josé gil olmos
Las epístolas de Andrés
A 16 días de dejar la silla presidencial, AMLO lanzó un adiós que arrancó lamentos de resignación de sus seguidores. “Ya no puedo forzar más a mi pobre corazón, que me ha ayudado mucho”, dijo en Palenque, Chiapas.Todo parecía miel sobre hojuelas. Tenía asegurado su legado político con una heredera hecha a su manera y a su hijo más avezado lo impuso en el partido que tiene un nombre providencial y que le hizo el milagro de alcanzar su sueño.
La última fiesta patria fue un culto a su personalidad reproducida en muñecos, máscaras, escapularios y estampas religiosas con su rostro estampado. Al replicar la campana de Dolores la noche del 15 el sonido del badajo en sus oídos la escuchó como la promesa de que los tiempos de la transformación seguirían avantes, sin cortapisas, sobre todo después de aprobadas sus reformas constitucionales por su rebaño legislativo.
Pero ni uno solo de los festejos logró ahuyentar los presagios de las epístolas que estaban llegando a su Palacio con mensajes recordando un pasado que siempre ha negado, salpicado de incumplimientos en seguridad, educación, salud y vínculos con personajes del narcotráfico; pasajes que con toda intención había arrumbado en la esquina más lejana de su historia oficial pero que ahora, al final de su sexenio, le recordaban la fragilidad de su mortalidad.
A 16 días de dejar la silla presidencial, AMLO lanzó un adiós que arrancó lamentos de resignación de sus seguidores. “Ya no puedo forzar más a mi pobre corazón, que me ha ayudado mucho”, dijo en Palenque, Chiapas, donde tiene su finca La Chingada, a donde piensa retirarse de manera monástica, pues asegura que no va a recibir a nadie y se dedicará a reflexionar.
“La carrocería ya no anda bien, entonces ya cierro el ciclo; sobre todo, tengo un problema de una enfermedad cardiaca porque me dio un infarto y ya no puedo forzar más a mi pobre corazón, que me ha ayudado mucho”, dijo en compañía de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
Días después de esa revelación sentimental comenzaron a llegar los mensajes con malos augurios.
El 16 de septiembre la calificadora HR Ratings previó una baja del crecimiento económico para 2024 y 2025 debido al ajuste en el gasto público y la incertidumbre generada por el cambio de administración y la aprobación de las reformas constitucionales, especialmente la reforma al Poder Judicial. El dinero que gastó en programas sociales (5 billones de pesos) ya no los tendrá disponibles el próximo gobierno, pero ésa ya no será su preocupación.
Ese mismo día, como un mensajero del pasado, el expresidente Ernesto Zedillo hizo un severo diagnóstico de su gobierno al participar en la Conferencia Anual de la Barra Internacional de Abogados.
En un mensaje ante abogados manifestó que la reforma al Poder Judicial, para elegir a juzgadores por voto popular, busca la destrucción de la democracia, las leyes y la independencia de ese poder para ponerlo al servicio de la fuerza política en el poder.
“Nuestro Congreso federal acaba de aprobar —y ha sido ratificado por una mayoría de Legislaturas estatales—, un conjunto de reformas constitucionales que destruirán el Poder Judicial y, con ello, enterrarán la democracia mexicana y lo que quede de su frágil Estado de derecho”, sentenció Zedillo, quien rompió la regla no escrita de los expresidentes de opinar sobre la administración en curso.
El 17 de septiembre Genaro García Luna, a través de su abogado, difundió una misiva acusando a López Obrador de complicidad con el narcotráfico. Un señalamiento que se suma a los ya hechos desde hace años. Uno de ellos fue que el 15 de junio del 2006 Sergio Villarreal Barragán, alias el Grande, le entregó 500 mil dólares por orden de Arturo Beltrán Leyva, que le encomendó la tarea de entregar dinero por parte de Joaquín Chapo Guzmán y de Ismael Mayo Zambada. El encuentro tuvo lugar en el hotel El Campestre, ubicado en el bulevard Miguel Alemán 251, Las Rosas, en el municipio de Gómez Palacio, Durango.
Otro señalamiento fue el hecho por Roberto López Nájera, un joven abogado de Acapulco que fue a trabajar para uno de los jefes de la droga más notorios en México, Édgar Valdez Villarreal, un traficante nacido en Texas y apodado la Barbie. López Nájera contó, dijeron funcionarios de la DEA, que en enero del 2006, en un hotel de Nuevo Vallarta, se entregaron dos millones de dólares a la campaña de López Obrador a cambio de protección oficial si ganaba.
Como si fueran los idus de marzo —ese ritual romano en el que se avizoraba el futuro en las entrañas de las aves— llegó otro anuncio allende las fronteras. Las principales calificadoras financieras estiman casi nulo crecimiento económico y una deuda pública que alcanza la mitad del PIB. Una estimación que el Banco de México ya previó de crecimiento económico para el 2024 de 1.5% y para 2025 de 1.2 por ciento.
Pero quizá el mensaje más explosivo que vendrá antes de que se vaya es el que le darán los normalistas de Ayotzinapa, que en vísperas de los 10 años de la desaparición de los 43 estudiantes, preparan marchas, manifestaciones y acciones como las que ya mostraron recientemente: el uso de explosivos a control remoto.
Por cierto... En vísperas del fin de su sexenio, AMLO profesó: “Nos fue muy bien, por virtud y por suerte. Además, eso de los errores que uno comete, para eso les pagan a muchos, para encontrar los errores que yo cometo. No les voy a hacer el trabajo, que se apliquen (...) Claro que nosotros no somos perfectos. La perfección tiene que ver con el Creador, con la naturaleza. Las mujeres y hombres cometemos errores, todos. Pero en el balance, yo tengo que dar gracias al Creador, a la naturaleza y, sobre todo, al pueblo de México, porque me voy con mi conciencia tranquila y muy contento”. Pero acostumbrado a decir falsedades seguramente no se irá y eso ya lo veremos.