Ajedrez

Ajedrez: El misterio de los prodigios

En matemáticas hay casos notables: Leonhard Euler, Evariste Galois y Carl Gauss entre otros. Un ejemplo notable de aptitud para las matemáticas fue Paul Erdös, (1913 – 1996), quien fue hijo único de una pareja de judíos (ambos matemáticos). A la edad de 3 años ya sabía sumar.
lunes, 15 de julio de 2024 · 12:00

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Por alguna razón, la cual no está clara para nadie, las tres disciplinas que más genios producen son las matemáticas, la música y el ajedrez. Definimos a un niño prodigio, a un genio (potencialmente), como alguien que a una edad temprana domina uno o más campos científicos o artísticos emprendidos generalmente por adultos. Por edad temprana suele considerarse antes de los 10 años de vida.

En matemáticas hay casos notables: Leonhard Euler, Evariste Galois y Carl Gauss entre otros. Un ejemplo notable de aptitud para las matemáticas fue Paul Erdös, (1913 – 1996), quien fue hijo único de una pareja de judíos (ambos matemáticos). A la edad de 3 años ya sabía sumar y para los 4 ya podía calcular cuántos segundos había vivido una persona. A los 21 años se doctoró en matemáticas y se fue a vivir a Inglaterra. Para Erdös, las posesiones materiales no tuvieron importancia. Premios y otras ganancias eran normalmente donadas para personas necesitadas o como estímulos para problemas que él mismo proponía. Pasó la mayor parte de su vida como un vagabundo, viajando, asistiendo a diversas conferencias científicas y casas de colegas matemáticos alrededor del mundo. Típicamente llegaba a la puerta de la casa donde era invitado y decía: mi cerebro está abierto, permaneciendo lo suficiente para elaborar algún(os) artículo(s) antes de volver a viajar. Como su colega Alfréd Rényi afirmaba: un matemático es una máquina que convierte café en teoremas, y Erdös tomaba grandes cantidades. (Esta cita es continuamente atribuida a Erdös, pero parece ser que en realidad el primero en usarla fue Rényi.). Él peculiar matemático también tenía su propio vocabulario: hablaba de El Libro, un libro imaginario en el cual Dios tenía escritas las pruebas más hermosas de los teoremas matemáticos. En una conferencia de 1985 comentó: No tienes que creer en Dios, pero deberías creer en El Libro. Él mismo dudaba de la existencia de Dios, que llamaba El “Supremo Fascista” (SF) al que acusaba de guardar las pruebas más elegantes sin compartir. Cuando encontraba alguna prueba matemática particularmente hermosa, exclamaba ¡Ésta es una para El Libro!

Por otra parte, en la música desde luego que hay muchísimos talentos que desde pequeños demostraron una habilidad fuera de serie, ejemplos por demás evidentes: Federico Chopin y Wolfgang Amadeus Mozart. El caso de este último (1756 – 1791) es quizás típico. A los cuatro años, el pequeño Amadeus practicaba el clavicordio; y componía pequeñas obras de considerable dificultad; a los seis, tocaba con destreza el clave y el violín. Podía leer música a primera vista, tenía una memoria prodigiosa y una inagotable capacidad para improvisar frases musicales. Compuso su primer oratorio a los nueve años de edad. Cada presentación del joven Wolfgang Amadeus era una exhibición de su virtuosismo con el clave y el violín (se cuenta que ya en esa época podía tocar el teclado con los ojos vendados), y dejaba a los espectadores maravillados improvisando sobre cualquier tema que le proponían. Para 1769, Mozart ganó en Salzburgo la plaza de maestro de conciertos –gran honor para un muchacho– pero sin sueldo. Se le financió un viaje de estudios a Italia, donde Leopold pensaba que Wolfgang Amadeus triunfaría componiendo óperas. Padre e hijo llegaron a Roma el 11 de abril de 1770. En el Vaticano, Wolfgang Amadeus escuchó el Miserere de Gregorio Allegri. Esta obra tenía carácter secreto, pues sólo podía interpretarse en la Capilla Sixtina y su publicación estaba prohibida bajo pena de excomunión. Sin embargo, el joven compositor apenas llegó a la posada donde se alojaba, escribió de memoria una versión muy aproximada de la partitura completa. El Papa Clemente XIV, admirado ante el talento del músico de catorce años, no sólo no lo excomulgó sino que lo nombró Caballero de la Orden de la Espuela de Oro, título que –a pesar de los privilegios que otorgaba – nunca interesó a Mozart.

Con estos ejemplos no intentamos estereotipar las actitudes de los superdotados, pues es claro que demuestran que no sólo tenían una pasión, desbordada quizás, por la disciplina de la que se ocupaban, lo cual tal vez nos muestra una de las cualidades más importantes de la genialidad: una pasión inextinguible, obsesiva e incesante sobre el tópico que se aborde.

En el ajedrez –el tema que nos ocupa– es evidente que niños prodigio los ha habido siempre. Samuel Reshevsky, José Raúl Capablanca, el mismo Bobby Fischer, son ejemplos frecuentemente mencionados de una capacidad más allá de lo esperado para jugar bien al ajedrez. En estos jugadores no todas son similitudes y cada uno podría tener una historia diferente, así como antecedentes totalmente ajenos unos con otros. Sin embargo, su afán por comprender y desentrañar los misterios del ajedrez parece ser un denominador común. Hoy en día hay quizás más jugadores talentosos de ajedrez que bien podrían calificar como prodigios o genios. De hecho, gracias a que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE por sus siglas en francés), tiene una normatividad que refleja en mayor o menor grado la fuerza ajedrecística de un jugador, bien podemos saber quién tiene capacidades notables desde pequeño. Por ejemplo, el título máximo del ajedrez (aparte del de Campeón del Mundo), es el de gran maestro. Muchísimos jugadores se embarcan en la aventura de conseguir dicho título, que resume la experiencia, capacidad y fuerza ajedrecística de muy alto nivel, el cual es conseguido por muy pocos. Son muchos años de práctica ajedrecística, de torneos, de trabajo constante estudiando el juego ciencia, pero aún así, esto no es garantía de obtener un título tan codiciado. Sin embargo, hay ya registro de los que han obtenido dicho pergamino desde muy jóvenes. La tabla siguiente es muy significativa[1]:

Obviamente surgieron hace unos años niños y jovencitos con extraordinario talento, como Yuriy Kuzubov o Katerina Lahno (ahora ambos grandes maestros), por mencionar un par de nombres. Sin duda hay factores que han colaborado a que esto ocurra. Por ejemplo, en Ucrania se han dado –y se siguen dando–, muchos casos de grandes maestros muy jóvenes. Probablemente en ese país han encontrado algún método de enseñar a los talentos a desarrollar su potencial. Igualmente, el hecho de vivir en un mundo globalizado, en donde todo género de datos es accesible a través de Internet, ha logrado que con esta explosión de información surjan, como por generación espontánea, nuevos ajedrecistas, todos muy jovencitos, con un nivel extraordinario (considerando su corta edad).

Así entonces, aquí habría que preguntarnos cuáles son las cualidades que se necesitan ponderar para saber si tenemos entre nosotros a un genio en ajedrez, o al menos, un niño o joven con un talento potencialmente explotable dentro del juego ciencia. La realidad es que hoy en día –para los padres de familia– cuando ven a sus pequeños hijos jugar un ajedrez (mucho mejor que el que ellos mismos juegan), piensan que en su casa tienen a un talento que está por florecer. Puede ser que sea cierto, aunque las más veces no pasa nada con el pequeñín, el cual se desarrolla como cualquier niño normal, sin grandes éxitos o sonados triunfos en torneos contra consagrados maestros.

La realidad es que los prodigios en el juego ciencia son un misterio. Faustino Oro, el chico argentino de 10 años y 8 meses, que ha hecho el título de Maestro Internacional hace unos pocos días, demuestra quizás que los seres humanos, o sobrevaloramos la importancia de la experiencia o bien, ésta no sirve para nada (al menos para jugar bien al ajedrez). Y las preguntas se acumulan: ¿Cómo un niño de 10 años puede jugar a nivel de maestro internacional teniendo escasos 3 años de estudios ajedrecísticos? ¿Dónde reside el talento para jugar tan bien al ajedrez? ¿Cómo hacer para entender esto y poder aplicarlo a todos los demás, a los de un “talento promedio”? La verdad es que no veo respuestas para estas preguntas.

[1] Fuente: www.chessbase.com

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