Ajedrez

El reloj de ajedrez

Los relojes mecánicos se usaron por muchísimos años y se convirtieron indispensables en los torneos. Hubo, sin embargo, que definir cuánto era un tiempo razonable para pensar. Se llegó a 2:30 horas para realizar cuarenta jugadas, más una hora extra para las siguientes 16 jugadas.
domingo, 1 de mayo de 2022 · 21:41

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–Cuenta una popular anécdota que estaba Morphy jugando contra Anderssen y en una posición del medio juego, intrincada, con muchas posibles combinaciones, ambos jugadores se enfrascaron en una larga meditación. De pronto -después de muchas horas de análisis- uno de los jugadores levantó la cabeza y dijo “¿Juego yo?”. Y aunque probablemente la anécdota sea falsa, es obvio que muchas veces los ajedrecistas usan mucho tiempo para decidir sus jugadas y esto hace impráctico el jugar al ajedrez.

Por eso mismo se inventó el reloj de ajedrez, el cual era -antes de los relojes digitales- dos relojes mecánicos con un dispositivo que al presionarlo, se apagaba un reloj y se iniciaba el otro. De esta manera los jugadores pensaban “con su propio tiempo”. Vamos, empezaba la partida y después de hacer la primera jugada, el primer jugador presionaba el botón de su reloj, éste se detenía, y se echaba a andar el segundo reloj. Cuando el jugador de negras contestaba a la jugada, presionaba su reloj, éste se detenía, y volvía a caminar el primer reloj.

Los relojes mecánicos se usaron por muchísimos años y se convirtieron indispensables en los torneos. Hubo, sin embargo, que definir cuánto era un tiempo razonable para pensar. Se llegó a 2:30 horas para realizar cuarenta jugadas, más una hora extra para las siguientes 16 jugadas. Este era de hecho el ritmo del Campeonato Mundial cuando el 1948 Botvinnik se hizo con el título. Y a esto se le llama hoy día “ajedrez clásico”. Sin embargo, este ritmo para discurrir las posibles jugadas era demasiado lento para la mayoría de los torneos, pues una partida podía durar 7 o más horas en algunos casos. De hecho, la partida se suspendía a las 5 horas y se reanudaba otro día. Hoy esto es demasiado impráctico para torneos de fin de semana o de aficionados.

La llegada del reloj electrónico en ajedrez logró no solamente que los dispositivos de medición fuesen más exactos, sino que además, ahora se podían programar incrementos, bonos por cada jugada realizada. Esta idea fue de Bobby Fischer, quien sugería ritmos en donde -después de cada jugada- se le diesen 30 segundos más a quien realizaba la jugada. La idea era no perder por falta de tiempo, aunque al final del día, para no perder y obtener ese bono, había que hacer una jugada y mantenerse con tiempo en el reloj.

Hoy los ritmos con incremento se han popularizado e incluso la Federación Internacional de  Ajedrez (FIDE, por sus siglas en francés), hace que el Campeonato Mundial se resuelva en cada partida con tiempos de 1:40 hrs para toda la partida, con bono de 30 segundos por cada jugada realizada. Si se hacían en la partida 40 jugadas, cada jugador habría conseguido entonces un incremento real en su tiempo de meditación de 20 minutos más en la jugada 40, lo que equivaldría a 2 hrs para 40 jugadas. No obstante la similitud y equivalencia, en realidad el ritmo es más acelerado, porque en este caso no se tiene el tiempo si no se hacen las jugadas. Para decirlo de otra manera, el bono se aplica cuando se hacen las jugadas y eso, créanme, es una gran diferencia.

Hay que decir que debido al incremento en los materiales de ajedrez, al hecho de que cada vez se entiende más la apertura y los finales y que se sabe de métodos de entrenamiento para jugar mejor, los tiempos de reflexión se han minimizado. Uno de los ritmos más populares es el de 1:30 hrs para toda la partida con incremento de 30 segundos por jugada realizada. Y el hecho es que hoy las partidas duran menos de 4 horas. Y aunque para algunos estos sean ritmos rápidos, los ajedrecistas saben que en ocasiones hay que pensar y el tiempo parece no ser suficiente.

En el mundo del ajedrez, prácticamente a cualquier nivel, hay jugadores que siempre se apuran de tiempo. No hay momento en que no tengan pocos segundos para seguir jugando, muchas veces manteniendo una posición donde hay sinfín de combinaciones y de táctica. Y este tipo de jugadores sufren de esta “enfermedad” en donde la mayoría de las veces pierden la partida “por tiempo” (que es una causa oficial de la derrota en ajedrez) y no parecen poder remediar la dificultad.

Alexander Alekhine, quien le quitara el título de Campeón Mundial a Capablanca, decía que perder una partida por tiempo era equivalente a decir que “maté a alguien porque estaba borracho”, es decir, era inadmisible. Kasparov, por su parte, a la pregunta de por qué le gustaba el ajedrez respondía: “Porque nos gusta pensar”, y entre estos dos límites los jugadores deben decidir los movimientos que realizan en las partidas. Botvinnik en cambio, decía que había que jugar partidas de entrenamiento para erradicar el apuro de tiempo de una vez por todas.

Lo que está claro es que en el ajedrez de competencia el tiempo también juega y como el gran maestro estadounidense Edmar Mednis decía: “es legión quienes han perdido la partida al llegar a la jugada 40” (que es el límite de jugadas que antes de los relojes electrónicos, se tenían que hacer). Por eso, como en todo, hay que aprender  a distribuir el tiempo de reflexión en nuestras partidas.

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