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Arte: "Ciudad Cenicienta", ciudad de cenizas: Antonio Luquín

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jueves, 2 de mayo de 2024 · 15:38

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Con una fina propuesta pictórica que seduce la mirada y confronta el pensamiento, Antonio Luquín presenta un atractivo conjunto de paisajes simbólicos en la Fundación Sebastián, en la Ciudad de México.

Nacido en 1959 en la ciudad de Guadalajara, Luquín se caracteriza por una independencia creativa que nunca ha sido condescendiente con las modas comerciales en nuestro país, donde definen las preferencias de los museos gubernamentales. Y por lo mismo, indiferente a las tendencias neoconceptuales que marcaron la novedad artística en la década de los noventa. El artista se concentró desde el inicio de su trayectoria en la construcción de una estética paisajística que oscila entre el neoromanticismo, el neosimbolismo y el surrealismo pop.

Admirador apasionado del simbolista suizo Arnold Böcklin (1827-1901), el también rockero y compositor con estudios de arquitectura e historia del arte ha desarrollado una serie que, con el título de Ciudad Cenicienta,  evoca el deterioro de valores humanistas y la doble moral que sustenta el devenir social y político en la actualidad. Realizadas entre 2020 y 2024, sus finísimas obras pictóricas y dibujísticas presentan escenas que remiten a un tiempo glorioso que se ha convertido en un entorno cubierto de cenizas habitado por ruinas. En estas obras la cenicienta no es una futura princesa, es una ciudad cubierta por las cenizas de distintos tipos de destrucciones, tanto naturales como sociales y personales. Desde la perspectiva del artista, vivimos un tiempo de “degradación colectiva”.

Por su identidad simbólica, la obra de Antonio Luquín exige una lectura que transita de la seducción visual a la interpretación de cada elemento que la habita. Sus paisajes, Considerados por Él mismo como “una extensión del alma”, atrapan al espectador por las sugerentes atmósferas cromáticas que desequilibran alevosamente la realidad, convirtiéndola en una mezcla de verdad y ficción. Habitados por edificios que existen en nuestra ciudad y que se complementan con arquitecturas neogóticas del extranjero, los paisajes conjugan ruinas con estantes de libros, tumbas con rosarios gigantes que ya no sirven porque las oraciones no dan resultados, barcos que levitan evidenciando la falsedad de los discursos, una bandera nacional muerta en una tumba, dos lunas que refieren al poder detrás del poder.

Y en casi todos los paisajes, la iconografía que caracteriza al artista: un avión de línea que significa lo útil si vuela, y lo inútil y abandonado si está fragmentado y tirado en el piso. Con base en lo que él comenta, una referencia al trato que se da a los ancianos en las sociedades contemporáneas.

Emplazada museográficamente alternando en la misma pared la pintura y su bosquejo en lapiz, la exposición adquiere un gran dramatismo por la presencia de una cruz que acompaña en lo alto a cada conjunto.

Confrontante por el desequilibrio entre la caricia de la pictoricidad y el dramatismo de la narrativa, la exposición fue concebida por el artista como un duelo social y personal. Social por el estado de violencia en el que se encuentra el país, y personal por la pérdida de su compañera de vida.

Además de las mencionadas, en la muestra se incluyen algunas piezas realizadas en los noventa, entre las que sobresale una de 1998 con el título de Despotismo ilustrado. Se trata de un paisaje ficticio en el que sobresale la torre de investigación del Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de México. Deteriorada y rodeada de edificios en ruinas, basureros y numerosas colillas de cigarros, la escena se impone como una metáfora de la situación que caracteriza a la administración gubernamental de las artes visuales.

Ubicada en Avenida Patriotismo 304, la Fundación Sebastián puede visitarse sin costo alguno, en diferentes horarios, de lunes a sábado.

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