Carlos Monsiváis

Segunda jornada “La ciudad y Monsiváis”: mesas, conferencias y diálogos

La jornada promovida por Espacio Cultural Infonavit inició la semana pasada con la inauguración de un diálogo a cargo de quien fuera su amiga y Premio Cervantes de Literatura, Elena Poniatowska.
viernes, 12 de mayo de 2023 · 12:23

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En el segundo programa de actividades de “La ciudad y Monsiváis” se realizaron cuatro actividades a lo largo del día con personajes e intelectuales cercanos al autor de Apocalipstick, se charló en torno a la visión del escritor ante desastres como el sismo de 1985, su aportación a los derechos humanos, al cronismo moderno, el periodismo, la cultura popular, su memoria fotográfica  y el cine.

La jornada promovida por Espacio Cultural Infonavit inició la semana pasada con la inauguración de un diálogo a cargo de quien fuera su amiga y Premio Cervantes de Literatura, Elena Poniatowska.

La Conferencia Magistral de este día la arrancó el monero Rafael Barajas “El Fisgón”, quien afirmó que era dificil definir quién era Monsiváis debido a lo que calificó sus “multiples rarezas” y cualidades que tenía como escritor:

“Hay que agregar que además de pensador riguroso y complejo también era muy popular, recuerdo que en varias ocasiones cuando salimos de un evento llegaba la gente y lo saludaba, lo apapachaba, y al final me dijo ‘toda esta gente no me lee’, el creía que no lo leían, pero publicaba en Unomasuno, Proceso, La jornada, Esto, en todos lados y en los periódicos populares, y además escribía sobre temas que tocaban a la gente, el cine, Pedro Infante, un personaje curioso, con una inteligencia sofisticada que tenía vinculos con la academia y el pensamiento popular.

“Cómo explicar la popularidad de un personaje tan complejo e incómodo y he tratado de entender cómo se daba ese fenómeno, le atribuyen a su sentido del humor, y sí también había algo de eso, de ahí también vienen sus aforismos… tenía un nivel de exposición que no se entiende pero se debe a que fue el intelectual público más importante de México de finales del siglo XIX y principios del XX”.

Del sismo a la libertad de expresión

La siguiente charla fue la “Mesa Terremoto 85- En colaboración con Proceso”, en donde el director de este semanario, Jorge Carrasco, y el escritor y sociólogo Jezreel Salazar conversaron en torno a los textos y aportaciones de Monsiváis ante lo sucedido después del sismo de 1985, apuntando que como colaborador de esta revista dejó dos textos consecutivos, escritos días después en Proceso (#464 y 465).

Carrasco afirmó:

“Monsiváis fue parte de nuestra casa editorial durante años, no solo nuestro colaborador, escritor permanente, sino una voz importante en las decisiones de la revista Proceso, parte de un diálogo que iluminaba y ampliaba visiones, no me tocó estar ahí pero sin duda fue un pulso constante, sus ojos y su pluma… Hay mucho que descubrir aún de Carlos Monsiváis”.

Y más adelane Salazar recordó que cuando sucede el golpe a Excélsior, acompaña a Proceso como fundador, colaborador, crítico, “a medios como Unomasuno, La Jornada, es significativo que su proyecto se desarrolla al tiempo de publicaciones de corte liberal, con prespectiva crítica, de información y reflexión que antes no había y era fundamental”.

Ese tema dio punto de partida a otros más, desde periodismo, derechos humanos, libertad de expresión, el Movimiento Estudiantil de 1968, la violencia, política, feminicidios, narcotráfico, todos ellos de interés y compromiso del cronista.

Monsiváis: la crítica y la crónica

En la siguiente charla, “El género Monsiváis: la crítica y la crónica esutdieron el editor Joaquín Díez-Canedo, el periodista Javier Aranda, el literato y editor Rubén Sánchez Monsiváis y el comunicólogo Alberto Tavira.

En su turno Javier Aranda recordó a Monsiváis como el “google maps” de la cartografía cultural y la arqueología tanto literaria como política, dijo “la mirada de Carlos era fotográfica, así leía y así miraba al mundo, de cada instantánea tomaba lo esencial, recuerdo haberlo visto pasar la página de un periódico como si buscara algo, en realidad estaba leyendo, capturando, miraba las páginas y podía recitar con puntos y comas, por eso podía leer un libro al día y ver tres películas también”.

En el turno de Díez-Canedo --quien agradeció al editor de Cultura de Proceso, Armando Ponce, por conectarlo con esta actividad--, relató su experiencia como editor de Monsiváis en el Fondo de Cultura Económica, y en especial recordar el libro “Las esencias viajeras” (2012), con prólogo de Antonio Saborit. Dijo:

“Era un libro en el que Carlos estaba un poco desgarrado entre su atención a lo inmediato, pues todo el mundo lo solicitaba para eso, sobre ¿qué estaría haciendo ahora? se complica ahora y de ahí el ‘cuánta falta nos hace’. No le tocó ser tuitero o hacer memes, pero creo que los memes proliferan en sus escritos.

“En Las Esencias Viajeras comenta Saborit esta esclativud de Carlos a los plazos de entrega ante lo inmediato, y por el otro a su gran intéres, careció de tino Enrique Florescano cuando lo invitó al Seminario de historia del INAH porque también tenía esa vena, un poco complicado de atender por todo lo nuevo que tenía que decir. Pero el libro tiene ensayos sobre Borges, Neruda, que se queda como una imposibilidad y sin embargo plagada de sugerencias e ideas brillantes”.

En su turno Sánchez Monsiváis hizo precisiones respecto a datos biográficos de Carlos: “En su autobiografia que calificaron de precoz publicada en Empresas Editoriales en la Colección de siglo XX, escribrió: “desde un  principio la burguesía me acogió en su seno, y demás símbolos de un ascenso de una clase”, mucho se ha insistido que nació en la pobreza, cuando en realidad fue clase media, nunca fue rico pero tampoco pobre.

“Se ha tomado también al pie de la letra que de chico se le llevó de La Merced a la colonia Portales, aclaro que vivió en La Merced, pero solo vivió un año… más adelante se agrega en esa autobiografía que la migración fue por temas religiosos, lo cual tampoco fue cierto… Carlos sufrió el acoso de otros niños, como dijo Pitol ‘supo que era ser desde niño parte de una clase minoritaria’”, entre otros detalles.

En el caso de Tavira recordó cómo conoció a Monsiváis a través de un amigo mutuo, de su forma de ser ligera, y su interés por todo, además de recordar las entrevistas que le hizo en diversas revistas, “no le gustaba verse, pero sí ver su colección del Estanquillo publicada, creo que después de los gatos y los libros su otro amor era su colección…

“Monsiváis dejó la constancia de un México que ya no existe”.

El cinéfilo y especialista en el séptimo arte

El historiador y académico chicano David R. Maciel y los críticos mexicanos de cine Rafael Aviña y Carlos Bonfil recordaron a Carlos Monsiváis como cinéfilo y especialista del séptimo arte en el Espacio Cultural Infonavit.

Maciel, autor de “Carlos Monsiváis: Reflexiones acerca del cine mexicano”, definió al periodista y ensayista mexicano, fallecido en el 2010, como “el gran historiador cultural del cine mexicano”. Y especificó que casi no se incluían los textos del cine mexicano que Monsiváis escribió en diversas revistas:

“Dejó una serie de semblanzas que son una joya. Incluso, era un gran promotor del cine mexicano en sus conferencias. Yo comencé a estudiar el cine mexicano por Monsiváis. Y una de sus grandes aportaciones es su contextualización histórica. También da una introspectiva de aquellos íconos al decirnos cosas que no se han dicho de Germán Valdés ‘Tin Tan’, Dolores del Río y María Félix, en fin”.

En tanto, Bonfil recordó la extraordinaria memoria del autor de la columna “Por mi madre bohemios”:

“Si dejamos un poco de lado su enorme afición por la poesía,  bien era sabido que él era capaz de recitar largos poemas, del mismo modo que pasajes enteros de la ‘Biblia’, otro terreno en que solía ejercitar su memoria de modo asombroso era, por supuesto, el cine. Mi primer recuerdo de sus proezas mnemotécnicas remonta la época en que con la impertinencia de mis 20 años, muy post-68, lo reté durante nuestro primer encuentro amistoso a enumerar parte de los créditos de alguna cinta hollywoodense cualquiera.

“Le propuse ‘Lo que el viento se llevó’, y acto seguido, con una sonrisa maliciosa, se aplicó a escribir detrás de un mantel de papel de Vips un listado enorme de nombres,  desde el director y el guionista hasta segundas figuras y técnicos de esa película”.

De regreso a casa, entonces Bonfil comparó su lista con la ficha completa en un libro, “y salvo dos o tres detalles, la información era exacta”, y  le advirtió divertido días después: ‘No vuelvas a dudar de mi memoria’”.

Después, Bonfil, subrayó:

“Muchas  personas se preguntan si Carlos Monsiváis fue o se asumió cómo crítico de cine. Posiblemente no, en el sitio de practicar dicho oficio con la  regularidad y entrega de quien mantiene un contacto continuo con sus lectores de cine,  y que eventualmente recopila él mismo sus ensayos o artículos en unos múltiples volúmenes; aunque ciertamente sí, en el sentido utilizado por el estudioso Miguel Capistrán,  quien evoca una frase del francés Albert Thibaudet para hablar de ese oficio,  y lo relaciona con el trabajo crítico del poeta Javier Villa Urrutia. Dice: ‘La crítica contiene el arte de sentir el placer y compartirlo’. Monsiváis compartió en efecto su curiosidad y sus entusiasmos cinéfilos con varias generaciones de amigos, y lo hizo de un modo siempre generoso”.

Mientras que Aviña, quien también ha sido investigador de la Cineteca Nacional, señaló que debutó en marzo de 1990  como crítico de cine al mismo tiempo que Monsiváis inició la crítica fílmica. Además rememoró que Monsiváis repetía diálogos completos de películas:

“Poseía un placer y gusto por la película ‘Nosotros los pobres’, de Ismael Rodríguez, y ‘Los olvidados’, de Luis Buñuel. Y mencionaba todo el reparto con los nombres de los personajes. También le gustaba el cine de gánsters y el cine policiaco nacional. Y sí, gustaba mucho del cine estadunidense, pero a partir de los años noventa empezó  a redescubrir al cine mexicano”.

Aviña igual destacó las actuaciones de Monsiváis en el cine nacional, como en “Los caifanes” (1967), de Juan Ibáñez, donde interpretó a un Santa Claus borracho.

Al final expresó que a Monsiváis igual le interesó mucho la nota roja.

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