Presidencia
Primer año de Sheinbaum, bajo la sombra de un proyecto ajeno
El politólogo José Antonio Aguilar Rivera sostiene que la presidenta Sheinbaum gobierna con la autonomía severamente restringida. Su poder real está acotado por figuras de Morena y los acuerdos heredados con el Ejército.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– “Si tuviéramos que poner una palabra, sería continuidad... Lo más importante de este año es, sin duda, la elección judicial y la consumación ya de la destrucción democrática”, es el análisis del politólogo José Antonio Aguilar Rivera al preguntarle sobre el balance político del primer año de gobierno de la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo.
Calificado en gran parte de la opinión pública como el “año siete” de un esfuerzo transexenal que inició con Andrés Manuel López Obrador, este primer año de la mandataria ha consolidado un nuevo régimen político con tintes autoritarios, aunque enfrenta retos significativos en autonomía, género y gobernabilidad, refiere el analista para Proceso.
Sheinbaum ha gobernado bajo la sombra de López Obrador manteniendo la agenda de la Cuarta Transformación; la continuidad es evidente en la consolidación de programas sociales, el fortalecimiento del control estatal en sectores estratégicos y la lealtad al movimiento de Morena, dice.
Sin embargo, esta herencia limita su autonomía. Figuras como Adán Augusto López, jefe de la bancada morenista en el Senado, y pactos con las Fuerzas Armadas establecidos en el sexenio pasado restringen la capacidad de maniobra de la presidenta. Pese a su alta popularidad –superando incluso a AMLO en el arranque de su sexenio–, Aguilar Rivera advierte que este apoyo refleja más la fuerza del proyecto transexenal que un respaldo personal a Sheinbaum.

Advierte que, en caso de un hipotético conflicto con López Obrador, la base de apoyo de la mandataria podría fracturarse evidenciando que su liderazgo está atado a la figura del expresidente.
Por ejemplo, recuerda, “no parece haber más allá de lo simbólico un cambio sustantivo”. Aguilar Rivera evoca la celebración del 15 de Septiembre:
Vimos a la presidenta dar el grito con un vestido morado, en un claro guiño hacia el movimiento feminista, con cadetes mujeres entregándole la bandera, lo cual no es del todo nuevo, pero no parece haber más allá de lo simbólico un cambio muy sustantivo.
Aunque reconoce que “el único ámbito de relativa autonomía que ha tenido la presidenta ha sido en el área de seguridad”, pues este cambio marca una transición de la estrategia de “abrazos, no balazos” hacia un enfoque basado en inteligencia y prevención.
Sin embargo, el control militar heredado de AMLO, junto con el impacto del narcotráfico en instituciones (como el caso del huachicol fiscal que involucra a militares y políticos), limita rupturas significativas, explica.
La presidenta –agrega– enfrenta el desafío de mantener el pacto con las Fuerzas Armadas mientras lidia con presiones de Estados Unidos, especialmente bajo la segunda presidencia de Donald Trump para combatir el crimen organizado.
“Este es un año en el cual la presidenta ha tratado de encontrar su sitio en el aparato político”.
–Pero el verdadero control está en manos del Ejército y la Marina –se le cuestiona.
–Ese es uno de los pactos y de las relaciones que hereda y que pone límites a la acción de la presidenta, y es muy claro ahora que estamos viendo el efecto corruptor del narcotráfico, aún en las áreas que se presumían invulnerables, inmunes: hay un margen de maniobra muy acotado de la presidenta porque, evidentemente, sabe que no puede romper y probablemente no quiera romper ese pacto.
-¿Sus manos están atadas?
–En general tiene las manos atadas. Pensemos que el senador Adán Augusto sigue siendo el jefe de la bancada en el Senado del partido gobernante, pese a todos los escándalos políticos en los que ha estado inmiscuido. En realidad, lo que tenemos que preguntarnos es lo contrario: ¿en dónde se ha visto una acción autónoma y claramente independiente de la presidenta?
Aguilar Rivera afirma que no se observan cambios sustantivos en leyes o formas de gobernar que reflejen una perspectiva de género estructural. La agenda feminista, aunque presente en el discurso, no ha logrado traducirse en iniciativas concretas que alteren las dinámicas de desigualdad o violencia.
La Secretaría de las Mujeres, creada recientemente, es un paso, pero su impacto está por verse, y los recortes presupuestales a programas contra la violencia de género han generado críticas de movimientos feministas.

Consumación del nuevo régimen
El hito del primer año es la reforma judicial, aprobada en septiembre de 2024 y materializada con la elección popular de jueces en junio de 2025. Esta reforma, que renovó 881 cargos judiciales y redujo la Suprema Corte de 11 a nueve ministros, es vista por Aguilar Rivera como la “destrucción” del Poder Judicial federal y la consolidación de un régimen autoritario.
La baja participación (13%) y los llamados opositores a la abstención cuestionan su legitimidad, pero el oficialismo la celebra como un “triunfo del pueblo”.
La reforma electoral pendiente, dice el politólogo, será la “cereza del pastel” para cerrar el cambio de régimen iniciado en 2018.

Sheinbaum navega en un proyecto transexenal que recuerda al periodo postrevolucionario (1920-1934), caracterizado por el caudillismo y la personalización del poder. Su reto es institucionalizar este régimen autoritario sin que colapsen sus ejes de estabilidad, como el control militar, la popularidad del movimiento o las relaciones con Estados Unidos.
Aguilar Rivera subraya que la acción política requiere realismo: reconocer la contingencia, estructuras y voluntad de los actores para incidir en el rumbo del país.
Sin grandes sorpresas, Sheinbaum ha seguido el guion de López Obrador, pero los próximos cinco años serán clave para determinar si logra institucionalizar este modelo o si las tensiones internas y externas fracturan su estabilidad.
La historia, como señala Aguilar Rivera, juzgará este capítulo, pero corresponde a la sociedad asumir la responsabilidad de analizar y actuar frente a esta transformación.

El académico hace una sentencia final:
Hay una fuerza que claramente desde hace siete años quiere instaurar y lo ha logrado en buena medida, instaurar un nuevo régimen, cambiar la realidad política: la voluntad de poder de transformar radicalmente al país. El expresidente López Obrador quería una profunda transformación del país y yo creo que lo logró. Desafortunadamente.