Teatro

“El viento en el violín” y las nuevas formas de ser familia

“El viento en el violín”, dirigida por Christian Magaloni, es una obra de teatro donde los personajes hablan por sí mismos y la mirada del autor permea apenas en la intención y en el tratamiento donde el amor y la comprensión hacia sus personajes es visible.
martes, 5 de abril de 2022 · 13:22

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Dos familias enredadas entre sí, sin saberlo; mujeres buscando con intensidad el amor expresado en el deseo de un hijo, o en darle la felicidad, o en encontrarla. Claudio Tolcachir, en “El viento en el violín”, aborda con humor ácido y festivo a la vez las relaciones familiares. Las situaciones las muestra sin prejuicios, florituras ni discursos; simplemente las acciones y los comportamientos que develan el carácter y la evolución de cada uno de los personajes.

“El viento en el violín”, dirigida por Christian Magaloni, es una obra de teatro donde los personajes hablan por sí mismos y la mirada del autor permea apenas en la intención y en el tratamiento donde el amor y la comprensión hacia sus personajes es visible. Así como quedan claras las intenciones de cada uno de ellos, podemos ver sus motivaciones, sus anhelos o sus confusiones.

Una pareja de chicas jóvenes anhela tener un hijo, y es capaz de llegar a situaciones extremas para lograrlo. La madre de una de ellas no entiende esa relación, pero cumple su trabajo como trabajadora del hogar lo mejor que puede. Atiende a una madre sobreprotectora que está dispuesta a meterse hasta la cocina con el afán de hacer que su hijo, ya un adulto, crezca y se realice, y un psicoanalista sin escrúpulos rebasa los límites de la confidencialidad orillado por las circunstancias en las que se ve envuelto.

Las madres de esta historia son interpretadas con maestría en el humor por Mercedes Hernández –la funcionaria pública, caótica e imperativa–, y la trabajadora del hogar por Mahalat Sánchez. Esta dupla de actrices nos hacen reír y disfrutar al máximo situaciones que llegan al límite, por lo que también se van transformando.

Los personajes no están quietos. Ambas desarrollan una complicidad entre ellas y al mismo tiempo una situación de dominio de una sobre la otra. Hay dominio pero también cariño, y en este afán de seguir los instintos de cada uno de los personajes los llevan a lugares liberadores y aceptantes de su realidad.

Las jóvenes enamoradas son bien interpretadas por Assira Abatte en el papel de la novia dura, y Ariana Sacristán que interpreta a la hija de la trabajadora del hogar más débil e inocente, pero con una claridad de lo que quiere. Claudio Tolcachir rompe con los estereotipos y las normas sociales establecidas, y ellas pueden violentar a un joven con tal de cumplir sus objetivos, sin que deje de ser condenado.

Los roles y las formas de relacionarse en El viento en el violín, no son las que en nuestra sociedad suelen llamarse políticamente correctas, y los personajes tienen varias caras, como el hijo de Mercedes, interpretado por Daniel Mandoki, quien con una soberbia impresionante intenta convertirse en el adjunto de su psicoanalista y creer que él es capaz de superarlo. La soberbia insoportable y al mismo tiempo cómica se ve modificada por los eventos que le suceden y que su mamá intenta resolver impositivamente. Su psicoanalista, un joven interpretado con justeza por Roberto Beck, es incapaz de manejar este aire de superioridad de su paciente y se ve orillado a hacer cosas que no quiere.

La buena dirección de Christian Magaloni y la adaptación del texto de Jimena Eme Vázquez hacen que la naturalidad y la precisión en los textos y los movimientos nos lleven ágilmente y con verdad escénica por todos los giros dramáticos que la obra da. El autor teje con maestría la historia, y si bien en un principio se presentan de manera aislada, en el devenir los hilos se entremezclan hasta formar un nuevo tejido fuera de cualquier norma social y en beneficio de la felicidad de los personajes.

La escenografía e iluminación de Juan Hernández se lleva a cabo en un dispositivo genial de paredes que se mueven, que suben y bajan, que acotan cada espacio para luego unificarlos según los requerimientos de la propuesta.

El viento en el violín se presenta en el teatro Milán, con gran aceptación del público.

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