Francia
La humillación de Macron
La movilización de los ciudadanos bajo el impulso de las organizaciones sindicales impidió que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pudiera contar en la Asamblea Nacional con una mayoría de votos en favor de su reforma a las pensiones.La movilización de los ciudadanos bajo el impulso de las organizaciones sindicales impidió que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pudiera contar en la Asamblea Nacional con una mayoría de votos en favor de su reforma a las pensiones. El “paso por la fuerza” del mandatario, mediante el uso del artículo 49.3, debe tener una respuesta a la altura de ese desprecio hacia el pueblo, advierte Philippe Martinez, líder de la Confederación General del Trabajo.
PARÍS (Proceso).- Jueves 16 de marzo. Tres de la tarde. La tensión es máxima en el Palacio Borbón. No falta un solo diputado en el hemiciclo de la Asamblea Nacional. No cabe un alfiler en las galerías reservadas a la prensa y al público.
Ya se sabe que el gobierno reunido en Consejo de Ministros extraordinario acaba de tomar la decisión de activar el artículo 49.3 de la Constitución que le permite prescindir del voto de los diputados para forzar la aprobación del proyecto de reforma de las pensiones, rechazado por 70% de los franceses, 93% de la población activa y millones de ciudadanos que llevan dos meses manifestándose masivamente en su contra a lo largo y ancho del país.
El Ejecutivo actuó por iniciativa de Emmanuel Macron. El presidente ya no se puede cegar. Entiende que, pese a las numerosas concesiones hechas tras bambalinas a Los Republicanos (derecha), sobre la nueva versión de su reforma emblemática –aprobada por el Senado a las 11 de la mañana de ese mismo día 16– se cierne la amenaza de que la Asamblea Nacional la rechace.
Todo el mundo espera la llegada de Elisabeth Borne.
Tres de la tarde y 11 minutos. La primera ministra entra en el hemiciclo en medio de abucheos ensordecedores de los diputados socialistas, comunistas, ecologistas y de Francia Insumisa (izquierda radical) agrupados en la Nueva Unión Popular Ecologista y Social (NUPES). Todos alzan pancartas de protesta.
Toma la palabra Elisabeth Borne.
Como un solo hombre los integrantes de la NUPES entonan La Marsellesa y siguen cantándola a pleno pulmón a lo largo de todo el discurso de la primera ministra, logrando a menudo cubrir su voz, mientras que los diputados de la Agrupación Nacional encabezados por una Marine Le Pen triunfante corean “¡Renuncia!”, “¡Lárgate!”, al tiempo que golpean frenéticamente los tableros de sus pupitres.
Solidarios con Borne, los diputados macronistas se ponen de pie y la aplauden a rabiar; incómodos, los diputados de Los Republicanos se limitan a gesticular cuando Borne los ataca.
Consternantes son las imágenes de esa Asamblea Nacional convulsionada que canales televisivos transmiten en vivo. Pero más consternante aún es el empeño de Emmanuel Macron y del gobierno en desoír el coraje y el desasosiego del pueblo francés.
¿Así se pretende adoptar una reforma determinante para el porvenir de millones de trabajadores?