras que de momento flotan sobre estos resultados son las relativas a las dudas sobre si será posible que la riqueza llegue a todos. Las largas filas delante de los comedores sociales de las parroquias y Cáritas de Milán, así como el gran número de empresas que optaron por deslocalizar en estos meses, las caídas récord de nacimientos y el aumento de pobres absolutos (1 millón más con la pandemia, por un total de 5.5 millones de personas) ponen esto en duda.
Algunos gremios de los trabajadores, que convocaron una huelga general a mediados de diciembre, lo recordaban.