Tonatiuh Guillén López
Candidaturas presidenciales, sin comprender la nueva migración mexicana
El asunto es reconocer a las nuevas migraciones mexicanas que iniciaron en este sexenio, a mediados del año 2020, y que hoy constituyen el flujo humano más importante de la región y, muy probablemente, del mundo.Desde la perspectiva de los procesos migratorios que transcurren en México, las tres candidaturas a la presidencia del país han evidenciado la profunda incomprensión que estos procesos tienen entre la élite política, no obstante tratarse del inmenso elefante en la sala.
En principio, la primera gran incomprensión —y desatención— corresponde a la nueva migración de mexicanas y mexicanos hacia Estados Unidos. A pesar de ser una movilidad humana enorme, de miles y miles de personas, se le ignora una y otra vez. Debe aclararse que no se trata de aludir con nostalgia a los “héroes y heroínas” que envían remesas desde el extranjero, a quienes tampoco damos el reconocimiento debido. Hoy el asunto es reconocer a las nuevas migraciones mexicanas que iniciaron en este sexenio, exactamente a mediados del año 2020, y que hoy constituyen el flujo humano más importante de la región y, muy probablemente, del mundo.
Este nuevo torrente de mexicanos es el omitido, una y otra vez. No obstante, es la abierta expresión de profundas problemáticas sociales que tienen las regiones de México, prácticamente a lo largo de todo el territorio. La nueva migración es un termómetro sobre deterioros sociales en curso. No solamente porque una parte de los nuevos flujos estén asociados con los costos de la pandemia del covid-19, al haber deteriorado ingresos o provocado la pérdida de empleos; no es solamente por la necesidad de atender los gastos que para las familias significó la gravísima crisis de salud y además sus repercusiones paralelas.
Esta parte de la nueva migración mexicana —llamémosle derivada de factores económicos, ligada además con la demanda laboral desde Estados Unidos— representa aproximadamente 60% del actual flujo migratorio. La parte complementaria es la socialmente crítica. Se trata de un nuevo y terrible flujo: el de familias que huyen de sus regiones debido a la inseguridad, violencias y por la ausencia de Estado de derecho.
Nunca en la historia migratoria de México habíamos tenido una movilidad de estas dimensiones y características sociales, desplazada y forzada a buscar asilo en Estados Unidos: son nuestros refugiados, por miles y miles. Son la consecuencia más grave y violatoria de todos los derechos, provocada cotidianamente por el crimen organizado que predomina en muchas regiones del país.
Solamente entre febrero de 2023 y febrero de 2024 la autoridad migratoria de Estados Unidos registró 800 mil “encuentros” con personas de nacionalidad mexicana arribando a su frontera sur. De este total, cerca de 300 mil arribaron en grupo familiar. Cuando son familias las que integran la movilidad migratoria estamos ante un proceso distinto del que explica la movilidad de adultos solos, como ocurría predominantemente durante la vieja etapa de la migración mexicana.
A pesar de ello, cuando las candidatas y el candidato a la Presidencia refieren a la migración mexicana, invariablemente aluden a tiempos anteriores, refiriendo a quienes viven hoy en Estados Unidos. Está muy bien… pero no pueden ni deben ignorarse los nuevos flujos y sus determinantes —sobre todo los derivados del desplazamiento forzado por violencias—, pues con su omisión se alejan de lo que realmente sucede en el país e ignoran uno de los problemas sociales más crudos. No deben pasarse por alto nuestros recientes problemas, ni las miles de tragedias cotidianas que están detrás. Sería inaceptable para quienes aspiran a gobernar México.
Seguir pensando que la problemática migratoria y de refugio que tiene México es una cuestión de extranjeros, equivale a observar la parte menor del problema. La parte mayor, literalmente, es mexicana: no hay ninguna otra población en movimiento de dimensión siquiera equivalente. El nudo central de la problemática migratoria no son los venezolanos, ni los centroamericanos ni los colombianos, ecuatorianos o cualquier otra nacionalidad.
La cuestión principal es lo que sucede en México. Si se omite esta perspectiva del principal debate político, como sucede en las actuales campañas por la Presidencia de la República, cualquier proyecto de nación será deficiente y basado en un diagnóstico que no corresponde con la realidad.
Si para las candidatas y el candidato su comprensión de la problemática migratoria se limita a los mexicanos en Estados Unidos y a los extranjeros en tránsito por México, su perspectiva corresponde al espejo de hace cuatro y más años. El escenario actual es mucho más complejo y tiene por protagonista a la migración y a los refugiados mexicanos que demandan, por lo menos, como un mínimo generoso, el reconocimiento de que existen.
La migración y sobre todo el refugio deben comprenderse como un observatorio y termómetro de deterioros sociales, tanto más profundos como la escala humana en movimiento. Evidentemente es nuestro caso, en ruta acelerada desde mediados de 2020, después de más de una década de relativa estabilidad y mínima movilidad migratoria. Sigue ahora rectificar el rumbo y evitar más injusticias. En lo inmediato, es fundamental que la clase política verdaderamente reconozca los problemas de la nación y actúe para resolverlos. No son tiempos para seguir inventando o ignorando realidades.
*Profesor del PUED / UNAM/ excomisionado del INM
Este texto de Opinión está publicado en la edición 0011 de la revista Proceso, correspondiente a mayo de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.