Guerrero
Un mariachi femenil para revitalizar lenguas originarias y empoderar a la mujer indígena
Perla Guerrerense, integrado por ocho mujeres de la región de la Montaña, en Guerrero, tiene la misión de rescatar la música tradicional con canciones en español, mixteco y tlapaneco, e impulsar mejores condiciones de vida de la mujer.TLAPA DE COMONFORT, Gro. (Proceso).- Lucila llega al ensayo conduciendo un vochito rojo modelo 91. Va acompañada de su hija Nahomi. La cita es al mediodía del último domingo de enero en un estudio de tres por cinco metros en la colonia Caltitlán de Tlapa, en la Montaña de Guerrero.
Afinan violín y guitarra. Lo mismo hacen seis instrumentistas, entre ellas una cantante y un trompetista. Luego ejecutan la “Marcha tradicional”, una polka antigua de la región; “La rielera”, un corrido revolucionario, así como “Nathangawua” y “Xicara norte”, éstas en las lenguas mè'phàà y tu'un savi.
Es el mariachi femenil Perla Guerrerense, que rescata la música tradicional, revitaliza las lenguas originarias y busca romper con el destino de las mujeres en la región: el matrimonio infantil forzado, el metate, procrear hijos y atender el hogar.
También cantan sobre problemas de su gente, como la migración. En “Nathangawua”, una estrofa traducida al español dice:
“Me voy a donde venderé mi fuerza. Allá donde no soy nadie, trabajaré para encontrar mi nombre. Hijo: de ti me despido, acuérdate cuando naciste, del brazo del árbol colgué la piel que te cubrió, que es la placenta, para que seas valiente, para que puedas defender a tu pueblo”.
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Velar por la tradición
En 2018, Bartolomé Espíndola Gálvez concibió el proyecto en los talleres del Centro Cultural de la Música Mexicana (CCMM) en Tlapa de Comonfort, donde se trabaja con niños y jóvenes de las culturas mestiza, nahua, na savi y mè'phàà.
Espíndola Gálvez tiene 36 años. Es productor audiovisual, integrante del colectivo de creadores Gusanos de la Memoria y fundador del CCMM. En Perla Guerrerense es trompetista y director.
El proyecto se gestó como un espacio donde las mujeres se pudieran expresar, así como transmitir sus sentires y sus historias a través de la música.
En las comunidades de la región, recuerda Bartolomé Espíndola, existieron orquestas que cantaban en tu'un savi y mè'phàà. La última de la que se tuvo testimonio fue hace seis años.
Tenían como instrumentos el bajo quinto y la jarana mixteca, violín, guitarra, contrabajo, batería, saxofón, trombón, trompeta y clarinete.
Pero para el director, Perla Guerrerense es otro paso de la evolución del mariachi desde la cosmovisión, las lenguas y las culturas de la Montaña.
El castellano, tu'un savi, náhuatl y mè'phàà convergen en el territorio.
“Ha tomado esa meta de revitalizar las lenguas, sabemos que las están exterminando. Hay un sistema que todo el tiempo echa a andar una maquinaria para desaparecer las lenguas de los pueblos”.
El mariachi femenil Perla Guerrerense contribuye desde la música tradicional a revitalizarlas, asegura. Una de las causas de que se pierdan las lenguas originarias es la migración producida por los altos niveles de pobreza en la región.
La Montaña, una de las ocho regiones de Guerrero, está conformada por 19 municipios, que suman una población de 406 mil 48 habitantes (INEGI, 2020), que representa el 11.4% del total de la población en la entidad.
El 87.4% de los hombres, mujeres y niños de todas las edades en la Montaña viven en situación de pobreza en todas sus dimensiones. La mitad está en pobreza extrema.
Durante 2024, 11 mil 50 personas jornaleras migraron a los campos de los estados del norte del país, de acuerdo con el Consejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña y el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.
La Secretaría de Migrantes y Asuntos Internacionales del estado de Guerrero estima que alrededor de 1 millón de guerrerenses viven en Estados Unidos, 943 mil de forma ilegal. Una décima parte, se calcula, son originarios de municipios de La Montaña.
Cantar en lengua materna
Érika Edith Basurto González tiene 25 años y es licenciada en Pedagogía. Nació en Cruz de Fandango, municipio de Alcozauca, una comunidad que ameniza sus fiestas con música y canciones en tu'un savi.
En 2017 aprendió a tocar el violín y al siguiente año fue parte de la fundación del mariachi femenil.
“Nos empezamos a enfocar en la música regional, aparte tocamos rancheras y boleros como cualquier mariachi, pero nos dimos a la tarea de conocer más. Hemos trabajado muy duro aquí”.
En Perla Guerrerense Érika es la voz y primera instrumentista.
“Cantar en mi lengua es muy lindo, porque no sólo los que hablan español pueden identificarse con las canciones, también los que venimos del pueblo queremos identificarnos con alguna melodía, por eso es importante cantar y rescatar nuestro idioma”.
Pero en la región los idiomas o lenguas náhuatl, tu'un savi o mixteco y mè'phàà o tlapaneco viven una etapa de desuso.
Hubert Matiúwaà , poeta y filósofo mè'phàà, detecta dos razones por las que se están perdiendo los hablantes de las lenguas en Guerrero: el racismo y la desigualdad económica.
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“El racismo es un factor importante para que los jóvenes ya no quieran hablar su lengua. En los propios centros urbanos de la región y la entidad los hablantes son discriminados cuando los oyen hablar”, dice.
Autor del libro Túngaa Indìí (Comisario Jaguar), Hubert señala que “el factor económico ha mantenido a la región en la pobreza, en donde el principal interés de la población es sobrevivir, emigrar y trabajar”.
En los ensayos, Érika Edith interpretó Xicara norte, otra canción que aborda la migración.
“Xicara norte habla de los hombres y personas que se van a Nueva York. Dejan su casa y su familia, regresan y pues igual no tienen dinero. Es doloroso dejar a tu familia, irte. Uno no sabe cómo va a regresar, muchos gracias a dios regresan con bien, pero muchos nunca más ven a sus seres queridos porque allá pierden la vida”.
No obstante, en los pueblos de la Montaña tampoco se les ofrece trabajo ni una vida digna a sus habitantes.
En Tlapa, el centro comercial y económico de la región, el sistema de salud es precario, mientras que las comunidades carecen de caminos en buen estado, de médicos, ambulancias y hasta de los medicamentos más elementales.
No se garantiza la educación básica para la población y en las escuelas hacen falta maestros.
Felicidad
Danna Rubí García Alatorre tiene 14 años y estudia el tercer grado de secundaria. En la agrupación toca la vihuela.
“Me empezó a gustar la música porque es una forma de expresión y conexión con el mundo. Inicié en los talleres con la guitarra, pero de ahí me llamó la atención la vihuela por sus ritmos. Mis papás me compraron una”.
—¿Qué sentimiento te provoca tocar en el mariachi?
—Una felicidad, porque estoy haciendo lo que me gusta y lo estoy compartiendo con otras personas. Es parte de mi identidad.
A los 45 años Lucila Flores Tapia venció sus temores y decidió dedicar parte de su tiempo a su pasión, la música.
En su casa veía cuando su esposo y a sus hijos, integrantes de un mariachi, iban a ensayar y regresaban de sus presentaciones emocionados.
Lucila Flores da clases en una escuela primaria de Xalpatlahuac.
“Me llamó mucho la atención y dije 'creo que lo voy a intentar'”.
Se acercó al maestro Bartolomé con la intención de aprender a tocar el violín. Se instruyó rápido y fue invitada a ser parte del primer mariachi femenil en la región.
“A mí me daba un tanto de pena de decir 'ya estoy grande'”.
Su trabajo de maestra lo combina con los ensayos y presentaciones. Hace lo posible con cumplir con su escuela y con el grupo.
Ahora a sus alumnos y padres de familia les llama la atención y se alegran cuando la ven tocando en alguna fiesta.
“Me agrada, me gusta que por lo menos me recuerden”.
Conocedora del contexto en que vive la mujer en la región, la maestra Lucila dice que la incursión en alguna banda de música o mariachi no es tan aceptada por todos los hombres y la sociedad.
“Persisten estereotipos hacia la mujer indígena y el machismo. De repente llegamos a ver ciertas caritas no muy agradables que nos ven llegar, 'no, pues son mujeres', dicen”.
La mujer, principalmente la indígena, asegura Lucila, es catalogada para hacer el aseo en la casa, estar al pendiente de los hijos y del marido.
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“Piensan que no podemos hacer otro trabajo, es ahí donde no nos reciben o no nos ven con bien”.
Pero cada día son más los lugares donde son bienvenidas.
“Lo hacemos con cariño y respeto, tocamos y llevamos alegría a la gente que nos contrata y nos recibe. Nos vuelve a invitar y eso nos agrada, llegamos contentas a nuestro destino porque sabemos que le gustó. Tocamos música para los pueblos”.
Mujer en la montaña
Para Bartolomé Espíndola, en la región es muy difícil que una mujer pueda sobresalir no sólo en las artes, sino en la academia y la ciencia. “En todo, es muy complejo”.
Además de que es “muy común” el matrimonio infantil.
“A las niñas se les obliga a casarse a muy temprana edad y se les dice: 'tú, mujer, sólo sirves para estar en el metate, para crear hijos y para atender el hogar'”.
Guerrero, junto a Chiapas y Oaxaca, son los estados del país con mayor número de mujeres indígenas casadas o unidas antes de los 18 años.
En pueblos “ñuu savi” o mixtecos y mè'phàà o tlapanecos de la región de la Montaña es donde se ha registrado la práctica del matrimonio infantil.
En esa práctica amparada por los “usos y costumbres” las familias entregan a sus hijas a cambio de una dote o para resolver conflictos familiares o de la comunidad.
Espíndola Gálvez prosigue: “Queremos romper ese paradigma de pensamiento. En cada comunidad vamos dejando una pequeña luz de esperanza en los corazones de las niñas. De que es posible una mejor comunidad. Cuando llega el mariachi femenil, afina sus instrumentos y toca, hay niñas que se quedan observando. Queremos transmitir ese mensaje de esperanza, de que ellas pueden hacer mucho”.
Integrantes
Perla Guerrerense está integrado por ocho mujeres. Sus edades van de los 9 a los 45 años.
En la agrupación también está Nahomi Evangelista Flores, de 25 años, instrumentista en guitarrón. Es ingeniera en Agronomía.
Alitzel Itzayana Velázquez Tolentino, instrumentista de guitarra, de 13 años, y estudiante de segundo grado de secundaria.
Natalia García Alatorre, instrumentista en el primer violín. Tiene 9 años y estudia el cuatro grado de nivel primaria.
Kelly Michelle Velázquez Tolentino, de 11 años, es violín segundo. Estudia el sexto grado de escuela primaria.
Además, Ita Luvi de Jesús Basurto, de nueve años, es tercer violín y estudiante de tercer año de primaria.
Perla Guerrerense ha grabado con arreglos propios dos canciones en castellano y ha rescatado temas del grupo Tuxa Ndoko (Árbol frondoso), considerado semillero de la música mixteca.
También han adaptado e interpretado, junto a su autor Javier Trinidad, la canción “La niña del teléfono”, un tema que se volvió popular en Guerrero y Oaxaca.
De su autoría es "Nathangawua en mè’phàà".
Entre los objetivos de Perla Guerrerense está producir un disco en estudio, así como participar en festivales en otros estados y en otras naciones donde puedan llevar su música desde sus lenguas y raíces.