Guerra en Ucrania

Negociar la paz: urgencia y obstáculos

La Tercera Guerra Mundial será distinta a las anteriores porque ahora existen armas nucleares. La perspectiva de que sean utilizadas es escalofriante. Negociar la paz es urgente, no hacerlo puede traer daños difíciles de imaginar.
sábado, 26 de marzo de 2022 · 15:11

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Diversas circunstancias hacen cada vez más urgente la búsqueda de la paz en Ucrania. No obstante, esa urgencia coincide con la presencia de obstáculos que han tomado forma con notable rapidez durante las últimas semanas.

Dichas tendencias de signo contrario llevan a preguntarse: ¿Hay posibilidades para la paz? ¿Qué obstáculos saltan a la vista? ¿Qué factores la favorecen?

Una primera reflexión se refiere a los retos que enfrenta negociar la paz. No se trata solamente de Ucrania. Nos encontramos en un punto de transición que obliga a la reconfiguración del mapa geopolítico mundial. Una tarea que, como ha ocurrido a través de la historia, requiere la participación de las principales potencias económicas y políticas del momento.

No se puede pensar en un acuerdo que involucre solamente a la OTAN y Estados Unidos. La participación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Rusia) es indispensable. Asimismo, la de otros países, no poseedores de armas nucleares pero con influencia indudable en su ámbito regional, como Alemania y Japón. A la lista habría que sumar a la India, país con armas nucleares, con peso indudable en el continente asiático.

El carácter universal de las negociaciones requiere de un cambio en la manera de conceptualizar las relaciones de poder económico, político y tecnológico existentes hoy en día. El combate entre Estados Unidos y China por la hegemonía mundial ha llevado al primero a utilizar una narrativa que minimiza y desconoce el hecho que China es ya una potencia tecnológica. Difícil hablar con ella si no se le ve de esa manera.

Igualmente difícil es hablar con Rusia si se le ve únicamente a la luz de la muy condenable invasión decidida por ­Putin. La memoria histórica de ese país, sus aportaciones culturales, su papel en la derrota del nazismo y sus avances en la exploración del espacio durante los años de la Unión Soviética son elementos a tomar en consideración. Poco contribuyen al entendimiento hacia el futuro las voces que ahora quieren borrarla del mapa, de los conciertos musicales u operísticos, de los programas de enseñanza de literatura rusa en las universidades o de proyectos que utilicen su conocido dominio de las matemáticas y, en general, del conocimiento científico.

En otro orden de cosas, la negociación para la paz tiene como obstáculo el proceso de armamentismo que se ha ­desencadenado principalmente en Europa a raíz de la invasión de Ucrania y los cambios en el liderazgo alemán. Para Angela Merkel, el entendimiento con Rusia era deseable; de ahí la construcción del gasoducto que proporciona gas natural a Alemania desde Rusia, cuyas operaciones se quieren suspender.

El discurso del nuevo dirigente alemán, Olaf Scholz, es un documento de enorme importancia que rompe con la tradición de no exportar armas a zonas en conflicto e inicia una era de fuertes inversiones en la industria bélica alemana. Otorgar a la industria militar un lugar privilegiado en la economía de países industrializados es un proceso que, una vez iniciado, es difícil de detener. La decisión alemana, aunada al incremento en gasto militar de otros países europeos y de Estados Unidos se convierte, desafortunadamente, en una decisión que no pavimenta el camino para buscar la paz.

Desde Estados Unidos los obstáculos tienen un fuerte componente de política interna relacionado con la contienda entre demócratas y republicanos, la cual se pondrá a prueba en las próximas elecciones intermedias del mes de noviembre. A nadie escapa el buen recibimiento que tuvo entre los republicanos el apoyo a Ucrania en el informe a la nación del presidente Biden.

Los “halcones” republicanos se han hecho más visibles pidiendo que se incremente el apoyo militar a Ucrania. Ello supone, desde luego, aumentar las inversiones en el complejo militar-industrial, del cual son muy cercanos. No es la primera vez que prolongar una guerra da buenos resultados para la industria bélica. En el caso particular de Biden, lo que interesa es su voluntad de afianzar propuestas bipartidistas que ayuden a darle votos.

Un obstáculo adicional a la búsqueda de la paz es el programa de sanciones económicas tan duro, tan amplio y tan incierto en sus consecuencias que ha sido aprobado con enorme rapidez por los países de la OTAN. No es ocioso recordar que, históricamente, las sanciones económicas han durado mucho tiempo y no han conducido a la paz. Mucho se ha escrito sobre el Tratado de Versalles, las duras sanciones económicas impuestas a Alemania y el grado en que estuvieron en el origen de los deseos de venganza, reclamos y exaltación nacionalista que llevaron al poder a Hitler y, poco después, a los inicios de la Segunda Guerra Mundial.

En principio, las sanciones económicas adoptadas tienen el propósito de perjudicar a Putin, de ahogar a la economía rusa paralizando sus principales actividades de exportación, castigando a su círculo más cercano de oligarcas corruptos y precipitando un descontento de la población que, llevada a una situación de carestía y hambruna, expresará su malestar destituyéndolo.

Aunque con características muy distintas a las de Rusia, Cuba sería buen ejemplo de que tales sanciones no siempre funcionan.

Más allá de la posibilidad de que Putin sea derrotado internamente, los daños colaterales de las sanciones son suficientes para que negociar la paz sea en este momento un llamado urgente que interesa a numerosos países lejanos geográficamente a Ucrania. Son países en desarrollo quienes sufrirán más seriamente las consecuencias de las sanciones económicas a través de la inflación, la carestía de granos y energéticos, y la incertidumbre de los mercados financieros.

Ahora bien, el mayor motivo para finalizar la guerra es la existencia de las armas nucleares. El bombardeo ruso a instalaciones militares, a pocos kilómetros de distancia de la frontera de Polonia (miembro de la OTAN) ha llevado a Biden a exclamar que cualquier ataque sobre el territorio de un miembro de dicho organismo será el comienzo de la Tercera Guerra Mundial.

La Tercera Guerra Mundial será distinta a las anteriores porque ahora existen armas nucleares. La perspectiva de que sean utilizadas es escalofriante. Negociar la paz es urgente, no hacerlo puede traer daños difíciles de imaginar.

Análisis publicado el 20 de marzo en la edición 2368 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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