Deportes
“Eres prieta y gorda; no eres Comaneci”
Durante 22 años la búlgara Kalina Dimitrova insultó y humilló a sus alumnas de gimnasia de la UNAM. Jubilada desde hace unos meses, la entrenadora niega los maltratos que con toda crudeza narran para Proceso las afectadas.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Tres deportistas del equipo representativo de gimnasia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) acusan a la exentrenadora Kalina Dimitrova de violencia emocional y psicológica. La instructora búlgara las discriminaba e insultaba por su color de piel, complexión física, peso y condición social. Si se atrevían a inconformarse vivían con la amenaza de perder la beca de seis mil pesos que les da la institución.
“Siempre digo que la relación más tóxica que tenido ha sido con Kalina porque me costó mucho trabajo salir de su círculo de violencia. Era ególatra, grosera, racista y gordofóbica. Teníamos una compañera que estaba muy ‘llenita’ y un día se estaba probando un traje (un leotardo) que era completamente blanco, entonces empezó a decirnos enfrente de ella: ‘¡Miren al oso polar! ¡Están viendo como está y le ponen ese traje blanco! No tengo nada en contra de los gordos, pero simplemente no me gustan”, relata en entrevista a quien llamaremos la gimnasta 1 para cuidar su identidad.
Las gimnastas nunca denunciaron a la entrenadora ante la Dirección General del Deporte Universitario (DGDU) de la UNAM, dependencia que, paradójicamente, durante los últimos seis años estuvo encabezada por Alejandro Fernández Varela Jiménez, un licenciado en derecho con doctorado en Derechos Humanos. No se sentían listas para hablar y siguen teniendo miedo a las represalias. El director de comunicación social de la DGDU, David Vázquez admite que sí estaba enterado del “carácter explosivo” de Kalina Dimitrova, pero la justifica con el argumento de que es una entrenadora “muy preparada”.
“Te puedo decir que Kalina era una persona de carácter duro, entonces no nos podría extrañar que alguna chica se haya sentido particularmente agraviada por ella. Por fortuna ya no se encuentra trabajando con nosotros, ya no forma parte de nuestra plantilla de docentes”, dice el funcionario.
Vázquez detalla que durante su estadía como empleada de la UNAM, Kalina Dimitrova tuvo varios percances también con sus compañeros “por su mal carácter”. Por esta razón sí fue denunciada en la DGDU. Sin embargo, aunque les preocupaba que no respetara las normas de convivencia entre los trabajadores la entrenadora permaneció 22 años en la institución. Al ya no estar activa este es un caso cerrado para la DGDU.
Apenas en marzo de este año la entrenadora se jubiló y regresó a su país, pero dejó una huella muy marcada en sus gimnastas: lesiones, trastornos alimenticios como anorexia y bulimia y cuadros de ansiedad y estrés que les llevaron a buscar ayuda sicológica y siquiátrica.
La gimnasta 1 comenzó a practiar este deporte a los 14 años, actualmente tiene 25. Se matriculó en la UNAM en 2018 con la ilusión de representar a la Máxima Casa de Estudios. Al inicio estuvo con otro entrenador, pero no le gustó; además, sus horarios empataban perfectamente con los del equipo de Kalina Dimitrova.
Desde su primer entrenamiento descubrió el talento de Dimitrova como entrenadora y coreógrafa, pero también que es una mala persona que la agredía a ella y sus compañeras. No le importó. Resistió más de tres años así porque no supo escapar del círculo de violencia.
“Una de nuestras compañeras era llenita y la entrenadora era muy dura con ella, muy cruel. Me acuerdo una vez que le trajo una faja y le dijo: ‘Póntela porque no soporto verte así. No quiero que vuelvas a entrenar sin faja porque no soporto verte la panza así de desbordada’”, relata.
La gimnasta que recibía las fajas fue quien más abusos sufrió. Las tres entrevistadas para este reportaje la describen como una mujer chaparrita, morena y rolliza, pero muy flexible y con un talento enorme para este deporte, lo cual le pasaba de largo a Dimitrova, quien también la ridiculizó porque tomaba dos litros de agua durante el entrenamiento.
Le decía con desprecio “gorda” y la criticaba porque decía que tanta agua “se le endurecía en el estómago”. La palabra que más usaba para referirse a ella era “prieta”.
La gimnasta 1 también recuerda la humillación que sufrió otra de sus compañeras frente a su novio. Al finalizar un entrenamiento Dimitrova se acercó al muchacho para “encargarle” que ya no se la llevara a los tacos, ni a las hamburguesas porque por su culpa estaba subiendo de peso. Eso le impedía que fuera una buena gimnasta, ya que tenía mucho potencial. “Si sigue comiendo nachos y pizzas no iba a funcionar”, le decía. Como ésta existieron muchas situaciones violentas.
La misma gimnasta dice que ella era una de las favoritas de Kalina Dimitrova por su color de piel y estatura. Aún recuerda que cuando por la pandemia del covid por fin pudo regresar a entrenar había aumentado un kilo y medio. La entrenadora le dijo que se veía “nalgoncita” y que tendría que entrenar horas extras porque eso no le gustaba.
A pesar del esfuerzo y de que ella no era “gorda” ni “prieta”, Dimitrova la violentaba diciéndole que no pensara que era Nadia Comaneci y que le faltaba muchísimo para ser una buena gimnasta. Entrenaba más de cinco horas diarias para tratar de llenarle el ojo a su maestra. Esto impactó en su rendimiento académico, siempre estaba cansada, se quedaba dormida en las clases, el dolor muscular por el exceso de ejercicio era insoportable y comenzó a lesionarse.
“No escuchaba a mi cuerpo, venía a entrenar pese a todo y seguía matándome. No podía dejar a Kalina, me sentía dependiente y comprometida. Siempre nos decía: ‘Es que ustedes son lo único que tengo, son como mis hijas. Yo no tengo a nadie en México más que ustedes, estoy muy sola. Ustedes son lo que me mantiene viva, ustedes son lo que me da la fuerza para seguir viviendo porque ya no tengo nada más por que vivir”.
Kalina Dimitrova estuvo casada durante 38 años con el entrenador de lucha olímpica Zaprian Petrov Doychev, el más exitoso entrenador en la historia de este deporte de la UNAM. El profesor falleció en julio de 2017 en la Ciudad de México a donde llegó en 1991 para ejercer durante más de 20 años.
“Me avergüenzan tus estupideces”
La gimnasta 2 también es alumna de la UNAM y desde hace 12 años entrena esta disciplina deportiva. Sólo aguantó seis meses con la entrenadora búlgara y se marchó porque no soportó que le dijera “gordas” a sus compañeras y su tan repetida frase: “Nadie del equipo de Kalina puede verse así”.
Para ella, la gota que derramó el vaso fue cuando en una competencia Dimitrova la obligó a hacer un salto que no estaba programado en su rutina porque recién salía de una lesión en el tobillo que la entrenadora le provocó por el exceso de entrenamiento.
“Acordamos que yo participaría en todos los aparatos menos en salto de caballo y que en piso no iba a hacer la última línea acrobática porque mi tobillo no iba a aguantar. Antes de empezar la competencia me soltó la bomba: ‘Tienes que hacer el salto y tu línea de acrobático en piso si quieres seguir en el equipo’. Me amenazó”. Ejecutó ambas acciones y por fortuna su lesión no se agravó, pero decidió dejar el equipo a pesar de que no había otro para continuar su carrera deportiva.
También recuerda los enojos de Dimitrova y cómo no podía contenerse. En plena competencia las insultaba y humillaba delante de quienes estuvieran ahí. No le importaba. En una prueba una de sus alumnas cometió un error en un aparato que desató su furia.
“Kalina le empezó a gritar, le preguntó por qué estaba haciendo esas porquerías y que si iba a seguir haciendo esas estupideces dejara de avergonzarla porque todos ahí la conocían. ¡Y qué vergüenza que vieran que una de esas niñas que está haciendo puras porquerías era alumna suya! Mi amiga se fue a mitad de la competencia”, narra la gimnasta 2.
La gimnasta 3 lleva seis años en el equipo representativo de la UNAM, de los cuales tres y medio entrenó con Kalina Dimitrova. Explica que hizo hasta lo imposible por coincidir con la entrenadora búlgara porque todos sabían lo buena que era en su trabajo.
“Muchas coincidimos en que fue una especie de relación tóxica. Podría decir que ha sido la entrenadora con la que más he crecido, con la que he tenido un cambio de ser alguien que practica gimnasia a convertirme en una gimnasta. Aunque debo recalcar que todas hemos sufrido violencia psicológica porque no tenía un trato empático”, dice.
Esta deportista denuncia que la violencia psicológica es algo cultural que se vive en la gimnasia, pues desde que la ha practicado se ha topado con entrenadores que se centran en el aspecto físico. “Buscan corregir tus errores de ejecución y técnicos, pero también los físicos. No intentan reforzar y potenciar tus cualidades físicas. Yo crecí pensando que a pesar de todo el tiempo que le dedico a la gimnasia nunca voy a tener el cuerpo de una profesional. Los entrenadores se enfocan en corregir lo que está mal en tu físico y te critican. En Kalina se notaba que tenía preferencia por las chicas que eran más delgadas y que tenían un tono de piel más claro”, sentencia la gimnasta 3.
En una sola ocasión, una de las alumnas, harta de los insultos, se defendió y enfrentó a la entrenadora. No volvió a recibir su beca y ya no regresó a entrenar. Este fue un ejemplo para todas las demás acerca de qué pasaría si se atrevían a desafiarla. El poder que Dimitrova —la viuda de un entrenador tan querido y respetado en la UNAM— tenía ante las autoridades deportivas era muy grande.
En la UNAM, gimnastas pobres de padres pobres
Kalina Dimitrova, de 65 años, se jubiló el 15 de marzo último, después de haber trabajado en México durante 32 años desde la primera vez que llegó y fue contratada en un gimnasio particular de la zona de el Pedegral. Entrevistada vía telefónica hasta su natal Bulgaria se regodea por haber sido formada en la afamada escuela deportiva socialista de la Unión Soviética. “Nuestro sistema en el deporte es una maravilla y jamás va a caducar”, sentecia la entrenadora.
Cuando se le pregunta por su trabajo con las gimnastas universitarias lo califica como “difícil” porque ella estaba acostumbrada a enseñarle a las niñas que elegía por sus características y habilidades físicas. En la UNAM, por ser una escuela pública, “la mayoría de sus alumnas son pobres de padres pobres” que viven lejos de Ciudad Universitaria y eso dificulta ponerse de acuerdo en los horarios de entrenamiento.
Sobre las denuncias de las gimnastas Dimitrova se sorprende. Del otro lado de la línea se le escucha consternada y asegura que sigue teniendo contacto con sus exalumnas, que se quieren mucho y que con frecuencia le dicen que la extrañan y que regrese porque el gimnasio no es lo mismo sin ella.
“Quiero saber los nombres de quienes me acusan”, exige la entrenadora. “Me parece que es alguien que me tiene mala fe. Utilizan el nombre de mis alumnas y esto es anónimo, eso es muy raro. Lo veo como un mal chiste o que quieren dañar mi imagen. Yo no discrimino a ninguna de mis alumnas. El nombre de Kalina ha estado en lo alto, yo aporté un granito de arena a la gimnasia en México. Las alumnas me dicen: ‘Kali, tú fuiste como mi madre porque esto que aprendí de tí en ningún otro lado lo aprendí’. No quiero que manchen mi prestigio y mi nombre”, vuelve a exigir Dimitrova.
Las tres entrevistadas aseguran que desde la jubilación de Kalina Dimitrova han vuelto a ser felices entrenando, y que ahora se sienten seguras y confiadas de su desarrollo como deportistas.
(Con información de Karla Cabral)
*Estudiante de séptimo semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Realizó este reportaje para la materia de Comunicación Política y Deporte que imparte Beatriz Pereyra, editora de Proceso.