Cultura
Claudio Lomnitz: “La identidad nacional, necesaria”
Entre sus libros destacan Idea de la muerte en México (2005) y Nuestra América: utopía y persistencia de una familia judía (2018). En 2016, la Fundación Alexander von Humboldt lo distinguió con su más alto galardón.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El pasado viernes 5 de marzo ingresó formalmente al Colegio Nacional el historiador y antropólogo social chileno-mexicano Claudio Lomnitz, de 64 años, ofreciendo su lección inaugural Tejido social rasgado, con presencia de Alejandro Frank, presidente de dicha institución, y respuesta de José Ramón Cossío, miembro de la misma.
Claudio Lomnitz es reconocido en el ámbito científico tanto por sus contribuciones al conocimiento antropológico de la sociedad mexicana, como por sus aportaciones generales a la teoría y métodos para el estudio del nacionalismo, la antropología del Estado y de las sociedades nacionales. Entre sus libros destacan Idea de la muerte en México (2005) y Nuestra América: utopía y persistencia de una familia judía (2018). En 2016, la Fundación Alexander von Humboldt lo distinguió con su más alto galardón.
Estos son fragmentos de la entrevista realizada por nuestro reportero de la agencia Apro, Roberto Ponce, al profesor Claudio Lomnitz-Adler.
***
“Para mí es un enorme honor y una gran alegría ser parte del Colegio Nacional, y tener la oportunidad de dar cursos públicos. Esa es mi ilusión, espero poder cumplir ese cometido porque me parece que hay insuficiente promoción de las ideas de la antropología social al público en los últimos años, así que es fantástico tener un púlpito así para avanzar en este tipo de trabajo y una discusión que sea accesible a todo tipo de público.
Respecto a estar ocupando la cátedra que por años tuvo Miguel León Portilla en el Colegio Nacional, Claudio Lomnitz señaló:
“Yo sé, porque más sabe el diablo por viejo que por diablo, que los méritos de León-Portilla son suyos y los que yo pueda acumular serán los míos. Habiendo dicho eso, sé que Miguel León-Portilla supo hacer algunas cosas que a mí me gustaría aprender; específicamente, fue una persona que supo movilizar su conocimiento como historiador y su trabajo de hacer intervenir desde las humanidades en lo público, lo cual me parece absolutamente ejemplar. Ahí sí me gustaría tratar de emular dentro de mis posibilidades, que son menores a las que él tuvo, pero dentro de las mías pues, ese aspecto del trabajo de él.
Entre candilejas
--Pasemos a una pregunta amable. ¿Cuál fue su relación con Alberto Lomnitz en la dramaturgia?
--¡Tengo muchas ganas de embarcarme en otra obra teatral! Sí, mi hermano y yo empezamos a colaborar hace poco más de diez años de una manera medio divertida; porque yo le contaba de una investigación que estaba yo haciendo sobre intelectuales y el poder en el Porfiriato y me dijo: “Oye, suena como que podría ser una obra de teatro, ¿por qué no escribimos algo juntos? Y así nos vemos porque nunca nos vemos”.
Suelta una carcajada el nacido un 2 de junio de 1957 en Santiago.
“Entonces le dije: ‘Bueno, ¡veámonos!’, y escribimos El verdadero Bulnes (Premio Nacional de Dramaturgia 2010). El personaje es una figura fascinante, polémica, si bien la obra tiene tres personajitos centrales: Francisco Bulnes, José Yves Limantour y Justo Sierra. Todos eran intelectuales del régimen, digamos, pero de muy distintas maneras realmente, a través de las diferencias la obra es una meditación sobre intelectual y poder, yo aprendí muchísimo sobre la diferencia de escribir teatro y escribir historia, por ejemplo. Me encantó. Siento que el teatro es pura acción, puro tiempo, ¿verdad?, no hay descripción prácticamente como en la historia, la antropología, la etnografía, formas de escritura muy cargadas de descripción, de análisis. Quedé muy fascinado y lo encontré también más filosófico que el escribir historia.
“Yo había pensado escribir un ensayo sobre Bulnes y al final escribimos esa obra juntos mi hermano y yo. Más recientemente (2018) vino La gran familia, que es una obra de teatro musical, que nuevamente se basó también en una investigación que yo estaba haciendo en torno a la razzia policíaca en un hospicio de Zamora, Michoacán, que tenía esta persona muy conocida, Rosa del Carmen Verduzco o Mamá Rosa. La hicimos en colaboración con grandes músicos mexicanos, de ahí que me quedara yo muy picado… Armar una obra de teatro es complicado porque es un trabajo de colaboración y yo había trabajado solo (ríe con ganas), me cuesta trabajo la colaboración. La verdad que fue muy entusiasmante. Me encantaría y me gustaría hacer más, tengo algunas ideas, pero no sé si tendremos la oportunidad. No es tan fácil poner una obra.
México, sin cultura ni educación
--Su interés y curiosidad por la investigación abarca amplitud de disciplinas. ¿Qué papel juegan la enseñanza de la filosofía, el civismo y la música para los adolescentes y la juventud mexicana hoy cuando se dan clases virtuales?
--Yo pienso que México (y en general, es una característica en América Latina, no necesariamente los Estados Unidos), en mi experiencia, nunca he sentido que sea un país con una fuerte veta intelectual por la educación, pienso en algunos revolucionarios como Pancho Villa quienes le tenían mucho respeto a la importancia de la educación, él se la deseaba a los demás y siempre se lamentó mucho sólo haber cursado hasta segundo año de primaria.
“México tiene como en la base, digamos, un cierto cariño por la educación, por el conocimiento, por cultivarse; pero al mismo tiempo ha habido cierto menosprecio respecto los educadores. Se ha permitido, por ejemplo, que en lugar que haya la clase de civismo se lean artículos de la Constitución; en clases de música se requiere que la gente vaya experimentando y realmente, en el mejor sentido de la palabra, con ella; pienso que la educación se ha vuelto muy de trámite, no lo suficiente en cuanto a experiencia y de pensar las cosas. Me da la sensación que estas clases por televisión o computadora son sumamente injustas porque no sabemos si una niña o niño viendo televisión algo pueden sacar de ahí…
“Me parece bien preocupante la situación de la educación, no es una cosa peculiarmente mexicana de ninguna manera; pero sí le atañe mucho a México y creo que hay algunas cosas que la sociedad mexicana no se ha sentado a reparar como la falta de inversión seria en cultura y educación, realmente ahí hay una especie de falsa conciencia pensar que en México se invierte muchísimo pero realmente se invierte menos de lo que se necesita.”
Antisemitismo
--Usted escribió los orígenes de su familia judía en Nuestra familia. He estado viendo que la juventud alemana conforme a muy recientes videos de Deutsche Welle sigue estigmatizando a los judíos. ¿En México considera que también exista antisemitismo y se estigmatiza a los judíos como usureros o traidores de Cristo, por mencionar unas pocas generalizaciones?
--Creo que sobre el antisemitismo hay como dos grandes tradiciones. Una más antigua que se puede llamar anti-judaísmo. Tiene que ver que los judíos le dieron la espalda a uno de los suyos, que era Jesús. Y que fueron digamos obtusos, obsesionados con sus propias reglas, sus propias leyes, e incapaces de reconocer una presencia transformadora o reconocer su propia salvación. Esa idea del judío como la persona que le dio la espalda a Cristo en lugar de ver a Cristo como judío, ésa sí es muy antigua y estuvo muy presente en América Latina por el lado español, pues en España hubo una presencia muy importante de judíos hasta la expulsión, tanto de los judíos como de los musulmanes, que empezó justo en los tiempos de la llegada de Colón, un poco después.
“Esa tradición antijudía del catolicismo español existe en América Latina. Yo no pienso en lo personal que sea una cosa muy muy fuerte. Pero es conocida, digamos, es algo que cualquiera más o menos puede reconocer. No creo que sea una cuestión muy a flor de piel ni muy intensa. Pero está ahí dentro del posible repertorio…
“Otro tipo se da con el antisemitismo que surge en Europa en el siglo XIX y tiene que ver con el nacionalismo. Ya no proviene de la religión el antagonismo, sino que proviene de la idea de la nacionalidad; como los judíos existían en la mayor parte de Europa, ya no en España, a partir de la revolución francesa empezaron a adquirir derechos de ciudadanía. Ese proceso de integración de los judíos que eran al mismo tiempo ciudadanos pero no eran vistos como parte de una nación (porque la nación generalmente tenía una tradición de comunidad cristiana) hizo fácil que algunos sectores capitalizaran esa tensión entre ciudadano y miembro de la nación. Para ver que los judíos fueran una presencia extraña adentro de la nación que perdía siempre su perfil, esto surgió como a la mitad del siglo XIX, justo cuando empezaron fuertes las emancipaciones judías en Europa.
--“El Caso Dreyfus”, a fínales del siglo XIX, fue el más famoso.
--Y esta segunda forma ha existido también en América Latina y en México; aunque yo creo que no ha sido usualmente tan fuerte como en Europa de ninguna manera, pero sí ha existido, y frecuentemente asociada a movimientos nacionalistas casi siempre de la derecha u ocasionalmente, de la izquierda.
“Esa forma de antisemitismo es un instrumento de ciertos nacionalistas que quieren encontrar a alguien que esté al mismo tiempo como adentro y afuera de la nación, y la figura del judío les sirve (a los racistas); pero lo interesante de eso es que puedes tener antisemitismo en esa misma lógica, pero dirigida a personas que no necesariamente son judías. Esa forma de antisemitismo no necesita que haya un judío real, de carne y hueso, sino la puedes tener ante otro enemigo a quien le aplicas ese mismo tipo de cosa (ontológica).
“Por ejemplo, en el Perú a principio del siglo XX hubo una especie de fobia contra de los chinos, porque habían llegado a trabajar en las plantaciones prácticamente como esclavos, en la siembra del azúcar, y otros trabajos muy pesados. Poco a poco se fueron a las ciudades, empezaron a surgir y eran una especie de presencia de extraños que podían servir políticamente en un momento dado. Y es muy parecido eso al antisemitismo, aunque no era precisamente contra judíos.
“En fin, creo que es una especie de elemento del repertorio de cierto internacionalismo tener a alguien que sirve como elemento de alguno que pudiera ser representado como si estuviera fuera, y los judíos han servido mucho para eso, no son los únicos pero sí ha sido casi el prototipo.”
Universalismo
--¿Tiene sentido hoy hablar de una identidad mexicana o latinoamericana?
--Yo soy una persona que tiende, casi por historia personal, a estar muy abocada a diferentes formas de universalismo. Y de internacionalismo también. Pero también me parece que el internacionalismo o el universalismo (que no son tampoco lo mismo), no son necesariamente una negación del nacionalismo.
“Hay veces en que necesitas desarrollar una idea nacional para poder estar bien en el mundo. Y en este sentido creo que los esfuerzos tan importantes que ha habido en México para imaginar al país, para imaginar a los sujetos nacionales, a los mexicanos, para imaginar futuros posibles para México, se me hacen muy muy importantes. Y son muy importantes todavía. Yo creo que sería muy equivocado abandonar del todo la idea de que importa crear una idea de colectividad nacional en México hoy.
--¿Por qué?
--Porque no puedes disolver al país. No está en un momento de disolución. Incluso, una unidad como Norteamérica me parece muy importante y debería ser aún más importante con la conciencia nacional en México; de todas maneras esto no está planteado de una manera que pueda evitar pensarse específicamente en México. No se puede disolver el país porque no se han caído las fronteras, al contrario, hay cada día más muros, hay visas, etcétera; entonces mientras existan, es necesario pensar en el país como colectividad.”
Finalmente, habló sobre la unidad latinoamericana desde Bolívar, La raza cósmica que anhelaba José Vasconcelos, el liberalismo y poética de Octavio Paz hasta llegar a nuestros días.
“Yo creo que tanto José Vasconcelos como Octavio Paz son interesantes porque ninguno de los dos era un nacionalista en el sentido estrecho de la palabra. Hay un personaje de la literatura brasileña que se llama Policarpio Cuaresma, a quien sólo le interesaba lo brasileño (creado por el premodernista Lima Barreto en El triste final del Cuaresma Policarpio). Amaba los ríos porque estaba el Amazonas, pero odiaba las montañas, entendía lo nacional como cultivar sólo lo interno del país. Eso creo es un error fatal.
“Tanto Vasconcelos como Paz eran universales desde el punto de vista de sus lecturas, de sus horizontes; pero ambos estaban también preocupados por construir algo grande en México, hacerlo figurar, imaginar a México pero en diálogo con otras naciones y conocimientos. No se entiende y a mí siempre me pareció raro, pero hoy lo entiendo un poco más, que la generación de Vasconcelos andaban leyendo clásicos griegos romanos, ¿por qué?, me preguntaba. Yo creo que ellos sabían, y lo mismo Diego Rivera, todos ellos sentían que el clasicismo había que recrearlo para poder crear algo en México y América Latina. Yo pienso que eso vale todavía.”