Claudia Sheinbaum

Malas noticias para Morena

A la señora Sheinbaum, a más de diez meses de haber asumido el cargo, no le ha caído el veinte de que es presidenta de la República, que ya dejó de ser la agitadora que fue toda su vida.
miércoles, 16 de julio de 2025 · 13:00

En la administración del señor Trump algo se está cocinando contra México y sus autoridades. Las acciones van más allá de los aranceles y de la expulsión de los mexicanos ilegales. Ello debe ser motivo de preocupación para algunos, sobre todo para quienes hacen de la política su modus vivendi. Nada bueno es de esperarse de lo que declare Ovidio Guzmán en el proceso penal que se le sigue.

Si la conducta y respuesta que se dé a las noticias que nos espera de la administración de los Estados Unidos es parecida a la que se dio a quien se desempeña como abogado del señor Ovidio Guzmán: el señor Jeffrey Lichtman, estamos perdidos. (Éste dijo de los gobiernos morenistas, tanto del pasado como del presente, hasta de lo que se van a morir.)

La señora Sheinbaum, por adolecer del vicio de la precipitación, cayó en la trampa. Ella, por si no lo sabe, es nada menos que la presidenta de la República y, por ello, no debió haberle dado respuesta; no tomó en consideración que el supuesto agraviante es un particular, que en forma deliberada la provocó al afirmar algo que todos sabemos: que en México no existe un Estado de derecho ni instancia encargada de investigar y perseguir delitos. Ella, como primeriza que es, hizo el ridículo y puso en evidencia que no tiene secretarios de Estado, asesores ni vocero. De manera tardía y, por lo mismo, inoportuna, intentó sacar la cara por su jefa la consejera Jurídica de la Presidencia de la República.

A la señora Sheinbaum, a más de diez meses de haber asumido el cargo, no le ha caído el veinte de que es presidenta de la República, que ya dejó de ser la agitadora que fue toda su vida; que tiene una alta responsabilidad; que debe cuidar las acciones que emprende y controlar lo que sale de su boca. Ella, en otra precipitación, que debería ser ajena a su investidura, amenazó con demandar al señor Lichtman y hacerlo ante los tribunales mexicanos. Éstos, aunque dóciles a las órdenes que ella les dé, no tienen competencia para conocer de los hechos y de la demanda.

Peña Nieto. Distractor. Foto: Germán Canseco.

Como pintan las cosas, nada bueno espera a Morena y a algunos de sus miembros del proceso penal que se sigue a Ovidio Guzmán. Éste se comprometió a hablar, y sabe que entre más diga, más beneficios obtendrá y más comprometerá a algunos de los que están incrustados en la administración pública morenista. El que la pena sea benigna dependerá del número y la calidad de cómplices, morenistas o no, que señale como apoyadores del crimen organizado.

De esa manera, las malas noticias que vendrán del país del norte no tendrán que ver con los ilegales que viven y trabajan en su territorio, más bien es de temerse que tengan relación con la vida y milagros de algunos morenos prominentes.

Aun en contra de la voluntad de la presidenta Sheinbaum, la acción de las autoridades norteamericanas pone en evidencia las graves omisiones que, en casi todos los rubros de la administración pública, incurrió la administración de López Obrador.

La señora Sheinbaum, por más insinuaciones u órdenes que reciba de ya saben quién, por su propia sobrevivencia, a querer o no, debe dejar de defender lo indefendible y a los indefendibles.

La protección que se brindó al general Salvador Cienfuegos, antiguo secretario de Defensa Nacional, después de que el gobierno mexicano reclamó su entrega para juzgarlo, es un hecho que, aparte de vergonzoso, puso en evidencia la falta de una instancia acusadora y el grado de connivencia que existe en el gobierno mexicano con los presuntos delincuentes. Lo que dijo el abogado Jeffrey Lichtman es absolutamente cierto: en México no se persigue a los delincuentes, no existe un órgano acusador y, en los sucesivo, tampoco habrá jueces imparciales y conocedores que juzguen de manera independiente y con conocimiento del Derecho.

Al haberse sentenciado el proceso que se ventiló a Genaro García Luna, el asunto dejó de ser noticia, un buen distractor y un magnífico pretexto para atacar a Felipe Calderón y a las administraciones panistas.

A la administración de la señora Sheinbaum las noticias provenientes de Israel, en el sentido de que en la adquisición de Pegasus hubo un cohecho de por medio y que éste fue pagado al expresidente Peña Nieto, lo tomó como un distractor feliz y oportuno.

No lo es. El caso Pegasus más apunta en el sentido de que sí existió el pacto de impunidad, traición y entrega del poder entre Peña Nieto y AMLO, del que se ha venido hablando y que se respetó por las partes contratantes. Desde hace muchos años se hablaba de corrupción de parte de algunos miembros de la familia presidencial de Peña Nieto; ello pudo haber influido en su ánimo, en el sentido de jugar dos cartas: la del candidato por el entonces partido oficial y la de AMLO, que lo era por algunos partidos de oposición. Peña Nieto, jugando las dos cartas, iba a la segura.

La opinión pública enderezó su vista al escándalo de Pegasus; dejó, por unos días, de hacerlo respecto de las graves omisiones y errores en los que incurrió la administración de AMLO en el combate a la delincuencia.

Si ello fuera posible, sería de esperarse que la actual administración pública federal dosificará las buenas noticias que derivan de las acciones emprendidas contra toda clase de delincuencia y, llegado el momento, cuente con elementos para distraer la atención de la ciudadanía.

No estaría de más que la señora Sheinbaum se adelantara a los eventuales efectos nocivos que para Morena, en particular y en su administración, de manera general, pudieran derivar de las declaraciones de quienes, en los Estados Unidos de América, se han puesto bajo el manto, muy complaciente, de testigo protegido o de reo colaborador.

La señora Sheinbaum, contra su voluntad, va a llegar a la conclusión de que éste es el momento de decir: yo respondo de mi administración y que AMLO responda de la suya: si te vi, ya no me acuerdo, y si fuimos amigos, ya lo olvidé. Se convencerá de que no hay agradecimiento que pague tantos errores, excesos, desaciertos e, incluso, ilegalidades en que pudieron haber incurrido los miembros de la administración pasada y, en particular, AMLO.

No está de por medio algo intrascendente y pasajero; todo lo contrario, está en juego la sobrevivencia del gobierno de la señora Sheinbaum y la de Morena, como una corriente política.

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