Golpe a Excélsior
Luis Echeverría y Julio Scherer; un duelo entre el poder y la prensa
En la conmemoración del primer aniversario luctuoso del exmandatario y del Golpe a Excélsior, el historiador Arno Burkholder, ofrece una revisión sobre la relación entre el periodista y el presidente, que culminaría con la fundación de Proceso.CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–La historia del periodismo es cíclica; Luis Echeverría murió el 8 de julio, justo en el 46 aniversario del "Golpe a Excélsior" perpetrado en 1976. El episodio en que un grupo de infiltrados enviados por el gobierno asestó una embestida final” al equipo de reporteros, columnistas, caricaturistas, intelectuales y trabajadores que encabezó el periódico más importante de América Latina, bajo la dirección de Julio Scherer García.
En la conmemoración del primer aniversario luctuoso del exmandatario y del episodio emblema del periodismo mexicano y de la libertad de expresión, el historiador Arno Burkholder, ofrece una revisión sobre la relación Scherer-Echeverría y disecciona los acontecimientos de ese pasaje que culminaría en la fundación de Proceso.
En todos lo momentos en que fue cuestionado al respecto, el mandatario siempre negó su participación. Y es ahí donde el historiador hace énfasis en esa postura.
"Hay que recordar algo que parece que siempre olvidamos. La versión oficial choca con la realidad. Cuando uno empieza a indagar y se da cuenta de que las cosas no son como las cuenta el poder, esa verdad no se puede sostener".
Por ejemplo, señala que mientras dura la disputa entre ellos, a través de los hombres de la Secretaría de Gobernación empezaron a circular libelos que intentaban desprestigiar a Scherer y a sus colaboradores. Esos pasquines fueron Danny El Travieso y El Excélsior de Scherer, escritos por autores fantasmas que hacían críticas infundadas sobre los trabajadores de Excélsior. De esos libros, sobreviven pocos ejemplares, un par en la biblioteca del Colegio de México y de la Universidad Panamericana.
Pero respecto al papel entre el reportero y el político, el historiador afirma que es una relación simbiótica. Uno escrudiña y el otro lo utiliza como un canal de comunicación sobre sus propios logros. Y dice, "No se entiende a Echeverría sin Scherer y no puedes explicar el "Golpe a Excélsior" sin Proceso".
"Proceso nace por Echeverría, el primer número se lo dedica a él y de ahí no lo soltó nunca. Proceso no se entiende sin él, es uno de los protagonistas", dice el autor de “Los últimos honores: funerales presidenciales en México. 1945-2012”.
En su investigación La red de los espejos. Una historia del diario Excélsior, 1916-1976, Burkholder narra la historia del diario en cinco capítulos. En el pasaje "El Olimpo fracturado”, cuenta los hechos que llevaron a la salida del diario del periodista y su equipo, ante el creciente descontento del gobierno por la línea editorial del periódico.
"Una vez que salen de Excélsior, Vicente Leñero ofrece una versión que se convertirá, si no en el libro más importante del periodismo mexicano, sí en el más famoso y ahí ofrece a partir de la visión del reportero los acontecimientos que derivan en la salida de Scherer y su equipo. Pero Scherer tiene la conciencia de que tiene que dar su versión, por eso a lo largo de los años escribe y ofrece nuevas piezas del rompecabezas".
La obra de Burkholder tiene el eje de análisis en la afirmación del escritor Jorge Ibargüengoitia, quien afirmaba que “los periodistas hablan tanto del poder y están tan en contacto con el poder, que llegan a creer que lo tienen”.
Publicado en 2016 por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en su “Colección Comunicación”, La red de los espejos. Una historia del diario Excélsior, 1916-1976, es el resultado de la investigación doctoral de Burkholder, quien consultó el archivo de la Cooperativa de Excélsior, resguardado en el Archivo General de la Nación (AGN), donde encontró documentos prácticamente desconocidos hasta ahora, como el archivo de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), donde comprobó el interés que el servicio secreto tuvo en algunos momentos hacia la cooperativa.
"Desde que Echeverría está en la Secretaría de Gobernación en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, conoce la crisis que vivía el diario por los problemas propios de una empresa periodística y sobre la sucesión que, más tarde ganaría Scherer García. Él conocía todo por los reportes e informes gracias al espionaje de la DSF. Eso le permite tener una radiografía de lo que pasa y más tarde, esa información le permitiría concretar, gracias a su alfil Regino Díaz Redondo la salida del periodista. Hay que recordar que una de las partes de la maniobra empieza en 1972, con el boicot publicitario que encabeza el empresario Juan Sánchez Navarro. El presidente lo sabía".
Al ser cuestionado sobre si existiera la posibilidad de que volviera a ocurrir un episodio similar, Burkholder lo rechaza. "Hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador hace todas las mañanas una crítica a quienes no están con él, pero lo hace de frente, los exhibe. No hay alguien con el nivel de manipulación de Echeverría, no sólo era el titiritero, era el cirquero".
"Que Echeverría muera el mismo día que en el aniversario del Golpe a Excélsior es una coincidencia. Marcó la historia y esto permite revaluar la relación de la prensa con el poder. Pero Scherer y Echeverría se necesitaban, hoy esa relación podría ser cuestionable, pero era otra época, hay múltiples intereses, múltiples circunstancias. El periodista hacía una radiografía del poder y el presidente creía que mientras más crítica hubiera, más le serviría a su propio programa".
Burkholder aventura que a ahora, a la distancia, "habría que hacer una revisión del papel de Echeverría en la construcción del periodismo moderno, sin su presencia y el ataque que perpetró, no se explica la creación y el papel de los medios como hoy lo entendemos".
Pero deja claro algo en la relación Scherer-Echeverría. "El reportero construyó y consiguió a lo largo de los años aliados que le permitieron crear Proceso, gracias a su labor crítica al frente de Excélsior; en cambio, el presidente se buscó enemigos en todas partes, quedó en el desprestigio".
El poder; un juego de infancia
Ya desde niño soñaba con el poder. Luis Echeverría Álvarez jugaba con su hermano Rodolfo a intercambiar la banda presidencial y se la ponía como si fuera el mandatario entrante. Nació el 17 de enero de 1922 con la sombra de la Revolución Mexicana y la leyenda de las hazañas de sus generales.
El día que se anunció la Expropiación Petrolera en 1938, Echeverría siendo estudiante acudió a las manifestaciones en apoyo de la decisión del general y la política del Estado para defender el petróleo de las manos extranjeras. “Los que fuimos seguimos pensando en la gran figura histórica de Lázaro Cárdenas, no solamente por eso, sino fundamentalmente por eso”, comentó alguna vez.
La admiración por el general era tal, que en su cuarto tenía un cuadro de una fotografía donde se ve al político firmando los papeles del reparto agrario a los campesinos, una imagen icónica dentro del sincretismo cardenista. Años después, Echeverría, ya siendo el candidato electo formaría junto con Gustavo Díaz Ordaz la primera guardia de honor ante el féretro que contenía los restos de Cárdenas.
El protagonismo le gustó siempre, cuando ocurrió el magnicidio de Luis Donaldo Colosio en 1994, Luis Echeverría hizo su última aparición en un evento político, se paró frente al ataúd del candidato presidencial en la guardia de honor; más tarde el líder histórico del PRI, Jesús Reyes Heroles le diría: "su tiempo político se acabó".
El 8 de julio de 2022 falleció en el abandono, relegado y despojado del poder que alguna vez detentó. En la casa de Cuernavaca, donde vivió los últimos años, estaban su enfermera y algunos empleados. La noche en que murió ninguno de sus hijos se encontraba con él.