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Grave coyuntura migratoria
Como nunca, en estos días se han incrementado los flujos de personas que transitan por territorio mexicano, aspirando al refugio y a otras alternativas de vida. No se trata solamente de la movilidad procedente del norte de Centroamérica, que persiste y tiende a incrementarse.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–A lo largo de 2022 los flujos migratorios, las políticas en la materia y los juegos de poder que utilizan a la migración como ariete de conflicto han avanzado hacia un punto de extrema tensión, entre duras colisiones políticas y costos humanos cada vez más severos. Como si se tratara de una conjunción planetaria, cada proceso suma su fuerza gravitacional, no necesariamente en una dirección constructiva.
Como nunca, en estos días se han incrementado los flujos de personas que transitan por territorio mexicano, aspirando al refugio y a otras alternativas de vida. No se trata solamente de la movilidad procedente del norte de Centroamérica, que persiste y tiende a incrementarse. Hay novedades que tienen otros orígenes y son mucho mayores que el flujo centroamericano.
La primera novedad son los migrantes y refugiados que proceden de México, nuestros compatriotas, que ahora integran un número muy superior al de los vecinos del sur.
La segunda novedad –por su ampliada escala– está integrada por “otros países¨, considerados en conjunto, que se compone por nacionales de Haití, Cuba, Colombia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y muchos más de África y Asia.
Es gigantesca la presión social asociada con la movilidad de personas que arriban a la frontera sur de Estados Unidos y a las ciudades fronterizas de México. Para darnos una idea de su tamaño, durante marzo pasado las autoridades migratorias de Estados Unidos registraron 221 mil “encuentros” con extranjeros intentando refugio o el cruce irregular. De ese enorme total, en cifras redondas, los mexicanos aportamos 40%; “otros países”, 40%, y el flujo centroamericano el 20% restante. En contraste, en marzo de 2021 los “encuentros” fueron 173 mil; en marzo de 2019, 103 mil; en marzo de 2018, 50 mil (en marzo de 2020, con la pandemia, fueron solamente 34 mil). Así, la actual curva de ascenso parece imparable.
Las muchas crisis del planeta –incluyendo las nuestras– se expresan en la migración con gran crudeza. ¿Hay conciencia sobre la actual dimensión y gravedad de la problemática migratoria, sobre sus implicaciones y necesidades sociales? En esencia, no. No por el gobierno de México, que en 2019 militarizó a las instituciones de control migratorio (INM y Guardia Nacional), conforme a los dictados del gobierno de Trump, en medio de una coyuntura que tenía la mitad del flujo actual. Si el propósito fue detener e inhibir la movilidad irregular de personas, el resultado es abiertamente fallido. No era solución ni alternativa pertinente. Ante lo obvio, hacen falta urgentes rectificaciones y la implementación de un modelo alternativo de política migratoria, en México y en los países de la región.
Por otra parte, como ha sucedido desde 2016, nuevamente la coyuntura electoral en Estados Unidos tiene como rehén a las poblaciones migrantes. En las próximas elecciones de noviembre, el gobierno de Biden y el Partido Demócrata afrontan un alto riesgo de perder su minúscula ventaja en la Cámara de Representantes y en el Senado. Además, en la materia que nos ocupa, no han logrado corregir la inhumana estrategia antiinmigrante de Trump debido a conflictos jurídicos y sobre todo políticos.
El espíritu antiinmigrante sigue vivo y muy poderoso en Estados Unidos, alentado por Trump y el Partido Republicano, que persisten en presentar falsamente a la migración como amenaza a la seguridad nacional y como causante de todos los crímenes posibles, incluyendo el narcotráfico.
Además, como ha sido notorio en las últimas semanas, el nuevo ¨campeón¨ del racismo y la xenofobia es el gobernador de Texas, Greg Abbott, quien intenta reelegirse y por su cuenta ha armado una agresiva estrategia antiinmigrante, amenazando incluso con declarar a la migración como “invasión”, lo cual directamente equivaldría a una situación de guerra.
En suma, por uno y otro lado, estamos ante la fase más alta de movilidad de migrantes y, simultáneamente, transcurre un momento de alta tensión política en Estados Unidos. La coyuntura es muy grave en ambas dimensiones, humana y del poder. La paradoja es que entre mayor sea el flujo migrante, más intenso es el estímulo para el racismo y xenofobia de los republicanos y, por consiguiente, menor es la posibilidad de construir alternativas basadas en derechos humanos y políticas de desarrollo.
Ante el contexto, el margen de acción del presidente Biden resulta estrecho en varios aspectos. Primero, no está en la posición de “doblar” al gobierno mexicano, como lo hizo Trump, para impedir el tránsito de migrantes y refugiados… pero no deja de interesarle que nuestro país restrinja ese tránsito. Segundo, reformar la herencia antiinmigrante de Trump puede generar un alto costo en las elecciones de noviembre, que incluso pudiera propiciar el retorno de este impresentable personaje a la Presidencia de Estados Unidos. Tercero, de suyo sería una derrota no corregir la herencia trumpista y no implementar el proyecto sobre migración ofrecido por el Partido Demócrata y el propio gobierno de Biden.
El lado positivo de la densa coyuntura electoral en Estados Unidos y de la cantidad enorme de personas en movilidad es que pueden catalizar reformas al paradigma migratorio. Si sucediera, el nuevo modelo de políticas tendría que articular a los países de la región –e incluso de otras latitudes– mediante medidas convenidas y coordinadas en materia de migración, refugio y desarrollo, incluyendo los respectivos recursos financieros. No hay soluciones desde un país en lo individual, así se trate del vecino del norte, como está demostrado.
Para el gobierno de Biden, si avanzara en esa renovadora dirección, la próxima Cumbre de las Américas (junio 2022, en Los Ángeles) sería una excelente oportunidad para construir acuerdos, siempre y cuando las negociaciones concluyan con un pacto regional y programas operativos concretos. Tendrían que ser muy visibles estos productos, convincentes y claros de objetivos, para efectivamente cambiar las políticas migratorias de la región y, en el interés de la competencia electoral, contribuir al consenso público del gobierno de Biden. Por lo pronto, cualquiera que sea el desenlace, no hay duda de que los procesos migratorios regionales marcan profundamente el destino de nuestros países, directa e indirectamente, incluyendo al poderoso Estados Unidos.
Este análisis forma parte del número 2375 de la edición impresa de Proceso, publicado el 8 de mayo de 2022, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.