Cine
“Recursos humanos”
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición ya es mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Aunque Jesús Magaña (1975) comenzó su carrera dirigiendo cortos orientado a temas transculturales y políticos, las historias de relaciones de pareja, obsesiones y fantasías que terminan por hacer imposible el encuentro revelan la vocación de un cineasta mejor atraído por comedias y dramas de laberintos eróticos.
Títulos como Eros una vez María (2006) o Alicia en el país de María (2014) anuncian los juegos psicológicos en los que se pierden su personajes; desencuentros, accidentes, espejismos, sobre todo en los personajes masculinos, evocan un tanto el cine asiático contemporáneo, sin llegar a la intensidad del tormento mental y el expresionismo de realizadores como Kim Ki-duk o Shinja Tsukamoto (Vital), influencias o coincidencias en su trabajo.
En Recursos humanos (México/Argentina, 2022), Magaña orquesta una serie de cruces y combinaciones de parejas que se arman y desarman, traiciones y juegos de poder donde cada cual manipula para sacar provecho, o vengarse de colegas de la compañía.
Gabriel Lynch (Pedro de Tavira), empleado de una empresa, en el colmo de la frustración y el apocamiento, toma el poder por asalto; para ello se convierte en una especie de terrorista burócrata; en el baile de empleados y desempleados, puestos y repuestos, su objetivo es destruir al gerente, Constantino (Giuseppe Gamba), un junior de antología: coche deportivo, ropa y lentes de marca, y muchísima cocaína.
Se trata de la adaptación de la novela del mismo nombre de Antonio Ortuño, escritor mexicano que ha ido imponiéndose como gran prosista en las letras latinoamericanas; publicada por Anagrama, la obra narra la batalla de un solo hombre, no sólo contra la empresa, sino contra una maquinaria social organizada para triturarlo.
La verborrea de Lynch repele y seduce; el estilo de Ortuño es contundente, transmite la sensación de un engranaje triturador; el lector se halla desprevenido ante los efectos de una prosa exuberante y bien organizada, que respira por sí misma.
Importa mencionar el efecto del estilo de Ortuño para entender un tanto la intención de Jesús Magaña en crear su propio estilo visual y narrativo en la escenificación, mérito que hay que reconocerle. De otra manera, Recursos humanos se sentirá demasiado pretenciosa, que, bueno, sí que lo es, pero ese manejo de negro y blanco, fotografía estilizada, buen logro de Alejandro Cantú, propone un espacio abstracto entre una escena de teatro y una mente, la de Lynch.
Ésta, al igual que el habla de los personajes –contraste entre un español mexicano y un argentino, entre Buenos Aires y Córdoba–, sugiere una forma dislocada. La cinta fue rodada principalmente en Argentina.
El recurso a la famosa cuarta pared (el actor se dirige al espectador), moda que impuso alguna serie de Netflix, exaspera y cansa; un personaje antipático como Lynch puede revelar sus intenciones hacia el público, a la manera de un Ricardo III, pero habría que dosificarlo; la consecuencia es que un buen actor, Pedro de Tavira, se proyecta con tanta intensidad contra esta cuarta pared que no logra interiorizarse por completo.
Todo lo contrario ocurre con Giuseppe Gamba, quien aprovecha al máximo los lentes oscuros de junior drogo y es estupendo en su habla de junior asustado e incapaz.