Haití

El magnicidio remece a una nación frágil

El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, conmocionó al mundo y llevó al país a una situación de mayor incertidumbre. Los ciudadanos haitianos ignoran incluso quién ordenó el magnicidio y están a la espera de que las cosas “se pongan locas”.

El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, el pasado miércoles 7, conmocionó al mundo y llevó al país, de por sí sumido en severas crisis económicas y de legitimidad de las autoridades, a una situación de mayor incertidumbre. Los ciudadanos haitianos ignoran incluso quién ordenó el magnicidio y están a la espera de que las cosas “se pongan locas”.

CIUDAD DE MÉXICO.- Las primeras explosiones se produjeron después de la una de la madrugada y rompieron la calma en el barrio donde vivían el presidente Jovenel Moïse y muchos de los ciudadanos más ricos de Haití.

Los residentes pensaron de inmediato en dos de los terrores que han asolado a la nación: la violencia de las pandillas o un terremoto. Pero al amanecer había surgido una realidad muy diferente: el presidente estaba muerto.

En lo que los funcionarios llamaron una operación bien planificada, que incluía a “extranjeros” que hablaban español, un grupo de asaltantes irrumpió a tiros en la residencia de Moïse en las afueras de la capital, Puerto Príncipe, la madrugada del miércoles 7; mataron al mandatario e hirieron a su esposa, Martine Moïse.

En una transmisión televisada a la nación, el primer ministro interino, Claude Joseph, llamó a la calma y se presentó como el nuevo jefe de gobierno, anunciando que él y sus compañeros ministros habían declarado Estado de sitio y habían puesto a Haití bajo la ley marcial.

El asesinato de Moïse dejó un vacío político que profundizó la agitación y la violencia que ha vivido Haití durante meses, amenazando con hundir aún más en la anarquía a una de las naciones más atribuladas del mundo.

Si bien se desconocen los detalles de quién le disparó al presidente y por qué, cuatro sospechosos de estar implicados en el ataque fueron asesinados por la policía en un tiroteo y otros dos fueron arrestados, como informó el miércoles 7 el jefe de policía de Haití, Léon Charles, quien también dijo que tres policías que habían sido tomados como rehenes fueron liberados.

“La policía está librando una batalla con los asaltantes”, dijo en una conferencia de prensa, y señaló que las autoridades todavía estaban a la caza de algunos sospechosos. “Los estamos persiguiendo para que, en un tiroteo, se encuentren con su destino: que mueran o los apresamos”.

Las autoridades no dieron los nombres de ninguno de los sospechosos ni citaron ninguna evidencia que los vincule con el asesinato.

El pasado febrero manifestantes salieron a las calles para exigir la dimisión de Moïse cinco años después de su elección, en lo que consideraron el final de su mandato.

Las bandas armadas han tomado un mayor control de las calles, aterrorizando a los barrios pobres y haciendo huir a miles, secuestrando incluso a escolares y sacerdotes. La pobreza y el hambre van en aumento y mucha gente acusa a los miembros del gobierno de enriquecerse sin proporcionar a la población ni siquiera los servicios más elementales.

En una entrevista con The New York Times, Joseph dijo que ahora tiene el control del país, pero no está claro cuánta legitimidad tenía o cuánto tiempo podría durar. Se había programado que un nuevo primer ministro lo reemplazara esta semana; habría sido el sexto en ocupar el cargo durante el mandato de Moïse. El jefe del tribunal más alto de la nación, que podría haber ayudado a establecer el orden, murió en junio, víctima del covid-19.

“Estamos en una confusión total”, dice Jacky Lumarque, rector de la Universidad de Quisqueya, una gran institución privada en Puerto Príncipe. “Tenemos dos primeros ministros. No podemos decir cuál es más legítimo que el otro. (…) Es la primera vez que vemos que el Estado es tan débil”.

El embajador de Haití en Estados Unidos, Bocchit Edmond, dijo en una conferencia de prensa que el asesinato del presidente Moïse había sido ejecutado “por profesionales bien entrenados, asesinos, comandos”.

Agregó que los atacantes se habían presentado como agentes de la agencia antidrogas de Estados Unidos, pero que eran “falsos DEA” y “asesinos profesionales”. Dijo que basaba su evaluación en las imágenes de las cámaras de seguridad del ataque.

La esposa de Moïse sobrevivió y está “estable, pero en estado crítico”, dijo Edmond. La noche del miércoles 7 fue trasladada a Miami para recibir tratamiento.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo el miércoles 7 estar “conmocionado y entristecido” por el asesinato y por la condición de la esposa de Moïse.

Apoyo internacional

Moïse se había aferrado al cargo, argumentando que sólo había ocupado el puesto durante cuatro años de su periodo de cinco. En el primer año después de su elección, un presidente interino asumió el cargo mientras el país investigaba las acusaciones de fraude contra aquél.

Muchos haitianos, incluidos académicos constitucionales y expertos legales, afirmaron que su mandato de cinco años comenzó cuando fue elegido y ya había expirado. Pero Estados Unidos y la OEA respaldaron a Moïse.

Si bien Estados Unidos y otras naciones han proporcionado a Haití la ayuda y la asistencia financiera que tanto necesita, incluida la ayuda para recuperarse de un devastador terremoto en 2010, las potencias occidentales también han ejercido una influencia abrumadora sobre el destino político del país.

Estados Unidos ocupó el país desde 1915 hasta 1934 y una serie de golpes de estado en los siglos XX y XXI fueron respaldados por potencias occidentales.

Francia, en particular, ha tenido una relación larga y difícil con Haití. Hace más de dos siglos los haitianos lucharon para deshacerse del yugo de la Francia colonial y poner fin a una de las colonias de esclavos más brutales del mundo. Lo que comenzó como un levantamiento de esclavos a principios del siglo XVIII finalmente condujo a la sorprendente derrota de las fuerzas de Napoleón en 1803.

Mientras que muchos profesionistas haitianos estudiaron en Francia, otros ciudadanos albergan un acendrado sentimiento antifrancés. La primera visita de un presidente galo no ocurrió sino hasta 2010.

El canciller francés, Jean-Yves Le Drian, dijo en un comunicado estar “conmocionado” por el asesinato de Moïse. “Se debe arrojar toda la luz sobre este crimen, que se produce en medio de un clima político y de seguridad muy deteriorado”. Instó a “todos los actores de la vida política haitiana” a observar “calma y moderación”.

“Las cosas se pondrán locas”

Dentro de Haití, advirtieron los expertos, el vacío político dejado por el asesinato de Moïse podría alimentar un nuevo ciclo de violencia. Mientras la población trataba de evaluar la situación, las calles capitalinas, normalmente llenas, permanecieron inquietantemente vacías.

Se cerraron bancos y tiendas, las aulas universitarias están vacías, las ti machann (vendedoras del mercado) que normalmente se alinean en los arcenes de las carreteras ofreciendo sus productos, estaban ausentes.

Se formaron filas cuando algunas personas intentaron abastecerse de agua, que en las áreas más pobres normalmente se compra en contenedores. Muchos otros se resguardaron en sus hogares y llamaron a amigos y familiares para saber si estaban bien. En algunos barrios de clase media la gente se reunía en las aceras compartiendo sus temores por el futuro del país.

“Las cosas están duras y feas ahora”, dice Jenny Joseph, una estudiante universitaria del suburbio de Carrefour. “Durante los próximos días las cosas se pondrán locas en Haití”.

Según la declaración de la Ley Marcial, durante 15 días la policía y los agentes de seguridad pueden ingresar a las casas, controlar el tráfico y tomar medidas especiales de seguridad y “todas las medidas generales que permitan la detención de los asesinos”. El decreto también prohíbe las reuniones destinadas a incitar al desorden.

Sin embargo, no está claro si Joseph tiene la autoridad para hacer esto o incluso para gobernar el país tras la muerte de Moïse. Haití tiene dos constituciones, ninguna de las cuales recurre al primer ministro interino para que asuma el cargo. La primera, publicada en 1987, dice que el juez de mayor rango del país debería intervenir. En 2012, sin embargo, se modificó para decir que si hay una vacante en el último año del mandato de un presidente, el Parlamento debería votar por un mandatario provisional.

Desafortunadamente la constitución fue enmendada en uno de los idiomas oficiales del país, el francés, pero no en el otro, el criollo. Por eso el país tiene dos constituciones.

“Es una situación muy grave”, dijo Georges Michel, un historiador haitiano que ayudó a redactar la de 1987.

Por el momento Haití no tiene un Parlamento en funcionamiento. El gobierno de Moïse no convocó a elecciones, incluso después de que expiraran los mandatos de toda la Cámara baja hace más de un año. Actualmente, sólo 10 de los 30 escaños del Senado están ocupados.

Moïse había estado luchando por sofocar la creciente ira pública por su permanencia en el poder.

Después de que Moïse no dejara el cargo en febrero, cuando muchos en la oposición dieron por terminado su mandato, miles de haitianos salieron a las calles en grandes marchas, exigiendo su renuncia. El gobierno respondió arrestando a 23 personas, incluido un juez superior y un oficial de policía de alto rango, quienes, según el presidente, habían intentado matarlo y derrocar al gobierno.

Moïse contaba con un alto nivel de protección, viajando regularmente con más de una docena de vehículos blindados y guardias de la policía. A menudo hay 100 oficiales de la guardia presidencial alrededor de la casa del presidente, dijo el exprimer ministro Laurent Lamothe.

En cuanto al ataque del miércoles 7, el embajador Edmond aseguró que “no hubo una advertencia específica”.

No está claro si alguno de los presuntos asesinos que no habían sido muertos o detenidos en el tiroteo con la policía sigue en Haití. Debido a que el aeropuerto fue cerrado, algunos de los atacantes podrían haber cruzado la frontera con la República Dominicana o escaparon por mar.

Edmond agregó que ha estado en contacto con la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el embajador de Estados Unidos en Haití, y ha pedido ayuda a Washington. El apoyo, dijo, ayudaría a “asegurar que Haití no se sumerja aún más en una espiral de violencia” y específicamente “a asegurar que la policía haitiana tenga los medios necesarios para poner la situación bajo control”.

Debido a su inestabilidad crónica, Haití tiene una gran diáspora, con algunas de las comunidades más grandes de exiliados en Estados Unidos, Canadá, Francia y la República Dominicana. Generalmente divididos políticamente, los haitianos en el extranjero siguieron la noticia del asesinato de Moïse unidos por su conmoción y desesperación, dijo Leonie Hermantin, líder de la comunidad haitiana en Miami.

“Incluso para aquellos de nosotros que no necesariamente lo apoyamos, esto no es lo que habíamos imaginado como resultado del cambio de régimen”, dijo.

“La diáspora está unida en su tristeza”, agregó. “No hay nadie celebrando”. 

Reportaje publicado en la edición 2332 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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