Elecciones EU 2020

Se acabó

Pese a las acusaciones de fraude lanzadas por el presidente Donald Trump y los recursos legales que sus abogados interpusieron para frenar el conteo de votos, la tendencia electoral que favorece a Joe Biden como ganador de los comicios del martes 3 es irreversible.
sábado, 7 de noviembre de 2020 · 11:00

Pese a las acusaciones de fraude lanzadas por el presidente Donald Trump y los recursos legales que sus abogados interpusieron para frenar el conteo de votos, la tendencia electoral que favorece a Joe Biden como ganador de los comicios del martes 3 esirreversible. El deslinde de connotados republicanos ante las actitudes beligerantes del mandatario, el comportamiento estable de los mercados, la eufonía de los grandes medios de comunicación en torno al proceso electoral, entre otros signos, alimentaron la sensación de un cambio de ciclo: Trump se va… pero deja tras de sí un país partido y enfrentado.

WASHINGTON (Proceso).– Joe Biden está en la antesala de la presidencia de Estados Unidos tras un proceso electoral inesperado y tenso en el que ni la palabra del actual titular del poder ejecutivo, Donald Trump, se pudo imponer ante la esencia de la democracia: el conteo de los votos.

“No podemos escondernos. Debemos tener calma y ser pacientes. Dejemos que el proceso (del conteo de votos) avance… Estoy seguro de que vamos a ganar”, dijo Biden con tono de presidente electo por la noche del viernes 6 al dirigirse por segunda vez a su nación desde la celebración de los comicios.

“Nunca olviden que el conteo de los votos no son números, son nombres de mujeres y hombres que se expresaron… eligieron el cambio en lugar de más de lo mismo”, destacó Biden al hablar desde Wilmington, Delaware, y acompañado de Kamala Harris, la próxima vicepresidenta.

Al dirigirse a la nación –aunque sin autonombrarse presidente electo–, Biden marcó los cuatro ejes que determinarán su administración: la lucha contra el covid-19, la recuperación económica, la reconciliación racial y el cambio climático.

Al cierre de esta edición (viernes 6), las leyes electorales de los estados de Arizona, Georgia, Nevada y Pensilvania eran la criba sobre la validez de cada una de las boletas electorales emitidas en esta atípica elección presidencial.

El registro y conteo de todos los sufragios en esos cuatro estados exponen la realidad de la democracia estadunidense, vapuleada por un discurso presidencial desesperado y narcisista, antítesis de un proceso en el que la última palabra la tiene el electorado.

En el preámbulo de una nueva era presidencial a partir del 20 de enero de 2021, el reto del ejecutivo estadunidense es reconciliar a su ciudanía en términos civiles, raciales, económicos, ideológicos y borrar la retórica divisionista expresada en la elección.

“Si se cuentan los votos legales, gané fácilmente. Pero si cuentan los ilegales, pueden (los demócratas) intentar robar la elección”, sostuvo el presidente Trump el jueves 5 desde la Casa Blanca en otro intento fallido por socavar el proceso democrático.

Sin evidencias y hasta abandonado por algunos líderes del Partido Republicano y por miembros de su campaña presidencial –quienes le reclamaron que denunciara irregularidades sin pruebas y en contra de las leyes electorales–, Trump intentaba provocar un caos.

Cobro de facturas

El voto por correo condenó a Trump. Los electores urbanos de Arizona, Georgia, Pensilvania y Nevada le cobraron la factura por incitar al racismo, por minimizar la pandemia de covid-19, por mentir y provocar odio entre la población y por atacar a héroes locales.

“Gané la cifra más grande votantes no blancos que cualquier republicano en 60 años, incluyendo números históricos de latinos, afroamericanos, asiáticos y nativos estadunidenses. La cantidad más grande en toda nuestra historia”, decía Trump a contrapelo de lo que ocurría en realidad: un cambio de tendencia electoral en Nevada, Georgia, Pensilvania y Arizona.

Los latinos que votaron por él fueron los del estado de Texas, no la mayoría de Arizona, ni los pocos de Pensilvania y Georgia.

El voto afroamericano y urbano de condados de Georgia, por ejemplo, ubicado en regiones fieles a los defensores de los derechos civiles como Martin Luther King, favoreció a Biden y cambió la tendencia electoral que hasta el pasado jueves 5 favorecía a Trump.

En Arizona, votantes latinos condenaron con su sufragio las políticas antiinmigratorias e inhumanas de Trump, los electores blancos del condado de Maricopa, que son republicanos, no le perdonaron las críticas que el mandatario hizo a su senador John McCain, aún después de que este murió.

Los trabajadores de minas, obreros, pequeños negociantes, granjeros y empleados agrícolas miembros de la comunidad afroamericana y latina de Pensilvania, con su voto le dijeron a Trump que se cansaron de las mentiras sobre la pandemia; sus muertos les indicaban otra realidad.

Así, el viernes 6 –luego de dos días y medio de incertidumbre, riesgos, miedo y acciones legales infundadas–, el conteo de votos en el marco de las leyes electorales de Arizona, Georgia, Pensilvania y Nevada cambiaban el destino de la Casa Blanca.

Hasta el miércoles 4, la presidencia de Estados Unidos dependía de un puñado de entidades que sin prisas se expresaban al respecto.

“Por mucho tiempo he estado hablando sobre el voto por correo, realmente ha destruido nuestro sistema (electoral), que es un sistema corrupto que corrompe a la gente, aunque por naturaleza no hayan sido, se corrompen, es muy fácil”, insistía Trump en su afán por socavar la democracia y las leyes del país que todavía gobierna.

En la madrugada del miércoles 4, cuando las tendencias lo favorecían, Trump ya había pedido detener el conteo de los votos y las autoridades electorales le respondieron con un “no” rotundo.

Las boletas enviadas por correo y que llegaron a los centros de acopio antes de que venciera el plazo para ser contadas en la elección presidencial, guardaban la clave para definir el proceso y las autoridades electorales estatales actuaron conforme a la ley.

“La democracia funciona. Su voto será contado sin importar que quieran detener el proceso, yo no lo permitiré… El propósito de nuestro sistema político es garantizar la justicia, mejorar la vida de los ciudadanos. Somos oponentes políticos, no enemigos”, afirmó Biden.

Por la mañana del viernes 6 Pensilvania, que favorecía a Trump, cambió la historia: al registrar las boletas de votación que llegaron por correo, era Biden el candidato con más sufragios. Y era necesario contarlos todos, pues el límite para hacerlo vence hasta a mediados de este mes.

Lo mismo ocurrió en Georgia, Arizona y Nevada. El voto por voto favorecía al candidato demócrata y no al presidente republicano que se aferraba a no reconocer la nueva realidad. En Nevada las autoridades electorales anunciaron sin inmutarse que entregarían resultados hasta el domingo 8 o después.

Para ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos un candidato requiere de 270 votos de los 538 del Colegio Electoral distribuidos entre los 50 estados, territorios y la capital de la nación.

Las tendencias electorales en Arizona (11 votos), Georgia (16), Pensilvania (20) y Nevada (6) establecían que –sin apuros y en modo atípico respecto de elecciones presidenciales anteriores, cuyos resultados se conocieron en horas inmediatas al cierre de casillas–, darían el triunfo a Biden.

Los sufragios de Arizona y Nevada serían suficiente para que el exvicepresidente reemplazará a Trump. No obstante, los 16 votos de Georgia o los 20 de Pensilvania añadirían a la elección de Biden mayor legitimidad electoral para inhibir un litigio que alegara fraude.

En los comicios adelantados de Estados Unidos votaron unos 100 millones de electores, el pasado martes 3 sufragaron otros 43 millones que asistieron a los centros de votación para meter personalmente su boleta a las urnas.

Deslindes republicanos

En representación del presidente, un equipo de abogados recolectaba datos y esgrimía argumentos que sustentaran sus denuncias de irregularidades en el conteo y validación de boletas en Pensilvania, Arizona, Georgia, Nevada, Michigan, Iowa y Virginia.

En cabal respeto a las leyes federales en materia electoral, pero sin desconocer las estatales, en Georgia, Pensilvania y Michigan (que ganó Biden) las autoridades a cargo del conteo de los votos accedían a hacer otro recuento en los puntos disputados, pero no a eliminar sufragios.

Nadie, ni el presidente de los Estados Unidos está por encima de los mandatos constitucionales, de ahí que los republicanos del Congreso federal se mantuvieran en cautela y al margen de unirse los reclamos infundados de Trump sobre irregularidades y fraude en los comicios.

El jueves 5 Mitch McConnell el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Senadores, soltó un balde de agua helada sobre las exigencias de Trump de detener el conteo de votos: afirmó que el proceso democrático debía continuar.

“Que se cuenten todos los votos y que se presenten las pruebas de las denuncias de fraude y de irregularidades”, sentenció por su parte Chris Chistie, exgobernador republicano del estado de Nueva Jersey, que fungiera como asesor de esta campaña presidencial de Trump.

Además de la definición de la presidencia, también estaban en juego los 435 lugares de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 asientos en el Senado.

Con la interrogante de Georgia –en la que habrá una segunda vuelta el próximo 5 de enero–, la proyección sobre la mayoría representativa en el Senado colocaba a los republicanos como favoritos, aunque con 51 curules contra 49, dos menos de los que gozaron en los últimos dos años.

En la Cámara de Representantes los demócratas retuvieron la mayoría con 208 puestos frente a los 197 republicanos, partido que arrebató ocho puestos, los cuales no son suficientes para cambiar el dominio del partido de Biden.

La conformación del Congreso federal con la posibilidad de una mayoría republicana mínima en el Senado también es favorable para Biden en cualquiera de los escenarios del resultado final del conteo de los votos en Arizona, Georgia, Pensilvania y Nevada.

Si Biden gana con 286 votos –los 16 sufragios de Georgia, los 11 de Arizona y los seis de Nevada– el mandato de la ciudadanía apretaría a republicanos y demócratas del Congreso a pedirle a Trump aceptar su derrota y declinar sus litigios infundados.

Lo mismo ocurriría en otra de las posibilidades aritméticas: si Biden pierde Georgia y Arizona, pero gana Pensilvania y Nevada, sumaría 279 votos del Colegio Electoral.

La incertidumbre sobre la limpieza de los comicios –que evocaría el alargamiento de la pelea en las cortes del año 2000, entre el demócrata Al Gore y el republicano George W. Bush–, ocurriría si Biden gana con 270 votos gracias a Arizona y Nevada.

Hasta con los votos del Colegio Electoral requeridos como mínimo para ser presidente, serían pocas las posibilidades de victoria de Trump en las cortes porque primero se tendrían que agotar las acciones estatales antes de llegar a la Suprema Corte de Justica. En el 2000 esto tomó un mes en resolverse y ahora es posible que el Capitolio se oponga.

El mejor de los escenarios para enterrar las aspiraciones legales de Trump es que Biden gané los cuatro estados y con ello obtenga 306 votos del Colegio Electoral.

La pandemia de covid-19 cambió el tradicional procedimiento de votación al restringir la presencia en las urnas de decenas de millones estadunidenses e incentivó a que los electores optaran por enviar por correo su sufragio.

La elección fue un referéndum a la presidencia de Trump cuyo destino fue decidido irónicamente por los estados que lo llevaron al triunfo en las elecciones de 2016, cuando derrotó a la candidata del Partido Demócrata, Hillary Rodham Clinton.

El voto afroamericano fue clave en el cambio de rumbo de las elecciones presidenciales; una parte de los sufragantes blancos no soportaron los exabruptos peyorativos de Trump hacia McCain, el exsenador y veterano de guerra republicano que ante todo luchaba por el respeto a las instituciones democráticas.

Por su parte, el voto latino fue disperso: el de origen cubano en Florida compró a Trump el argumento de que Biden impondría un gobierno socialista; el de origen mexicano fue apático; los que votaron en Texas sacaron a relucir su conservadurismo y los de California, Nueva York e Illinois siguieron la línea progresista pero no fueron suficientes para hacer la diferencia.

Cerrar la incisión ideológica, racial, económica, cívica y de resentimiento que deja la elección presidencial y que marca el rostro político de Estados Unidos, es la tarea inmediata y más complicada a la que se enfrentará el poder ejecutivo a partir del próximo 20 de enero.

Reportaje publicado en la edición 2297 de la revista Proceso, ya en circulación.

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