Sexto informe de AMLO
El país idílico que AMLO dejará a los mexicanos, un relato basado en la posverdad, en los “otros datos”
Aunque los resultados de su gobierno en general son malos, a la gente parece no importarle y le cree al presidente, pues su liderazgo se basa en la creencia de que es un líder con una misión que cumplir, afirman analistas que han estudiado el estilo de gobierno de López Obrador.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el relato que construyó el presidente Andrés Manuel López Obrador a lo largo de seis años en las conferencias de prensa mañaneras –y el cual sintetizó ayer domingo en su último informe de gobierno en el Zócalo capitalino–, México es un país idílico.
En ese país, México tiene el sistema público de salud “más eficaz en el mundo”, tan eficaz, que es “mejor que en Dinamarca”. No importa que esa afirmación sea falsa. Lo que importa es que él lo dice y que muchos mexicanos le creen.
En ese México, en el de las mañaneras, la corrupción y la impunidad no existen, el pueblo vive feliz.
Ese país tiene, además, un nuevo aeropuerto, el AIFA, que está entre “los mejores del mundo”, y un gobierno tan competente que durante la pandemia de covid-19 fue “un ejemplo” para la humanidad por la cantidad de vidas que logró salvar.
En esa narrativa, México “es un país pacífico” que vive “un momento excepcional, extraordinario, glorioso” de su historia.
López Obrador relató durante seis años, de lunes a viernes, desde un amplio salón del Palacio Nacional habilitado como caja de resonancia personal, la saga de un país con un líder infalible que todo lo hace bien. Tan bien, que él equipara su gobierno con las tres gestas históricas de México: la Independencia, la Guerra de Reforma y la Revolución.
Por eso su gobierno fue llamado, desde antes de su inicio, desde la campaña de 2018, el de la Cuarta Transformación (4T). Es como si hubiera un guion escrito de antemano y lo único que había que hacer es repetir el mensaje todos los días.
Quizá es por eso que en el relato de López Obrador no existen –o se omiten o se minimizan o se niegan o son responsabilidad del “periodo neoliberal”– hechos de un país con escenarios de caos.
Por ejemplo, los 190 mil homicidios con los que acabará este gobierno, la cifra más alta en un sexenio en la historia de México, o el desfalco de 12 mil 802 millones de pesos en Segalmex, o las 833 mil muertes en exceso que ocurrieron durante la pandemia de covid-19.
Pero es innegable que la narrativa de López Obrador, plagada de “verdades alternativas”, “posverdades” y “otros datos”, es creíble para la mayoría de los mexicanos. Esto, a juzgar por la popularidad del presidente –superior al 60%– y por el contundente triunfo de su partido en las elecciones generales del 2 de junio último, en las cuales Morena ganó la Presidencia, el Congreso, la Ciudad de México y la mayoría de gobernaciones en disputa.
Los doctores en Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame, Esperanza Palma y Aníbal Pérez Liñán, y la presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés), Carolina Jiménez, quienes han estudiado el estilo de liderazgo de López Obrador en los últimos años, hablaron con Proceso sobre el peso que ha tenido la narrativa del mandatario en la percepción de su gobierno.
Para Jiménez, doctora en Estudios Internacionales de la Universidad de Waseda, Japón, y con estudios posdoctorales en derechos humanos y ética, López Obrador “entendió que era él quien debía establecer la agenda mediática” y “controlar la narrativa que se va a instalando en el ciclo noticioso”, con un objetivo muy claro: “influenciar las preferencias políticas de los ciudadanos”.
“Esto lo hizo –dice ella– con un liderazgo político carismático, muy mediatizado y con un nivel de alcance y promoción de sus mensajes verdaderamente impensable hace tan solo 10 años, cuando no existían las redes sociales (YouTube, X, Facebook, Instagram), las cuales se convirtieron en la principal plataforma de difusión de las mañaneras y en el epicentro del debate público sobre el gobierno de López Obrador”.
A través de estas plataformas digitales, el presidente logró establecer una relación directa con la sociedad, la cual no pasa por los medios tradicionales.
La supremacía de los “otros datos”
Carolina Jiménez, una académica venezolana naturalizada mexicana, señala que hay múltiples encuestas en México en las que la mayoría de los ciudadanos reprueba el manejo de la seguridad, de la salud, de la lucha contra la corrupción y de la economía de parte del gobierno, pero aprueba, al mismo tiempo, el liderazgo de López Obrador.
“Esto indica que la ciudadanía puede no estar contenta con los resultados del gobierno, pero cree en el líder político que encabeza ese gobierno, es decir, en López Obrador”, señala la presidenta de WOLA, organización civil que promueve los derechos humanos en la región y produce investigaciones sobre la situación política en las Américas.
De acuerdo con Jiménez, una frase recurrente durante los seis años de gobierno del líder de Morena fue “yo tengo otros datos”. Incluso la usaba para rebatir, sin ninguna evidencia, sólo con su palabra, cifras oficiales de su propio gobierno sobre temas como inseguridad, violencia de género, desabasto de medicinas y deterioro de los servicios de salud y educación públicas.
“Con estos ‘otros datos’, que nunca nadie conoció, la palabra del líder se vuelve la verdad y la evidencia, y los datos duros pierden la autoridad de la verdad, lo que es muy peligroso porque evita la rendición de cuentas”, explica la maestra en Derecho Internacional.
Dice que hay frases que han tenido un papel relevante en la articulación de la narrativa del presidente mexicano, como “nosotros no somos iguales” o “ya no hay impunidad” o “México ya cambió” o “ya se acabó la corrupción”, que se sustentan únicamente en el discurso de las mañaneras, pero no en evidencias ni en datos duros.
“Imagínate cómo hacer creíbles estas frases en México, un país con altos niveles de impunidad (96.3% de los delitos denunciados quedan sin esclarecerse, estima México Evalúa), de violencia, de feminicidios, de corrupción, y en el que el presidente dice que todo eso ya se acabó, sin que presente evidencias de que es así”, señala Jiménez.
Dice que así se fue imponiendo la palabra de López Obrador, y cuando los datos duros abrumaban y las investigaciones periodísticas y de organizaciones civiles evidenciaban las mentiras, el presidente recurría “a la vieja táctica de atacar al mensajero”.
Para el mandatario, señala Jiménez, “fue mucho más fácil decir Proceso miente, Reforma miente, el Centro Pro miente”, que responder a las denuncias “perfectamente comprobables”, de corrupción, de espionaje militar, de la profundización del militarismo, de violaciones a los derechos humanos y de muchos otros abusos y errores de gestión que se han cometido en su administración.
Esta técnica comunicacional utilizada por López Obrador, añade la presidenta de WOLA, es la misma que utilizan otros líderes populistas y autoritarios, como los presidentes de Argentina, Javier Milei, y de El Salvador, Nayib Bukele, y los expresidentes de Estados Unidos, Donald Trump –quien ahora buscar regresar al poder– y el brasileño Jair Bolsonaro.
“López Obrador y esos líderes derechistas hicieron de la ‘posverdad’ y de la ‘verdad alternativa’ parte de su forma de gobernar”, asegura, y dice que todos ellos tienen en común el negar la evidencia, los datos duros, los errores de sus propias administraciones, los casos de corrupción y las violaciones de derechos humanos que pasan bajo su mirada.
“En lugar de aceptar los hechos y tomar medidas correctivas, critican o deslegitiman o desprestigian al mensajero, evaden el mensaje, y construyen una verdad paralela”, sostiene Jiménez.
La 4T como una identidad social
Hay datos duros del sexenio de López Obrador que sí tienen sustento en la realidad.
Por ejemplo, la disminución de la pobreza en 7.6 puntos porcentuales entre 2018 y 2022, o el aumento de 110% del salario mínimo real, o la universalización de las pensiones del bienestar para adultos mayores. Todo esto se tradujo en un incremento de ingresos en los hogares mexicanos. La tercera parte de ellos se benefician de la pensión para adultos mayores, cada uno de los cuales recibe seis mil pesos bimestrales.
Pero es claro que el gobierno no fue perfecto, a pesar de que ése es el mensaje que todos los días se difunde desde las mañaneras.
La Refinería de Dos Bocas, por ejemplo, tuvo un costo de 330 mil millones de pesos, unos 17 mil 800 millones de dólares, el doble de lo proyectado, pero el presidente sostiene que “tuvo un costo muy bajo”. Y a la construcción del Tren Maya el gobierno ha destinado 450 mil millones de pesos, alrededor de 24 mil 324 millones de dólares, el triple del cálculo original. Esta obra, además, tendrá una operación deficitaria.
Pero López Obrador no sólo descalifica a los críticos de sus obras emblemáticas, a quienes suele llamar “corruptos”, “conservadores”, “neoliberales”, o las tres cosas juntas. También ha acusado a los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, en septiembre de 2014, de estar “manipulados” por fuerzas internas y externas interesadas en desprestigiar al Ejército mexicano.
Lo cierto es que el presidente incumplió su promesa de campaña de esclarecer ese caso, y que hay abundantes evidencias de que quienes impidieron avanzar más en esas investigaciones fueron los militares, que se negaron a entregar a los padres toda la información que tienen sobre la llamada Noche de Iguala.
López Obrador se aferró a otra “verdad alternativa”: que el Ejército ya entregó toda la información.
Para Esperanza Palma, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-Azcapotzalco), esa “verdad alternativa” que logró posicionar López Obrador entre gran parte de la población es lo que explica, junto con la popularidad del presidente, el triunfo holgado de Morena en los comicios del pasado 2 de junio.
Al gobernante “le funcionó muy bien la narrativa de la posverdad, que es una narrativa populista que divide al país entre el pueblo bueno y las élites abusivas y corruptas que han actuado en contra de los intereses populares”, dice la autora del libro Las bases políticas de la alternancia en México.
De acuerdo con Palma, esa “división narrativa” que articuló López Obrador durante seis años “realmente sí ha reconfigurado el campo político en México porque asentó su liderazgo bajo la expectativa de que él es diferente a los anteriores, que están marcados por la corrupción y por el desdén al pueblo”.
Por eso, “aunque los números de su gobierno sean muy malos, aunque el sistema de salud es un desastre, aunque no se haya contenido la violencia, aunque todo el tiempo están inventando cifras, los famosos ‘otros datos’, la mayoría de mexicanos le cree, porque su liderazgo no se basa en resultados de gobierno, sino en la expectativa de que este líder tiene una misión que cumplir”, señala la académica mexicana.
Y dice que ese “sentido de misión, que es algo ambiguo como proyecto y en términos ideológicos, tan ambiguo como la llamada Cuarta Transformación (4T), ha creado una identidad social cuasi religiosa en la que no importan los resultados porque todo se basa en una expectativa de cambio y en la fe que se ha depositado en el líder”.
Para Palma, el liderazgo de López Obrador es tan potente, que una de las grandes preguntas que está en el aire es cuál va a ser el futuro de Morena y de la 4T con Claudia Sheinbaum en la presidencia, una política cuya formación científica la ubicaría en las antípodas de las narrativa de los “otros datos”.
Dice que también debe tomarse en cuenta que, en cifras redondas, 60% de los votantes que respaldaron a Morena en los comicios del 2 de junio creen en el líder de la 4T, “pero también hay que decir que el otro 40% está en contra de ese liderazgo, y eso nos indica que el país es más plural de lo que presenta la narrativa oficial”.
La profesora de la UAM-Azcapotzalco considera que tampoco hay que menospreciar el papel de los programas sociales en la construcción del proyecto político de López Obrador, porque no sólo se universalizaron algunos de ellos, sino también porque se manejaron “con un sentido partidista, clientelar”.
La trampa de la sobreinformación
Aníbal Pérez Liñán, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, dice que a lo largo de la historia los políticos exitosos son los que consiguen generar una narrativa sobre la realidad que los favorece, y “con la que logran convencer a la ciudadanía de que hay un mundo mejor, que ellos harán posible, aunque la situación objetivamente sea mala”.
Y esto, que funciona para políticos de izquierda y de derecha, se ha degradado en los últimos 10 o 15 años con la aparición de las redes sociales, y lo que antes era una interpretación favorable de los hechos pasó a ser algo muy diferente: la falsificación de la realidad, como lo hizo recurrentemente López Obrador a lo largo de su gobierno.
“Decir que uno tiene ‘otros datos’, cuando en realidad esos datos no existen, es una mentira”, señala el politólogo argentino y coautor del libro Democracias y dictaduras en América Latina: surgimiento, supervivencia y caída editado en México por el Fondo de Cultura Económica.
Explica que antes de las redes sociales, las narrativas políticas basadas en mentiras –hoy llamadas “verdades alternativas” o “posverdad”– sólo podían construirse cuando no había fuentes alternativas de información o cuando los gobernantes tenían un control absoluto del Estado y suprimían a las voces críticas que cuestionaban las falsedades del líder supremo.
“Pero lo que ocurre hoy en día es que hay demasiadas fuentes alternativas de información –plantea Pérez Liñán–, y que recibimos tanta información por las redes sociales, veraz o manipulada, que es muy difícil para la población procesar toda esa información, tan diversa y tan contradictoria”.
El académico explica que, de esa manera, los votantes terminan eligiendo la información que les produce menos disonancia cognitiva, y es así como los seguidores de líderes carismáticos como López Obrador se quedan “con la información que les gusta más, no necesariamente con la que saben que es verdadera, sino con la información que les confirma lo que el líder está diciendo”.
Sólo así se explica que la narrativa del país “pacífico”, “sin corrupción”, “sin impunidad” y con un sistema de salud pública “mejor que el de Dinamarca”, sea creíble para la mayoría de mexicanos.
Sólo así se explica, también, que el presidente termine su sexenio con esa narrativa triunfalista, sustentada en la posverdad, en los “otros datos”, en la que el líder fue mucho más allá de lo que le corresponde como gestor de gobierno y logró fortalecer entre los mexicanos “valores morales, culturales y espirituales”, según dijo López Obrador en su sexto informe en el Zócalo.
Es decir, en este gobierno también hubo proezas metafísicas.