Desapariciones
Visibilizan desapariciones de personas LGBTI+ en la Marcha del Orgullo
Es la primera vez que María Guadalupe Suárez participa en la Marcha del Orgullo LGBTI+ en la Ciudad de México. Decidió unirse porque su hija Margarita Cuevas Suárez, desaparecida el 5 de junio de 2022 con apenas 19 años, formaba parte de esta comunidad.CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–Es la primera vez que María Guadalupe Suárez participa en la Marcha del Orgullo LGBTI+ en la Ciudad de México. Decidió unirse porque su hija Margarita Cuevas Suárez, desaparecida el 5 de junio de 2022 con apenas 19 años, formaba parte de esta comunidad.
“A ella le hubiera gustado venir”, dice la mujer de 56 años, quien trabaja como cocinera.
Este sábado 24 de junio, Suárez viste una playera blanca con el rostro de su hija al frente; en la parte de atrás se lee: “¡Viva se la llevaron, viva la queremos! #NoestamostodasnosfaltaMago”. Es casi mediodía y el sol no da tregua, pero ella camina sobre el Paseo de la Reforma con el contingente convocado por primera vez para visibilizar las desapariciones de las personas de la comunidad LGBTI+ (lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales y de otras diversidades sexogenéricas) en la Marcha del Orgullo de la Ciudad de México, que celebra su edición 45.
“El principal obstáculo al buscar a una persona desaparecida de la comunidad LGBTI+ es que las familias no buscan y las familias sociales [amistades cercanas, parejas, personas con las que trabajan o conviven regularmente] no tienen derecho a hacerlo y a participar en la investigación”, denuncia Juan Carlos Lozada Delgadillo, fundador de Invisibles MX y uno de los convocantes del contingente, quien busca a su padre, Carlos Lozada Mahuem, desaparecido en Tulancingo de Bravo, Hidalgo, en 2009.
El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) reconoce a 78 personas de la comunidad LGBTI+ desaparecidas en el país –40 siguen sin ser localizadas–, pero Lozada considera que la cantidad es mayor, pues los números que maneja “no son reales”. Además, cuestiona que registren únicamente de una forma binaria, cuando las personas de esta comunidad no se identifican con los géneros masculino o femenino.
“Tan solo en el estado de Hidalgo nosotros apoyamos a cuatro familias de personas desaparecidas que son de la comunidad y no se encuentran en el registro”, señala.
El subregistro de estas desapariciones y el rechazo de las familias biológicas a la orientación o identidad sexogenérica de las víctimas hace que sea complicado saber cuántas personas de la comunidad han sufrido este crimen e impide que quienes son cercanos a ellas puedan unirse para exigir su búsqueda.
Un año sin Mago
En su casa del sur de la Ciudad de México, en la alcaldía Xochimilco, donde ha vivido toda su vida, Suárez muestra las fotos de su hija Margarita, Mago, colocadas en una especie de altar en su comedor. En el exterior, colgada de la barda, una lona con el rostro de la joven recuerda que en ese hogar vive una familia en la que falta alguien.
Dos figuras de San Judas Tadeo y una estampa, también del santo, resguardan las fotografías de Mago, que la muestran de niña y de joven, y también abrazada a su hermana gemela Guadalupe, su fiel confidente. Viste una camisa blanca formal, usa lentes y lleva el cabello corto. “Un día llegué y la vi acostada con la gorra, pues se había cortado el pelo. Usaba chongo y llegó pelona”, cuenta Suárez, soltando una tímida risa. El día de la fotografía con Lupita, su gemela, habían ido juntas a unos quinceaños porque Mago insistió en que las acompañara. Al final supo por qué: la festejada, su novia, le había pedido que llevara a su mamá para presentarle a sus padres.
Nunca hubo una “salida del clóset”, como se conoce al momento en que las personas LGBTI+ comparten su orientación sexual o identidad de género. Un día, Lupita le contó a su madre que Mago era lesbiana y por eso había empezado a sufrir agresiones en la secundaria. Tenía 12 o 13 años. Cuando se enteró, la familia Cuevas Suárez no cambió su trato hacia ella. El problema estaba en la escuela.
“La directora le decía que por su culpa todas las compañeras se estaban volviendo lesbianas”, y le prohibió usar el pantalón como uniforme, recuerda Suárez.
A Mago le gustaba el fútbol, pero después se inclinó por “los bailes modernos, como el reguetón”, dice su madre. Incluso fue chambelán de varias compañeras de la secundaria. Quería ser policía y trabajaba en una tienda de abarrotes de la colonia. Ella y su gemela son las más pequeñas de nueve hermanos y hermanas. Era la única hija que todavía vivía con ella en la casa.
El día anterior a su desaparición era sábado; no iba a salir, pero le llamaron sus amistades de la secundaria para invitarla a una fiesta. Agarró una chamarra y se fue. De ahí, el grupo se trasladó a otro lugar en Tepepan, a unos diez minutos en auto de la casa familiar. Al sitio arribaron conocidos de Mago que estudiaron en la misma secundaria, y con ellos se fue en moto a un tercer lugar, en el pueblo de San Mateo Xalpa, ya en la madrugada del 5 de junio.
Una grabación de una cámara del C5 muestra que, alrededor de las seis de la mañana, Mago entró al domicilio de la familia de uno de los jóvenes con los que se había ido. Suárez supo que pidió permiso para usar el baño. En el registro no se le ve salir.
Durante la primera semana de su desaparición, sus familiares, junto con vecinos y vecinas, bloquearon el cruce de las avenidas Prolongación División del Norte y Guadalupe I. Ramírez, una de las avenidas principales de Xochimilco. Lograron hablar con May Gómez Jiménez, fiscal de Investigación y Persecución de los Delitos en materia de Desaparición Forzada de Personas, de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, y con la titular de este organismo, Ernestina Godoy. En ambas reuniones, los funcionarios llamaron a los agentes encargados del caso, que se limitaron a repetir la información que la propia familia les había dado. Cada dos meses tienen una mesa de trabajo con los agentes de la fiscalía que investigan la desaparición, pero Suárez no ve que haya avances. Aún no se sabe nada del paradero de Mago.
La madre de la joven ha participado en búsquedas como parte del colectivo Una Luz en el Camino, en lugares como un centro penitenciario, el cerro del Ajusco y en la presa San Lucas, en la Ciudad de México. Dice que trata de ir especialmente cuando las búsquedas son en canales porque un informante le dijo que habían arrojado a su hija en uno. También acudió con diputados y diputadas, y con la exjefa de gobierno Claudia Sheinbaum en busca de apoyo, y hasta envió una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador solicitando su ayuda para encontrar a su hija.
No hay certeza sobre el motivo de la desaparición; Suárez recuerda que Mago le dijo que uno de los muchachos con los que se fue esa noche le mandaba mensajes a su novia. Al enterarse, ella le reclamó y el joven la amenazó. “¿Tú qué? A ti te voy a desaparecer”. Ese joven fue asesinado hace unos meses. Otro hombre identificado no ha sido localizado por la policía investigadora.
Suárez se integró hace alrededor de ocho meses a Una Luz en el Camino, una de las colectivas que llamó a participar en este contingente pionero de la marcha. Cuando se enteró de la convocatoria, quiso sumarse.
“Yo me siento más comprendida con ellas porque sabemos lo que estamos pasando. Todas contamos lo mismo: que las autoridades no hacen nada y luego no nos dejan hacer nada a nosotras”, señala.
En la casa de Mago, en un lugar destacado se encuentran sus fotografías, resguardadas por imágenes de San Judas Tadeo.
Globos blancos y consignas
Alrededor de 250 mil personas caminan por el Paseo de la Reforma hasta el Zócalo en la Marcha del Orgullo LGBTI+. Es un colorido arroyo que desborda ambos carriles de la vialidad de punta a punta. Un carnaval que avanza lentamente bajo el feroz sol de este inusualmente caluroso mes de junio. Ataviadas con collares, pañoletas, trajes de cuero, máscaras, vestidos largos, muy cortos o prácticamente en ropa interior, portando banderas, sombrillas y gorros con los colores del arcoíris, gritan consignas y bailan, se toman selfies, piden que les saquen fotos con las drag o con quienes lucen los vestuarios más extravagantes.
Desde hace años, un sector de la comunidad ha criticado lo que llaman la mercantilización de la marcha, una presencia protagónica de empresas, partidos políticos y gobierno que consideran ha restado peso a sus demandas de salud, seguridad y acceso a la justicia. Aunque diversos colectivos han recordado en las marchas a las víctimas de crímenes de odio, las desapariciones habían permanecido invisibilizadas.
Entre la multitud, el contingente de personas buscadoras LGBTI+ y familiares de quienes han desaparecido corean: “¿Dónde están, dónde están nuestres hermanes, dónde están?”. Vinieron tras responder a una convocatoria por redes sociales. Llevan globos blancos con los rostros de quienes faltan y datos de su desaparición:
En algunos casos, los datos están incompletos y las fotos pixeladas. Lozada, uno de los organizadores, dice que fue muy difícil obtener imágenes de las personas de la comunidad desaparecidas. “Muchas no tienen ni ficha de búsqueda”.
Sus asesinatos suelen estar precedidos por la desaparición, como sucedió con Isaac Yáñez Padilla, un joven gay de 22 años que fue visto por última vez el pasado 4 de febrero en la Ciudad de México. Durante cuatro días, su familia y amistades lo buscaron hasta encontrarlo sin vida en un hospital.
“Di parte a la policía de investigación. Según ellos, empezaron a investigar, pero no se hizo nada. Realmente fueron la familia y sus amigos de la comunidad quienes compartimos la imagen de que estaba extraviado. Uno de los amigos de Isaac se acercó y me dijo que lo había visto, no inconsciente, pero como que ya no razonaba”, cuenta su madre, Mónica Padilla.
A Isaac nadie lo auxilió mientras caminaba desorientado por las calles. “Pudo haber sido discriminación de las personas que estuvieron ahí”, dice Padilla, “porque llegó una ambulancia, llegaron patrullas, y no lo quisieron ayudar”.
Lo que sabe su madre es que Isaac fue a una cita y alguien lo golpeó fuertemente en la cabeza. Perdió la conciencia sobre quién era y en dónde estaba. Deambuló cuatro días por la ciudad hasta que se desmayó y una ambulancia lo recogió, todavía con vida. Murió en el hospital.
La policía investigadora tuvo como primera hipótesis que Isaac se había golpeado al caer, pero conforme avanzó la indagación se pudo demostrar que no era un accidente, y la carpeta pasó al área de homicidios.
Al inicio de la marcha, Suárez camina en la segunda línea del contingente, atrás de la lona principal, en la que se lee: “No más desapariciones LGBTIQ+. Investigaciones y búsquedas con enfoque diferenciado y de género para personas LGBTIQ+”, pero después se anima a encabezarlo.
La única madre del grupo que camina por su hija lesbiana desaparecida muestra en su pancarta las mismas fotos de Mago que tiene en su playera. Esta marcha es un espacio festivo, y el grupo de cerca de 50 personas que corea consignas de protesta y exige la búsqueda de sus desaparecidos, desaparecidas y desaparecides rompe con el ambiente de alegre alboroto. A quienes se acercan para tomar una foto, los organizadores les piden compartirla en redes sociales: a cualquiera le podría pasar, dicen.
Lozada lanza consigna tras consigna durante las tres horas que tarda el contingente en caminar del Ángel de la Independencia a la Alameda Central, un recorrido de cerca de 2.5 kilómetros que se siente eterno por el calor y las miles de personas que abarrotan Reforma. Otros dos participantes lo relevan en el megáfono, explicando a las personas que observan desde las banquetas quiénes son y por qué se reunieron este día.
Una búsqueda diferenciada
De acuerdo con Tania León, colaboradora de la Fundación Arcoiris, que defiende los derechos de la comunidad LGBTI+, las desapariciones de sus integrantes no han tenido tanta visibilidad y las autoridades no cuentan con un registro específico. Por eso, en la fundación empezaron a documentar estos casos en el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio, una plataforma en línea en la que se pueden consultar los datos por estado y fecha.
Uno de los resultados de este trabajo fue el documento La desaparición de personas LGBTI+ en México, una guía para su registro y seguimiento, presentado el 17 de mayo en el marco del Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia.
“Es una descripción de cómo identificar ciertos rasgos que tienen que ver con la desaparición específica de personas LGBTI+. Puede ayudar tanto a organizaciones como a instituciones a entender este fenómeno”, dice León. La guía también informa sobre qué hacer si desaparece una persona de la comunidad e incluye un directorio de organizaciones que trabajan en el tema.
En el documento se identifican cuatro puntos que diferencian la desaparición de personas LGBTI+: la violencia que sufren está atravesada por su orientación sexual o identidad de género; quienes les buscan, generalmente, son integrantes de la familia social, no biológica; hay un “desplazamiento” de identidades, entre su nombre “oficial” o el elegido, con algunas personas trans, no binarias o que fluyen entre expresiones de género asociadas a los hombres o a las mujeres, y existe un subregistro muy alto de los casos.
Algunos motivos que guardan relación con estas desapariciones fueron identificados por el Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas (Comité CED) en el informe de la visita que realizó a México en noviembre de 2021, emitido en abril de 2022: “[...] dichas desapariciones habrían sido cometidas por fuerzas de seguridad, o por la delincuencia organizada con distintos niveles de connivencia de las autoridades, y en muchos casos con fines de ‘limpieza social’ o de explotación sexual, frecuentemente tras el internamiento en los llamados ‘centros de terapias de reconversión’”. Los casos documentados por el comité ocurrieron principalmente en Jalisco, Michoacán y Veracruz.
La marcha del orgullo continúa hasta el Zócalo, pero el contingente de personas LGBTI+ desaparecidas termina su recorrido en la Alameda, junto a un tendedero de fichas de búsqueda de personas LGBTI+, una iniciativa del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria. Bajo la sombra, Lozada toma de nuevo el megáfono para leer un comunicado con nueve exigencias a las autoridades involucradas en el registro, búsqueda e investigación de las desapariciones, como organizar una mesa técnica con la Comisión Nacional de Búsqueda para abordar los principales problemas que enfrentan como buscadores de la comunidad LGBTI+, y el reconocimiento de las familias sociales como víctimas indirectas para que puedan incidir en las búsquedas y saber en qué van las indagatorias de estos delitos.
Es un día histórico. Un primer paso para esta comunidad que vive un doble agobio. México no solo es el segundo país en América Latina que registra más crímenes de odio contra la población LGBTI+, también en este territorio han desaparecido a más personas que en ningún otro país de la región, más de 110 mil según el registro actual. Las tragedias se cruzan, pero la resistencia y la protesta también.
“Estamos creando colectividad y, al mismo tiempo”, resume León, “nos estamos haciendo presentes en un día tan importante como hoy, en la Marcha del Orgullo”.
**Foto de portada: Cerca de 50 personas participaron en el primer contingente que visibilizó en la Marcha del Orgullo LGBTI+ la desaparición de integrantes de esta comunidad.
www.adondevanlosdesaparecidos.org es un sitio de investigación y memoria sobre las lógicas de la desaparición en México. Este material puede ser libremente reproducido, siempre y cuando se respete el crédito de la persona autora y de A dónde van los desaparecidos (@DesaparecerEnMx).