Cultura
“Y habrá una vez Romala”, novela de Chávez Castañeda con personajes de “Pedro Páramo”
Todo el mal y el dolor que Juan Rulfo depositó en su libro fue transformado por este autor, a manera de “el revés de la trama”, en esperanza, atisbada en la infancia de los personajes Pedro Páramo y Susana San Juan.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Ha publicado alrededor de 65 libros, su obra ha sido traducida al inglés, esloveno, polaco, coreano, chino y portugués, y pertenece a la llamada generación del Crack; ahora lanza su novela Y habrá una vez Romala (Alfaguara, 2025), donde muestra, a su manera y estilo, la niñez de los personajes de, nada más y nada menos, Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Varias preguntas lo incitaron a escribir el libro de 336 páginas:
“¿Cómo fue que Pedro Páramo llegó a convertirse en un rencor vivo? ¿Qué debió ocurrir para que su corazón quedara anegado por la avaricia o la cólera o la maldad? ¿Qué era de Comala antes del silencio y la tristeza? ¿Cómo fue que se erosionó hasta el punto de ser un pueblo fantasma, un gigantesco cadáver extendido? ¿Qué le pasó a la gente que lo habitaba y cómo eran esas vidas antes de la crueldad y la injusticia? ¿Cómo fueron de niños Damiana, Dolores y los hermanos Rentería, Damasio, Susana y el propio Pedro? ¿Fueron amigos? ¿Se quisieron más allá de la muerte?”.
Chávez Castañeda (Ciudad de México, 1961) platica en entrevista que “intento mostrar, reconstruyendo la infancia de esos personajes, el momento en que todo era posible: la vida, el mor y la esperanza”, e imaginó a ese Comala anterior al mito.
Tras manifestar que sí le teme a las críticas, pero dice:
“Y habrá una vez Romala es un homenaje a Rulfo, y al mismo tiempo una reinvención de uno de los universos más queridos de la literatura mexicana. Es un trabajo honesto, y sé que a veces la honestidad no justifica, pero soy respetuoso, y sé que igual el respeto no justifica, pero intenté con Rulfo extraer una nueva palabra... en este caso pensando menos en la literatura y más en la vida”.
Chávez Castañeda ha obtenido importantes premios nacionales de narrativa como el San Luis Potosí de Cuento, el José Rubén Romero de Novela, el Juan de la Cabada de Literatura Infantil, el FILIJ de Novela Juvenil y el FILIJ de Cuento Infantil. E internacionales: el Mercosur de novela juvenil en Argentina por El país de los muchos suelos”; el Julio Cortázar de cuento en Cuba “Ladrón de niños”; premio en la segunda Bienal de Literatura Infantil en Ecuador con El beso más largo del mundo, y fue finalista en el Premio Clarín de Argentina por la novela Las voces de los niños y del Dashiell Hammett en España en dos ocasiones por El día del hurón y El final de las nubes.
El Crack es un movimiento literario mexicano surgido a mediados de los noventa, liderado por Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou y Chávez Castañeda.
“Sólo el amor redime”
Con esta nueva propuesta, el narrador presenta la historia de Susana y Pedro antes de todo, el descenso de éste a los infiernos en busca de su madre y los distintos caminos de violencia que pudo transitar hasta desmoronarse en un montón de piedras. Sólo en uno de esos caminos, en una de esas versiones de sí mismo, Pedro se salva. Porque sólo el amor redime.
El narrador subraya a este medio:
“Todos amamos a Rulfo. Como el cuento de Julio Cortázar, ‘Queremos tanto a Glenda’, aquí todos queremos, amamos a Rulfo. Y siempre que hablamos de Pedro Páramo, como la obra cumbre de la literatura mexicana, nos referimos a la musicalidad, al lenguaje y a esa representación de la relación que tenemos con la muerte. Ha sido como nuestra manera de elogiarle y acercarnos al libro. Y a mí me pasaba que a pesar de decir todo eso, había algo que no lograba articular, era un silencio que me estaba haciendo daño, yo no sabía por qué. Hasta que recientemente, hace como cinco años que volví a leer el libro, y me di cuenta de que es un compendio del mal. Es un compendio de todo el México que estamos viviendo ahora, anticipado por muchísimas décadas. Y lo que vi es que es terrible el volumen, es decir, es maravilloso lo que logró hacer, pero el libro es terrible, muy doloroso”.
Detalla más sobre Pedro Páramo:
“Está lleno de violaciones, raptos, asesinatos, venganza, el cacique que deja morir a todo un pueblo por el rencor, en fin. Es tremendo, tremendo. Hay algo que he venido pensando en los últimos años, una parte es obvia y otra no tan obvia. Lo no obvio es que por donde pasan las palabras, pasan los actos, y es el círculo vicioso: por donde pasan los actos pasan las palabras; y si pensamos actos malévolos y después decimos palabras malévolas y al revés, entonces lo que vamos reconociendo es que hay una especie de articulación entre los actos y las palabras.
“Lo obvio es que de generación en generación no hemos podido frenar ciertos acontecimientos, hechos, actos, y entonces los venimos reproduciendo. Pero lo que nunca pensé es que sin darnos cuenta también nos vamos heredando el lenguaje. Entonces, me di cuenta de que Rulfo, cuando inventa de alguna manera este México, prefiguró, pero igualmente maldijo. ¿Qué es maldijo? Mal decir. Si se le da la vuelta quiere decir el mal. Lo único que hizo Rulfo fue decir el mal”.
Por lo tanto, se le ocurrió -dice- que a veces la literatura debería de ir en contra de la propia literatura, que los libros deberían pelear entre sí:
En este sentido, ¿por qué no intentar bendecirnos? Y entonces se me ocurrió esta idea de llegar antes que Rulfo a Comala. Llegar treinta años antes, cuando todavía ese pueblo estaba vivo y con niños, y se me ocurrió ¿por qué no?, darles una esperanza. El dato que me permite inventar esta nueva realidad es que ellos intuyen el futuro e intentan cambiarlo. Es como si fueran un riel de trenes que de pronto se dividen en dos los rieles, y es lo que yo hice, desviar la historia de Rulfo hacia otro rumbo y en otra dirección y hacia un destino posible. Y por eso ya no se llama Comala, sino Romala.
Los tópicos principales que aborda Chávez Castañeda, quien estudió psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México, son en torno a la adolescencia, el lenguaje, la fantasía o “la condena de lo que significa para el infante volverse adulto”.
-Y habrá una vez Romala contiene mucha ironía, eso llama la atención. ¿Fue su intensión abordar ese género?
-Lo de la ironía no lo planeé, porque además estoy un poco peleado contra la risa. Siempre digo que la risa es una especie de aceite por el cual pasamos fácilmente por ciertos lugares donde deberíamos pasar lentamente y adoloridamente. Y la risa te ayuda a resbalar sobre ciertos acontecimientos, sobre ciertas tragedias, y yo primero digo: no deberíamos de reírnos de eso; y lo segundo es que deberíamos detenernos en lo que está pasando. Siempre tengo mucho cuidado con el humor, y entonces cuando de pronto me di cuenta de que estaba apareciendo, no sabía cómo enfrentarlo, y lo que noté es que se articulaba bien, que no llegaba a esa risa que perdona, sino a esa risa que se detiene.
-¿Qué deseaba resaltar con la niñez de los personajes, sobre todo de Pedro Páramo?
-Si tomamos como representantes de los mexicanos las películas La ley de Herodes y Pedro Páramo, diría que las amamos porque fracasamos. No somos malvados por naturaleza, es que ahí hay un fracaso previo que puede ser muy fuerte. En el caso de Pedro Páramo es el fracaso amoroso, según yo. Su padre no lo quiere. La madre tiene una relación ambigua, ambivalente y no está. Pedro pone todo su destino en el amor con Susana, quien no lo ama. Para mí, la maldición de la automaldición es haberse jugado todo en el amor. Todas las cartas las puso en el amor y falla el amor, o sea, él podría decir: “No fui yo, me falló el amor”, y me convierte en este rencor vivo, por eso se llama Romala. Si se lee al revés, dice amor.
“Lo que intentaba era recuperar esa parte de la niñez de Susana y Pedro, y es obvio que el que se ha enamorado es solamente Pedro, Susana no, pero de pequeños todavía son amigos y hay esperanza. Verán en la novela que ella hace cosas increíbles por él, y para mí eso es lo que redime a Pedro, y es lo que cambia el futuro de Comala, y por eso ya no se llama Comala sino Romala”.
-¿Cuánto tiempo dedicó al libro?
-Falleció mi mujer amada en el 2017 y tuve un duelo, como todos los seres humanos, de más o menos un año, pero luego tuve un duelo literario que fueron cuatro novelas sobre ella y un libro de cuentos, que ni siquiera están publicados, porque claro, no hemos hablado de lo inédito, porque uno se va llenando de libros inéditos… pero bueno. Cuando acabé el último libro, recuerdo la sensación de que por fin había trabajado el dolor. Y me acuerdo que era un verano y estaba sentado viendo la nada, de pronto empezaron las interrogantes: ¿Por qué se fue Susana? …En fin. Rulfo era perfecto para hacer el paso del dolor personal al dolor colectivo, a través de la muerte.
Y respecto a si Y habrá una vez Romala lo cambió o no, explica:
“Yo digo que sí, por eso estaba menos preocupado en la reacción del medio literario. Tengo sesenta y cinco libros publicados, pero tengo cuarenta inéditos. Cuando empiezo a escribir un libro, nunca pienso si lo van a publicar o no, porque tengo tantos. Digo: ‘Si se queda inédito esto, no importa, tengo que escribirlo’. Eso me salva de las reacciones, porque no sé qué va a pasar con el libro.
“Nunca me siento amedrentado. En México, como nadie nos lee, no hay presión, tú sigues escribiendo sin preocuparte mucho, ni de la crítica, ni de los lectores, que claro que los quieres y es lo que te interesa, pero es inverosímil. La parte positiva de escribir y escribir es que te libera. Te libera de lo que creo que no debería llegar al exterior”.