Arte/Ver para creer

Arte/Ver para creer El retrato de Silvia Pinal: registro social y periodismo cinematográfico

Lo primero que sorprende en la obra es la representación de la actriz como una mujer adulta cuando sólo tenía 25 años.
martes, 10 de diciembre de 2024 · 10:31

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El retrato pictórico de la actriz Silvia Pinal que realizó Diego Rivera y que tanto se ha difundido por su fallecimiento el pasado 28 de noviembre, no merece ser reducido a un anecdotario sobre la gratuidad de la pieza, el deseo del pintor por representar desnuda a la modelo, o la probable cotización actual.  

En su significado, la obra no se limita a la representación de la exitosa actriz y empresaria. Se expande al registro de un cambio cultural promovido por las políticas desarrollistas que caracterizaron la década de los años cincuenta en México. Y en este contexto, el cine y su impacto en la construcción de identidad social amplía el retrato a un proyecto paralelo vinculado con el periodismo cinematográfico de esos años: el reportaje gráfico que elaboró el espléndido Héctor García para el diario Cine Mundial.   

Realizado por Diego Rivera en 1956, un año antes de su fallecimiento, el retrato de Silvia Pinal manifiesta valores característicos de esas políticas desarrollistas. En concreto, el conservadurismo con anhelos de estéticas internacionales de producción nacional.   

Lo primero que sorprende en la obra es la representación de la actriz como una mujer adulta cuando sólo tenía 25 años. En 1956, la juventud progresista -y contracultural- ya tenía una identidad visual que no se encuentra en el retrato, evidenciando el conservadurismo de la representación. Los valores internacionalistas se materializan en la elegante estética de la imagen corporal. El vestido, sobrio y minimalista, fue creado por Tao Izzo, un diseñador de alta costura que se formó y trabajó en Hollywood, Nueva York y París. 

Nacido en 1923 en Durango, Fernando Izzo Acosta, de madre mexicana y padre italiano, emigró a muy temprana edad a Estados Unidos, y fue hasta los años cincuenta que se instaló en la Ciudad de México en donde dirigió, con el interiorista Arturo Pani, el Estudio Pani. Con base en lo que señala el historiador de la moda Guillermo León, “un espacio vanguardista (…) donde las mujeres de alta sociedad podían encontrar asesoría y piezas de decorar para sus casas, un atelier de Alta Costura y un gran repertorio de servicios de belleza”. 

Creador de un concepto basado en líneas definidas y colores básicos, Izzo elaboró un vestido en crepé que, con la caída de la tela, señalaba sutilmente las formas corporales. Una propuesta que exaltó Diego Rivera al realizar una composición vertical, en donde la figura femenina se impone sin elementos o adornos que alteren la lujosa sobriedad de su corporalidad. 

Por su contenido y la difusión que ha logrado, el reportaje de Héctor García se ha convertido en una obra paralela. Publicado en el diario Cine Mundial, la divulgación del proceso pictórico del retrato enriquece enormemente la pieza. Con imágenes que al registrar los avances del retrato permiten observar la acción pictórica de Rivera, la privacidad de la relación modelo-pintor se irrumpe convirtiendo la experiencia en un suceso público y mediático. 

En las fotografías del reportaje, el entorno es tan importante como los actores del proceso retratístico. A través de sus imágenes, Héctor García introduce al espectador en el estudio de Diego Rivera, el que está en la calle de Altavista en la Ciudad de México y entonces pueden mirarse los calacas de carrizo, el ventanal que aparece en la pintura, la observación del pintor a la modelo, las miradas entre Rivera y Silvia Pinal, y la disciplina de la diva por inhibir la sonrisa para mantener el hieratismo de la pose. 

Entre tantas imágenes que circularon en redes por el fallecimiento de Silvia Pinal, se publicó una breve secuencia filmada de ella posando que, posiblemente, haya sido exhibida en cines como la revista fílmica de Cine Mundial. 

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