Opinión
Nueva migración mexicana: entre la realidad y la ficción
El gobierno de AMLO difícilmente podrá ofrecer otros datos sobre la migración mexicana en su periodo. No obstante, lo más probable es que persista en la negación, montando un falso espejo de la realidad del país.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El pasado 4 de octubre, en comparecencia ante la Cámara de Diputados, la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, aseguró que la migración mexicana había disminuido, gracias a la reducción de la pobreza y las mayores oportunidades en el país. Este planteamiento no se sostiene ni con la información más básica de la Unidad de Política Migratoria -entidad que depende de la propia Secretaría de Gobernación- y menos aún con los datos de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, que registra un intenso arribo de mexicanos a la frontera sur de ese país.
Puede entenderse que para el presidente López Obrador la nueva emigración mexicana sea una cuestión sensible, considerando que fue uno de los más importantes ejes de crítica a los gobiernos del pasado. Antes de iniciar su gobierno, decía AMLO, migrar era una muestra de fracaso, de pobreza, de condiciones inaceptables que obligan a las personas a buscar alternativas fuera del país.
Siendo así el dogma, y dado el obvio repunte actual de la migración de mexicanos, sólo hay dos opciones para salir del bache: corregir el dogma o negar que existe la migración. Se ha decido por lo segundo: no existe tal movilidad; o bien, concediendo algo, existe pero en disminución, como manifestó a los diputados la secretaria de Gobernación.
Reconocer la realidad, por muy evidente que sea, se ha complicado para el gobierno de AMLO por un motivo adicional. Decenas y decenas de veces ha declarado que sus programas “Sembrando vida” y “Jóvenes construyendo el futuro” son la base para evitar la migración de la población mexicana. Tan firme ha sido el planteamiento que estos programas se promueven con ese propósito en los países del norte de Centroamérica, e incluso se ha gestionado que el gobierno de Estados Unidos los retome y financie para la región y más allá.
¿Cómo aceptar ahora que no funcionan ni en México? ¿Cómo explicar que son miles y miles los mexicanos quienes en números crecientes arriban a la frontera de Estados Unidos por razones laborales o, mucho peor, por tener necesidad de protección internacional?
Los datos, los datos a secas, muestran que el gobierno de AMLO inició heredando un periodo estable y reducido de la movilidad mexicana hacia Estados Unidos. A partir del año 2008 hubo un pronunciado descenso del flujo, que perduró en cifras bajas algo más de una década.
Las cosas cambiaron en abril del 2020 -con todo y los programas sociales de la administración actual- iniciando una nueva etapa de tránsito hacia el norte. En esta ocasión, con un agravante intensificado en los últimos meses: la notoria inclusión de grupos familiares, cuya movilidad describe crudas situaciones de desplazamiento interno y la necesidad de buscar protección internacional. Son nuestros refugiados, que se encuentran en condiciones tan vulnerables como otras nacionalidades que cruzan por el país.
Evidentemente no tenemos nada qué presumir en la materia; menos aún para orientar a otros países sobre cómo resolver esta crítica problemática social.
La estadística de “encuentros” (cruce fronterizo irregular o solicitantes de asilo) generada por la autoridad migratoria de Estados Unidos sobre mexicanos en su frontera sur, describe el drástico cambio de nuestros flujos de migrantes y solicitantes de refugio. El dato de “encuentros” no corresponde estrictamente a personas -pues una misma puede repetir el intento-, pero igual son cantidades apabullantes. Debe además considerarse que alrededor de un tercio del total de arribos de extranjeros a la frontera sur de Estados Unidos ahora corresponde a mexicanos. La gráfica anexa es suficientemente elocuente.
Todavía hasta abril de 2020 se mantuvo la relativa estabilidad en la movilidad de mexicanos que había iniciado en 2008. Después de esa fecha la tendencia ha sido al alza, con algunas oscilaciones.
En todo caso, es abrumador el contraste entre el periodo 2018 y 2019 en comparación con los años 2022 y 2023. El próximo año 2024 no parece mejor, sobre todo por el fuerte incremento de los grupos familiares en el conjunto de la movilidad, que en el último par de meses se acercó a 50 por ciento del total, cuando hace cinco años esa participación no alcanzaba 13 por ciento. Amplias regiones del país sufren el acoso del crimen organizado, principalmente, siendo una de sus consecuencias la necesidad de escapar, dejándolo todo familias y comunidades.
Los datos de la Unidad de Política Migratoria sobre el origen de las personas repatriadas desde Estados Unidos son una buena aproximación para ubicar los principales estados en crisis.
Los correspondientes al año 2023, nada sorpresivo el orden, son los siguientes: Chiapas, Guerrero, Veracruz, Puebla y Oaxaca, que tuvieron la mayor población retornada. El grupo siguiente, a poca distancia, lo integran Michoacán, Guanajuato, Estado de México, Tamaulipas, Sinaloa y Jalisco. Después, todos los demás, en menor escala, incluyendo casos notables como Baja California Sur y Yucatán que apenas figuran en el cuadro de repatriaciones debido a sus números reducidos.
Hacia el final del mandato, el gobierno de AMLO difícilmente podrá ofrecer otros datos sobre la migración mexicana durante su periodo. No obstante, lo más probable es que persista en la negación, montando un falso espejo de la realidad del país.
Lo sorprendente es que su espejismo no tenga costos. Más aún, que sea argumento para halagos y parte protagónica de la fiesta de logros sexenales. Siendo así, la “realidad política e ideológica” es una cosa que se crea y dibuja todas las mañanas; esta es la “realidad verdadera”.
Por consecuencia, la realidad (real) termina siendo un invento, si no es que una imagen promovida por los adversarios, por los conservadores y, por lo mismo, no existe.
Así están las cosas: las que son y las que no son, puestas en un juego sin puntos cardinales, justamente para confundir y acomodar los espejos. Cabe destacar que producir esa disociación de realidades es un gran logro, que francamente debe reconocerse como una hazaña de comunicación política, excepcional, posiblemente única en el mundo actual. Mientras tanto, toca a la realidad (real) acomodarse como pueda, sea migración o refugio, mujeres o niños, familias o no familias.
La “otra realidad”, la que tiene los asuntos resueltos o declarados inexistentes es la única necesaria, base para gobernar y tener siempre logros. Al final, por supuesto, en el mundo de espejismos todo está bien, todos son felices. ¿Lo otro? No, lo otro no existen.
*Profesor del PUED/UNAM. Excomisionado del INM