Bomba atómica
La bomba de Nagasaki. García Márquez y Kurosawa, una conversación
El 14 de septiembre de 1998, Proceso reprodujo el diálogo que tuvieron en la capital japonesa el escritor Gabriel García Márquez y el cineasta Akira Kurosawa. La película “Oppenheimer”, con su enorme difusión en todo el mundo, ha traído de nuevo a nuestros días el tema de la bomba a Hiroshima y Nagasaki. Estos son fragmentos sustanciales.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Admirador de la obra cinematográfica del más connotado de los cineastas japoneses, Akira Kurosawa, el novelista Gabriel García Márquez acudió al encuentro en Tokio en 1990 gracias a un amigo común, donde efectuaron una larga plática.
El propósito original era hablar de la pertinencia de llevar los temas literarios al cine, sobre lo cual el novelista colombiano del realismo mágico tenía absoluta reticencia, y coincidió con el realizador. Pero la conversación tomó un giro inesperado debido a que en ese momento Kurosawa esperaba la llegada de un tifón anunciado para concluir “Rapsodia en agosto” (con actuación de Richard Gere), la cinta sobre la bomba atómica que Estados Unidos dejó caer sobre la población de Nagasaki, poniendo fin a la segunda Guerra Mundial.
Un tema que hoy, en concordancia con la guerra Rusia-Ucrania, repuso para la discusión mundial la película “Oppenheimer”, en torno al físico creador de esa arma nuclear.
El texto fue precedido por estas líneas introductorias del colombiano autorizando la publicación a Proceso:
“Esto no es una entrevista. Es parte de dos conversaciones que sostuve en Tokio con el director de cine japonés Akira Kurosawa en octubre de 1990 (…). Se habló de muy diversos temas en algo más de seis horas, y la conversación fue grabada (…) por pura curiosidad, pues ninguno de nosotros pensó que fuera publicable. Uno de los temas fue la película que Kurosawa filmaba en ese momento, "Rapsodia en agosto", presentada en el Festival de Cannes, con un gran éxito de público y de crítica, y con el disgusto de algunos periodistas de Estados Unidos que la consideraron agresiva contra su país.”
* * *
–García Márquez: ¿Pero qué clase de película es ésta que lo mismo tiene problemas de hormigas que de tifones? ¿Cuál es el argumento?
–Akira Kurosawa: Es muy difícil resumirlo en unas cuantas palabras.
–GM: ¿Alguien mata a alguien?
–AK: No. Se trata simplemente de una anciana de Nagasaki, que sobrevivió a la bomba atómica, y cuyos nietos fueron a visitarla en el verano pasado. No he filmado escenas tremendistas que resultarían insoportables y que, sin embargo, no explicarían por sí mismas el horror del drama. Lo que quisiera transmitir es el tipo de heridas que dejó la bomba atómica en el corazón de nuestra gente, y cómo se fueron cicatrizando. Yo recuerdo bien el día de la explosión, y todavía hoy no puedo creer que aquello haya ocurrido en la realidad de este mundo. Pero lo más terrible es que los japoneses ya lo echaron al olvido.
–GM: Para el futuro del Japón, para la identidad de los japoneses, ¿qué significa esa amnesia histórica?
–AK: Los japoneses no lo hablan en forma explícita. En especial nuestros políticos callan por temor a los Estados Unidos. Tal vez se conformen con la explicación de Truman de que apeló a la bomba atómica sólo por apresurar el fin de la guerra mundial. Sin embargo, para nosotros la guerra continúa. Oficialmente se publicó que el número total de muertos en Hiroshima y Nagasaki fue de 230,000. Pero en realidad hubo más de medio millón. Y todavía en este momento hay 2,700 personas en el Hospital de la Bomba Atómica, esperando morir por las secuelas de la radiación después de cuarenta y cinco años de agonía. Es decir: la bomba atómica sigue matando japoneses.
–GM: La explicación que parece más racional es que los Estados Unidos apresuraron el final con la bomba por el temor de que los soviéticos se tomaran al Japón primero que ellos.
–AK: Sí. Pero ¿por qué lo hicieron en una ciudad donde sólo había civiles que no tenían nada que ver con la guerra? Había concentraciones militares que realmente la estaban haciendo.
–GM: Tampoco la tiraron en el Palacio Imperial, que debía ser un espacio muy vulnerable en el corazón de Tokio. Y me parece que todo eso se explica porque querían dejar intactos al poder político y al poder militar para hacer una negociación rápida sin tener que repartir el botín con sus aliados. Es una experiencia que ningún otro país tuvo en toda la historia de la humanidad. Ahora bien: si Japón se hubiera rendido sin la bomba atómica, ¿sería hoy el mismo Japón que es?
–AK: Es difícil saberlo. Las personas que sobrevivieron en Nagasaki no quieren recordar su experiencia porque la mayoría de ellas, para sobrevivir, tuvieron que abandonar a sus padres, a sus hijos, a sus hermanos. Todavía no pueden dejar de sentirse culpables. Luego, las fuerzas estadunidenses que ocuparon el país durante seis años influyeron por muchos medios para acelerar el olvido, y el gobierno japonés colaboró con ellos. Yo estaría dispuesto, inclusive, a entender todo eso como parte de la inevitable tragedia generada por la guerra. Pero creo que, por lo menos, el país que tiró la bomba debe presentar disculpas al pueblo japonés. Mientras eso no suceda, este drama no habrá terminado.
–GM: ¿Hasta ese punto? ¿No se podría compensar la desgracia con una larga era de felicidad?
–AK: La bomba atómica constituyó el punto de partida de la guerra fría y de la carrera armamentista, y marcó el principio del proceso de creación y utilización de la energía nuclear. La felicidad no será nunca posible con ese origen.
–GM: Ya veo: la energía nuclear nació como una fuerza maldita, y una fuerza que nace maldita es un tema perfecto para Kurosawa. Pero a mí lo que me preocupa es que usted no está condenando a la energía nuclear por sí misma, sino por el mal uso que se le dio desde el principio. La electricidad sigue siendo buena a pesar de la silla eléctrica.
–AK: No es lo mismo. Yo pienso que la energía nuclear está fuera de las posibilidades de control que puede establecer el ser humano. En el caso de que se cometiera un error en el manejo de la energía nuclear, el desastre inmediato sería inmenso, y la radiactividad permanecería por cientos de generaciones. En cambio, cuando está hirviendo el agua, basta con dejarla enfriar y ya no será peligrosa. Dejemos de usar elementos que siguen hirviendo por centenares de miles de años.
–GM: La fe que le tengo al ser humano se la debo en gran parte a las películas de Kurosawa. Pero también comprendo su posición por la terrible injusticia de que hayan usado la bomba atómica solamente contra los civiles, y porque norteamericanos y japoneses se hayan confabulado para que el Japón la olvide. Pero me parece igualmente injusto que la energía nuclear se considere maldita para siempre, sin pensar que puede prestar un gran servicio civil a la humanidad. Hay en eso una confusión de sentimientos que se debe a la irritación que usted tiene porque sabe que el Japón ha olvidado, y porque los culpables, que son los Estados Unidos, no han terminado por reconocer su culpa y por darle al pueblo japonés las excusas debidas.
–AK: El ser humano será más humano cuando tenga conciencia de que hay aspectos de la realidad que no puede manejar. Creo que no tenemos derecho de generar niños sin ano ni caballos con ocho patas, como está ocurriendo en Chernobil. Pero ahora me parece que esta conversación se ha vuelto demasiado seria, y no era ésa mi intención.
–GM: Hemos hecho bien. Cuando los temas son tan serios como éste no hay más remedio que tratarlos en serio. ¿La película que está terminando arroja luces sobre su pensamiento en este asunto?
–AK: No en forma directa. Yo era un joven periodista cuando tiraron la bomba, y quería escribir artículos sobre lo que ocurrió, pero estuvo totalmente prohibido hasta que terminó la ocupación. Ahora, para hacer esta película, me puse a investigar y estudiar el tema, y sé mucho más que entonces. Pero si hubiera expresado mi pensamiento directamente en la película, no habría podido exhibirse en el Japón actual, ni en ninguna parte.
–GM: ¿Usted cree que sería posible publicar la transcripción de este diálogo?
–AK: No tengo inconveniente. Al contrario. Es un tema sobre el que muchas personas en el mundo deben opinar sin restricciones de ninguna clase.
–GM: Muchas gracias. A fin de cuentas, creo que si yo fuera japonés sería tan intransigente como usted en este tema. Y de todos modos lo comprendo. Ninguna guerra es buena para nadie.
–AK: Así es. Pero lo malo es que cuando empiezan los tiros, hasta Cristo y los ángeles se convierten en jefes del Estado Mayor.