Cultura

Festival de Guadalajara: la descollante carrera de Alfredo Castro

Actor y director de teatro desde joven, no filmó una película sino hasta los 52 años, en la ópera prima de su compatriota y reconocido cineasta Pablo Larraín, Fuga. Hoy también es una figura de alcance internacional, y aquí comparte su profunda concepción histriónica.
domingo, 16 de junio de 2024 · 07:00

GUADALAJARA, Jal. (Proceso).- Reconocido a nivel mundial por las películas No, El club y Tony Manero, dirigidas por Pablo Larraín, y con cuatro premios Platino del cine hispano, el actor chileno Alfredo Castro recibió un homenaje y la presea Mayahuel Iberoamericano por su carrera actoral en la 39 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG).

“¡Me emociona mucho! Yo he hecho mi carrera y mi trabajo de manera muy silenciosa. Entonces ser reconocido por este festival, el cual para los latinoamericanos es un encuentro fílmico emblemático e histórico muy importante, donde han sucedido grandes cosas, me emociona mucho. Y ahora coincidió en que estaba filmando aquí en Guadalajara, así que me cambié de hotel y ya estaba dentro del festival”, enfatiza en entrevista.

A Castro (Santiago de Chile, 1955), también director de teatro, se le cuestiona: ¿Por qué laborar de manera silenciosa?, cuando su actividad es pública y de amplia trayectoria, y los actores siempre buscan el reflector, y responde con amabilidad:

“Son formas de ser también. De cómo enfrentar el trabajo. Yo empecé bastante mayor a realizar cine, a los 52 años de edad. Entonces tengo la sensación de que es menos violento que para la gente joven, que hay ocho mil chicos y chicas, igualmente guapos y talentosos, esperando una oportunidad. Y cuando uno ya es maduro, es mayor, hay otras opciones, otro tiempo, otro ritmo, y he trabajado sin aspiraciones de ganar premios, ni ser famoso o de estar en la primera plana.

Castro y Aro Huasco en escena. Foto: Cortesía de la Producción.

“Lo agradezco cuando sucede, ¡es hermoso!, pero es un camino que he hecho trabajando muy arduamente con cada director y directora de manera diferente, y ampliando el horizonte que se propone de imágenes y temas, y por eso digo que es un camino tranquilo, pausado, eligiendo bien los guiones, los tópicos, las políticas”.

Castro quedó huérfano de mamá muy joven. Estudió actuación en el Departamento de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Entre los años ochenta trabajó en la compañía Teatro Itinerante, que fundó. Hacia 1982 entró en la producción para Televisión Nacional de Chile. Se trasladó a Londres, becado por el British Council en The London Academy of Music and Dramatic Arts.

Después, en 1989, se fue a Francia, también becado, para especializarse en dirección de teatro. Al regresar a su país creó la compañía Teatro La Memoria. Luego fue profesor en la Academia de Teatro de Fernando González. Y presidió la Asociación Gremial de Directores de Chile (1997-2000).

Su primera película, Fuga (2006), es la ópera prima del chileno Pablo Larraín, nominado a los premios Oscar. Castro participó en la cinta Desde allá (2015), de Lorenzo Vigas (Venezuela), ganadora del León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia. El club obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín. Y para 2019 se llevó el Starlight International Cinema Award, también en Venecia, por su trayectoria artística.

--¿Qué significa para usted la actuación y qué le ha brindado a su intelecto, forma de ser y vida?

Larraín. Él y Castro comenzaron juntos. Foto: Archivo Proceso.

--Yo diría que ha sido al revés. Siento que mi mirada desde muy pequeño fue una mirada muy especial, desde un lugar poco habitual, de captar al mundo en esos momentos en que a veces es irreproducible. Son momentos innombrables a veces, desde ahí he mirado el cine, el teatro, todo lo que hago. Hay una frase de un lingüista y filósofo francés que es mirar el mundo desde lo irrepresentable, esos lugares más secretos. Y siento que estoy instalado ahí siempre en los proyectos, mirando el mundo desde un lugar irrepresentable”.

 

El pensamiento del espectador

--¿Por qué escoge el camino de la actuación? --se le pregunta al recreador de Gabriel González Videla en Neruda, también de Larraín.

--Nunca lo supe. Nunca participé en un grupo de teatro en la escuela, en ninguna parte. Era bastante tímido, sin embargo la posibilidad de una ficción que a veces supera la vida, de poder entregar a un público una mirada, una idea política sobre cómo enfrentar la vida, me pareció interesante.

--¿Qué es el teatro para usted, entonces?

--Empecé haciendo teatro a los 17 años. Y el teatro tiene lo fundamental: que sucede en vivo y en directo. Y sobre todo ahora que estamos en el tiempo de las máquinas, de las selfie y lo virtual, el teatro a mí me lleva a tierra, y yo me siento respirar con siete personas, con 20, con 500 o mil 500. Es una respiración común en vivo, trabajando aquello que los griegos también definieron como de provocar el terror y compasión. Lo primero no lo voy a hacer, pero sí siento compasión por ese personaje, por ese héroe que está sufriendo los avatares de la ficción, de la vida.

--La televisión también ha sido una parte importante de su vida, ¿qué opina de la situación de la televisión?, ¿ya cambió ese formato con las series en las plataformas?

--No lo creo. No se cómo es aquí en México, pero en Chile se vuelve muy poco democrático el tema de las redes sociales y el streaming porque hay gente muy humilde, muy vulnerable, que no tiene acceso a la televisión digamos satelital o streaming o plataforma, por lo tanto creo que es bueno que siga existiendo la televisión abierta. Me parece más democrática y yo trabajé muchos años en televisión, viví de ella, pero me tocó una época también muy virtuosa de televisión en Chile, donde se hacían teleseries en diferentes partes de Chile, con personajes diversos de la idiosincrasia chilena, y eso también funcionó como un enlace de cohesión social, demostrar vidas y mundos que la gente desconocía. Entonces fui muy privilegiado en ese sentido”.

--¿Las plataformas por internet han cambiado su carrera actoral?

--Yo tuve un rechazo al principio un poco en la idea de las plataformas, pero me he convencido con el paso de los años de que son muy necesarias, están aportando el sustento de trabajo de miles de personas, y haciendo cosas de mucha calidad. Algunas no, son muy malas, pero otras son de mucha calidad, y que nos permiten también de otra manera democratizar estos universos que estamos accediendo. Y nos ha impulsado a colaborar. Esto ha llevado a que las coproducciones sean muy importantes en el mundo, ya casi nadie puede hacer solo una producción, sino que requiere de dos, tres, cuatro socios, países colaboradores, y eso me ha parecido increíble.

“En Chile he firmado series mexicanas, sólo con actores y actrices de México o españolas, únicamente con técnicos y actrices y actores de España, y me parece a mí maravilloso ese intercambio, ese conocimiento”.

--El cine da a conocer a Alfredo Castro a nivel internacional, ¿verdad?

--El cine me ha brindado mucha felicidad. Los personajes que me han tocado interpretar son durísimos, pero no tengo ni debo tener una opinión moral. Soy los personajes que me corresponde interpretar, pero sí me siento muy satisfecho, porque como decía antes, siento que son personajes capaces de provocar y levantar un pensamiento en el espectador, una rabia posiblemente, un horror posiblemente, afectos, cariños, conmoción, en fin. Un viaje emocional y político muy diverso que a mí me satisface mucho, me llena de satisfacción ver que lo que estudié está sirviendo para algo, para abrir el horizonte, el pensamiento y la emoción de un espectador.

--Sin duda sus papeles en la pantalla grande son fuertes, incitan al diálogo y a la reflexión. Entonces ¿escoge este tipo de papeles a propósito?

--Empecé haciendo cine con Pablo Larraín, director muy conocido ahora, y siento que iniciamos un camino juntos. Nos cruzamos en el momento preciso. Y sus primeras películas eran entonces bastante fuertes, como Tony Manero, Post mortem, No, El club, historias muy poderosas que causaron mucha conmoción afuera. Y por lo tanto me llegaron guiones también de otras películas con personajes muy cuestionables, digamos su ética, su política, pero yo dije: “Esto es lo que me llega, ésta es mi misión, mi tarea, no juzgar y llevar al máximo de humanidad estos personajes por muy demenciales que sean, por muy abyectos que sean”.

Así que enfatiza:

“Mi misión es llevar a los personajes a un nivel de provocación importante”.

--¿Eso es difícil?

--Es difícil, es difícil porque se tiende a juzgar a los personajes y siempre es un juicio muy binario: es bueno, es malo, es lindo, es feo, es pobre, es rico, y a mí lo que me satisface es cuando estas ideas se empiezan a mezclar un poco en que es un psicópata adorable o es un adorable psicópata, pero me parece que es un abusador, que sufre digamos esas contradicciones, me parece que son el ekit de nuestro queso.

Presentación de El ladrón de perros. Foto: Columba Vértiz de la Fuente.

 

“El ladrón de perros”

En la sección Largometraje Iberoamericano de Ficción del 39 FICG se proyectó El ladrón de perros (Bolivia/Chile/México/Ecuador/Francia/Italia, 2024), dirigido por Vinki Tomicic Salinas, que protagonizan Castro y Franklin Aro Huasco, con la mexicana Teresa Ruiz.

Aquí Martín (Huasco), de 14 años, un lustrabotas de la ciudad de La Paz (Bolivia), sospecha que uno de sus mejores clientes es su padre, un solitario sastre que tiene como único lazo afectivo a su perro. Agobiado por su presentimiento, el joven ideará un plan para robarle el perro y así intentar acercarse a quien cree que lo ha rechazado todos estos años.

Castro narra sobre la historia:

“Esta película para mí representa muchas cosas. Pueden ver la sensibilidad de Aro Huasco que es impactante, muy hermosa. Conocí el guion tempranamente y hubo muchas conversaciones con él, y me gustó la idea de que si he hecho diez películas, ocho de ellas son óperas primas o segundas cintas de jóvenes directores y directoras, y me interesa también el tema político, revelar una realidad del continente latinoamericano que es producto del neoliberalismo, la explotación y las crisis económicas que sufren algunos sectores de la sociedad mexicana, chilena, boliviana, argentina, en fin. También sentí el deber de apoyar al cine boliviano (el cual ha tenido momentos importantes) para que tome más fuerza. ¡Fue una experiencia increíble!”.

El actor ofreció, en el marco del festival, la clase magistral “Actuar es para mí el deseo vigoroso de pensar otro cuerpo”.

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