Cine

En la Muestra: "Un ciudadano honesto"

De apariencia ligera, con una técnica de cine directo que recuera a la Escuela de Berlín, "El ciudadano honesto" logra un fondo moral espeso que escapa a las tesis fáciles de conflicto social.
sábado, 8 de abril de 2023 · 09:29

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El verbo en inglés es gentrify, el sustantivo gentrification, neologismo acuñado por la sociología sajona para describir el fenómeno urbano ocurrido cuando un barrio proletario se aburguesa; los términos en español gentrificación o restauración, además de cacofónicos implican esnobismo y desprecio de clase.

La pareja homosexual de clase media, formada por Ben (Sholomi Bertolov) y Raz (Ariel Wolf), que vive en un barrio popular de Tel Aviv y que tiene que vivir bajo doble llave, enfrenta una crisis cuando decide tener un hijo por medio de una madre sustituta, y se pregunta si conviene educar a un niño en ese ambiente de inmigrantes de Eritrea, agresivos e incapaces de respetar el árbol que Ben recién plantó; luego de denunciarlos a la municipalidad, se entera que uno de ellos ha sido asesinado a golpes por la policía.

En Un ciudadano honesto (Ezrah Mudag; Israel, 2022) el tema gay no es tema de conflicto; el director Idan Haguel se sirve de la paradoja social y del problema de conciencia en el cual una pareja que ha sabido lo que es enfrentar prejuicios sociales y defender su derecho a llevar una vida normal, se vea confrontada a sus propios escrúpulos raciales y actitudes clasistas. Ben es arquitecto, hace ejercicio en el gimnasio, acude a terapia, decora su departamento con buen gusto, y él y su compañero esperarían establecerse ahí porque los inversionistas aseguran que el barrio subirá de categoría junto con el valor de la propiedad.

Pero cuando se trata cuestionar su postura, la mala conciencia y la mala fe del gusto por mantenerse de lado de los privilegios salen a flote; el elitismo se da por hecho, la pareja acude a marchas gay pero de gente blanca, y si de paternidad se trata, la madre sustituta tendrá que ser asiática. Idan Haguel no intenta responder las preguntas que plantea el hecho de pensarse liberal y alternativo, abre los temas y muestra la dificultad de escapar a tales contradicciones, como si muchos de quienes se piensan haber conquistado un espacio de justicia tendrían que revisar su postura, tal el utilizar a una mujer --vulnerable social y económicamente-- como mero vehículo biológico para disfrutar el ideal de familia y paternidad, y luego querer preservar al vástago de una realidad social como la que viven los inmigrantes, víctimas constantes de la brutalidad policiaca.

El planteamiento de Haguel viene muy a cuenta ahora que las protestas multitudinarias crecen en Israel contra la amenaza a la democracia que se ha hecho patente; claro, el tema de los palestinos no se toca en la película, pero la anécdota es rica en contenido y puede asociarse a otras paradojas políticas, a manera de una parte que implica un todo.

De apariencia ligera, con una técnica de cine directo que recuera a la Escuela de Berlín, El ciudadano honesto logra un fondo moral espeso que escapa a las tesis fáciles de conflicto social; Idan Haguel decidió presentar actores auténticamente homosexuales, quienes además son pareja en la vida real, cosa que permite una atmósfera natural y espontánea justo para evitar una construcción artificial de personajes fabricados para ilustrar una postura política.

 

Crítica publicada el 2 de abril en la edición 2422 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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