Computación

La flecha del tiempo

Vamos del pasado al futuro y no al revés. Hay una irreversibilidad inherente en el concepto del tiempo que aparentemente, no podemos deshacernos de esto.
domingo, 29 de enero de 2023 · 20:22

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–Nuestra percepción del tiempo es en mucha medida subjetiva. Si estamos pasándola bien, el tiempo se va rapidísimo. En cambio, si estamos aburridos, el tiempo parece desplazarse muy lentamente. Aunque nuestra apreciación tiene estos tintes personales, parece ser que efectivamente el tiempo sí pasa. Lo sabemos (o suponemos) porque existen fenómenos que llamamos irreversibles. Por ejemplo, si abrimos un frasco de perfume en un cuarto, el aroma del mismo se difundirá con el paso del tiempo. El proceso inverso, es decir, el de regresar el aroma al frasco de perfume parece ser imposible. Eso es la irreversibilidad en términos muy simples.

Así, para quienes dicen que el tiempo no existe y es meramente una ilusión de la percepción humana, tendríamos que ponernos a revisar el concepto de antes y después, que gracias a los fenómenos no reversibles, nos hace pensar que precisamente hay una dirección privilegiada del tiempo. Vamos del pasado al futuro y no al revés. Hay una irreversibilidad inherente en el concepto del tiempo que aparentemente, no podemos deshacernos de esto.

Sir Arthur Stanley Eddington, distinguido astrónomo británico y filósofo natural (físico, pues), trabajó para investigar las fuentes de la flecha del tiempo (término acuñado por él mismo), en donde con esto se presupone que el tiempo sólo tiene una dirección, del pasado al presente y de éste al futuro. Pues bien, en 1928 Eddington escribió: “Hay una sola ley de la naturaleza –la segunda ley de la termodinámica– que reconoce la distinción entre pasado y futuro…”. Esta ley es la responsable de la flecha del tiempo, la única propiedad del tiempo que no tiene analogía en el espacio y que es claramente reconocida por la conciencia.

Por su parte, Albert Einstein, con su teoría especial de la relatividad (TER), lo que halló es algo que reta a la más aguda inteligencia: el tiempo absoluto no existe. Lo que hay es un tiempo personal, de manera que cada quien lleva su propio reloj, por decirlo de alguna manera. De ahí parte la paradoja de los gemelos, en donde uno sale a un viaje de 10 años por el espacio (en un cohete a velocidades muy cercanas a la de la luz), mientras que el otro se queda en la tierra. Cuando regresa el viajero, nota que su hermano gemelo en tierra ha envejecido muchos más años que los que su contraparte ha pasado viajando. (Este resultado nos dice que quien se mueve muy rápido, se conserva más joven. De ahí que se recomiende salir a correr todas las mañanas). Esta paradoja en realidad choca con nuestro sentido cotidiano del tiempo. Porque éste parece ser un absoluto para todos. De hecho por eso tenemos relojes ¿no?

Las transformaciones de Lorentz (base matemática de la TER), no mienten y además, han sido verificadas a detalle desde la aparición del famoso artículo de Einstein de 1905. Evidentemente que no se prueba con gemelos, no porque no haya candidatos, sino porque no tenemos manera de hacerlos viajar a velocidades cercanas a la luz. Usamos en su lugar partículas elementales aceleradas a velocidades cercanas a la luz. Esto habla, para decirlo en otras palabras, del tiempo propio, término acuñado por Einstein precisamente, para indicar así que no existe eso que llamamos tiempo absoluto. Aún más, Einstein, en una carta escrita a los hijos de Besso por la muerte de su padre dijo: “[él] dejó este extraño mundo antes que yo. Esto no es lo importante. Para nosotros, físicos devotos [gläubige Physiker], la distinción entre pasado, presente y futuro significa solamente una ilusión obstinada”. Y podría seguir hablando de este tema, pero ya no tengo tiempo.

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