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El izquierdismo de AMLO, conservador y reñido con causas progresistas
Especialistas analizan cómo se percibe el gobierno de "izquierda" de Andrés Manuel López Obrador en comparación con mandatarios latinoamericanos ubicados en esa corriente política e ideológica, como el colombiano Gustavo Petro, el chileno Gabriel Boric y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Como presidente, Andrés Manuel López Obrador fue considerado dentro y fuera de México un gobernante “de izquierda”.
Pero al compararlo con otros mandatarios latinoamericanos ubicados en esa corriente política e ideológica, como el colombiano Gustavo Petro, el chileno Gabriel Boric y el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el izquierdismo de López Obrador parece mucho más centrista o, incluso, inclinado a la derecha.
El presidente mexicano, por ejemplo, fue distante y hasta crítico, a lo largo de sus seis años de gobierno, de causas del progresismo latinoamericano del siglo XXI, como el feminismo, el ambientalismo, la defensa de los derechos de las minorías sexuales y la regulación de las drogas, todas las cuales son prioritarias en la agenda de Petro y de Boric.
Y a diferencia de Lula, quien lucha por desterrar de la administración pública federal de Brasil a los seis mil militares que colocó el expresidente Jair Bolsonaro como fichas de su proyecto ultraderechista, López Obrador deja un país militarizado en diversas áreas.
Y con un Ejército tan empoderado, que en un momento dado no dudó en bloquear, con el aval del presidente, investigaciones emblemáticas para la izquierda mexicana como el caso Ayotzinapa y la guerra sucia que tuvo lugar en México entre 1965 y 1990.
Más allá del relato de López Obrador, según el cual todo lo que él hace es por el bien del pueblo y por mandato del pueblo, hay políticas públicas del mandatario que tuvieron un claro impacto social –como la salarial--, y hay otras –en energía, drogas y género— que podría rubricarlas cualquier líder conservador.
El doctor en análisis político de la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido, Ramón Centeno, dice a Proceso que López Obrador “no es de izquierda y nunca lo ha sido” porque viene del priismo cardenista, que es un proyecto político nacionalista y de centro.
Y, además, él “se ha derechizado” desde que salió del PRI y pasó al Partido de la Revolución Democrática (PRD), en 1989, para luego fundar Morena, en 2014.
De acuerdo con Centeno, profesor e investigador de la Universidad de Sonora y autor del ensayo “López Obrador o la izquierda que no es”, ya como presidente, desde 2018, el político tabasqueño “todavía se hizo más a la derecha”.
Y así concluye su mandato, con un legado ideológico muy conservador en diversas áreas y antiprogresista en otras más.
En cambio, para Jaime Cárdenas Gracia, doctor en derecho e investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, López Obrador fue “un presidente de izquierda, porque vio por los pobres y promovió la igualdad”, aunque reconoce que sí tiene “rasgos conservadores”.
Ser de izquierda, señala Cárdenas Gracias -que fue diputado federal por el Partido del Trabajo (PT) y ha estudiado los procesos de transición política en América Latina-, es defender la igualdad y elaborar políticas en favor de los más débiles de la sociedad, de los pobres, y López Obrador “trabajó por ellos con programas sociales (como las pensiones del Bienestar) y elevando de manera sustancial los salarios mínimos”.
Cárdenas Gracia, quien también ha sido investigador visitante en las universidades de Yale y Georgetown, sostiene que, al mismo tiempo, hay elementos en las políticas del saliente presidente que resultan preocupantes si se les observa desde una perspectiva de izquierda. Por ejemplo, la militarización y el poder que les ha dado a los altos mandos de las Fuerzas Armadas.
Un centro inclinado a la derecha
Para analizar la ideología de un gobernante, sostiene el doctor en estudios políticos, Ramón Centeno, hay que revisar dos niveles: su pensamiento y sus políticas públicas.
En la gestión de gobierno de López Obrador, según el investigador, sólo hubo una política inequívocamente de izquierda: la salarial, que llevó a un aumento del 110% en el salario mínimo real entre 2018 y 2024, lo que tuvo un efecto redistributivo y contribuyó a la reducción de la pobreza.
“Es la única política del sexenio que rompió con la ortodoxia neoliberal que sacrificó el salario mínimo durante los últimos 30 años”, asegura el maestro en ciencias sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en México.
En cambio, Centeno cuestiona el verdadero impacto social de los programas y subsidios del Bienestar que implementó López Obrador como presidente ya que tuvieron un carácter “clientelar” y se hicieron a costa de la desaparición de varias ayudas previas a fin de concentrarlas en las pensiones para adultos mayores, las becas Benito Juárez y Sembrando Vida.
Pero es un hecho que el presupuesto social tuvo un aumento en el sexenio de 9.6% en términos reales, con respecto al gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Además, la pobreza cayó 7.6 puntos porcentuales entre 2020 y 2022, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En el tema social, un referente de la izquierda latinoamericano ha sido Lula. Durante sus dos primeros gobiernos consecutivos en Brasil (2003-2011), el gasto social se cuadruplicó en ese país y la pobreza se redujo en 17.8 puntos porcentuales.
Lula es un obrero metalúrgico surgido de la lucha sindical, que fue torturado por militares y quien se asume como un socialdemócrata con ideas progresistas.
Centeno considera que hay dos grandes corrientes de izquierda en América Latina, la “populista y autoritaria”, que representan los presidentes Nicolás Maduro (Venezuela) y Daniel Ortega (Nicaragua), y la socialdemócrata de origen socialista, de la que proceden Lula (desde el sindicalismo) y los gobernantes de Colombia, Gustavo Petro, un exguerrillero del M-19, y de Chile, Gabriel Boric, a quien lo define su oposición al modelo neoliberal.
Los “populistas”, señala, comparten una mirada hacia el pasado y un discurso en el que todos los males del mundo son culpa “del imperialismo” y en el que todos los errores de gestión no existen, porque los malos resultados de gobierno se deben a confabulaciones externas.
Además, sus modelos autoritarios, de restricción de libertades y represión blanda o dura de la oposición política, están justificados porque todo lo hacen en nombre de “la revolución”, la bolivariana, la sandinista y la cubana, la única en la región con un modelo comunista de la era soviética.
En cambio, las izquierdas socialdemócratas latinoamericanas se caracterizan por mirar hacia el futuro, y por poner el énfasis en los derechos sociales, como la salud y la educación públicas; la transición energética y las políticas progresivas de género y las orientadas a las minorías sexuales, étnicas y culturales.
Las dos almas del caudillo
Centeno considera que López Obrador tiene rasgos de las dos corrientes latinoamericanas de izquierda, pero su modelo está más anclado en el pasado, en el México de los próceres de la Independencia, de los liberales “probos y austeros” del siglo XIX, de los caudillos revolucionarios y de las familias nucleares de antaño que promovían valores tradicionales a los niños, lo que configura un pensamiento “completamente conservador”.
El académico, cuyo más reciente ensayo es “No es una marea rosa mexicana: la administración de AMLO y la izquierda neoliberal”, señala que López Obrador critica mucho el modelo neoliberal, pero éste ha tenido una continuidad en el sexenio y “sigue intacto” en México.
Sus ejes, asegura, son el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la disciplina fiscal y financiera y la estabilidad macroecono´mica.
Esta realidad económica de un país dependiente del mercado estadounidense, sostiene Centeno, basta para que resulte imposible poder conceptualizar al presidente mexicano como un político “de izquierda”.
Como presidente, señala el académico de la Universidad de Sonora, López Obrador no quiso hacer lo que hace cualquier gobierno socialdemócrata: una reforma fiscal progresiva que cobre más impuestos a los ricos, y optó, en cambio, por financiar los programas sociales con recortes presupuestales, absorbiendo fideicomisos y castigando la inversión en salud y educación.
Por eso, afirmar que México tuvo un gobierno de izquierda en estos últimos seis años “es una ilusión política”, señala. Lo que hubo, indica, es “un izquierdismo fallido” y un estilo caudillista de gobierno que puso al presidente “en el centro, aunque reclinado hacia la derecha”.
Además, afirma que López Obrador fue un presidente “muy conservador” en una larga lista de temas, como los de género (en su gobierno cayó el presupuesto social destinado a las mujeres y se registraron más de cinco mil 200 feminicidios) y derechos humanos (avaló la negativa del Ejército a contribuir al esclarecimiento del caso Ayotzinapa y de la guerra sucia).
También fue “extremadamente conservador” en la preservación ambiental (redujo el gasto de protección ecológica, negó la deforestación provocada por el Tren Maya en las selvas del sureste mexicano y promovió los combustibles fósiles por sobre las energías limpias) y en política de drogas (nunca respaldó las decenas de iniciativas presentadas en el Congreso para regular el uso del cannabis).
Humanismo mexicano
Para el doctor en derecho e investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM Jaime Cárdenas Gracia, López Obrador sí fue un presidente de izquierda pero hay elementos en las políticas del saliente mandatario que resultan preocupantes si se les observa desde una perspectiva de izquierda.
“A mí me genera mucho cuestionamiento el tema de su relación con las Fuerzas Armadas, porque las Fuerzas Armadas, aunque él dice que son pueblo uniformado, pues tienen otras lógicas, otros sentidos de actuación, y eso a mí no me parece una política de izquierda”, señala el doctor en derecho por la UNAM y por la Universidad Complutense de Madrid, en la que también se especializó en derechos humanos.
Tampoco le parece una política de izquierda la reivindicación que hizo el presidente del T-MEC como herramienta de desarrollo, pues los acuerdos de libre comercio han resultado “terribles” para el campo mexicano y los agricultores.
Cárdenas Gracia es un académico y un político cercano a la Cuarta Transformación (4T) de López Obrador, quien en 2020 lo nombró director del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep), pero luego de cuatro meses renunció al cargo tras negarse a cumplir una instrucción del presidente que le pareció irregular sobre el cobro de un cheque por 2 mil millones de pesos que la Fiscalía General entregó para la rifa del avión presidencial.
De vuelta al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Cárdenas Gracia publicó el año pasado el ensayo “El humanismo de la Cuarta Transformación”, en el cual analiza el pensamiento político e ideológico de López Obrador como presidente.
El abogado indica que el presidente ha denominado su pensamiento como “humanismo mexicano”, el cual se inspiró en los evangelizadores que defendieron y protegieron la naturaleza humana y los derechos de los indígenas durante la conquista, así como en los postulados de los próceres de la Independencia Miguel Hidalgo y José María Morelos.
Explica que el recorrido histórico del humanismo mexicano que postuló López Obrador comprende también a los pensadores y políticos de la Reforma, a los teóricos previos a la Revolución, como los hermanos Flores Magón, a revolucionarios como Francisco I. Madero y a posrevolucionarios como Lázaro Cárdenas.
Todos ellos, asegura, “han puesto en el centro de sus políticas y de la transformación nacional al ser humano, principalmente a los más débiles y pobres, con el objetivo de sacarlos de la injusta postración en la que han vivido durante siglos”.
El propio López Obrador se ha definido como un “humanista” que se inspira en la grandeza cultural de México.
En una de sus conferencias de prensa mañaneras, el presidente se preguntó a sí mismo: “¿cuál es mi pensamiento?, ¿en qué me inspiro?”, y él mismo se respondió: “pues en lo que yo llamo humanismo mexicano”.
El doctor Cárdenas Gracia señala que ese discurso le fue muy útil a López Obrador, pues así evitaba hablar de la izquierda o de la derecha, y se centraba en el humanismo mexicano, que es un ideario “muy general, que comprende muchas variables, facetas, modulaciones y matices, y con el que la mayor parte de la población se sintió identificada”.
Respecto a los resultados de gobierno de López Obrador a la luz de su ideario político, el profesor de la División de Estudios de Postgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM señala que hay contrastes: por un lado, la política salarial y los programas sociales tuvieron un impacto en la reducción de la pobreza, pero por otro, hay temas como el manejo de la pandemia del covid-19, en los que faltaron “cálculo, prudencia y análisis”.
Al contrastar las posturas ideológicas de López Obrador y de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, Cárdenas Gracia señala que si bien ambos son progresistas que luchan por los pobres y en contra de la desigualdad, la sucesora del fundador de Morena está más a la izquierda en varios temas.
“Ella –dice el doctor en derecho-- le da mucha importancia a las políticas de género, es una ambientalista convencida, cree en la necesidad de promover el respeto a la diversidad sexual, y en todos estos temas marcará una diferencia con López Obrador. Al presidente le resultaban complicados estos asuntos, pero la doctora Sheinbaum se siente muy cómoda con ellos”.
Por eso, el legado ideológico del saliente mandatario lucirá cada vez más antiprogresista, más conservador y menos izquierdista.