Cultura
La disgregación de la Colección Gelman
Quiso Natasha Gelman en su testamento que el acervo pictórico mexicano se exhibiera junto siempre, y en México, pero varios factores lo impidieron. La casa Sotheby’s acaba de subastar varios de sus cuadros, lo cual, para el crítico Coronel Rivera, es resultado de una legislación errónea.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Días modernos (Modern days) llamó la casa Sotheby’s de Nueva York a una subasta, la semana pasada, en donde incluyó obras de la afamada Colección Gelman. Apelando a ese título, el acto reabrió dos temas: la disgregación del acervo y el marco de la legislación mexicana como “Monumento Artístico”.
En efecto, esta espléndida reunión de 90 obras pictóricas mexicanas del matrimonio de Juan y Natasha Gelman --millonarios estadunidenses radicados en Cuernavaca por muchos años--, no obstante su deseo de permanecer unido, comenzó a separarse con la mencionada subasta de algunas de sus obras.
Y ello debido, como dice a Proceso el crítico e historiador Juan Coronel Rivera --nieto de Diego Rivera--, al error del Estado mexicano al apropiarse de la imagen de los artistas mediante la ley de patrimonio nacional.
El 14 de noviembre el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) dio a conocer su “postura” sobre la subasta, tras el anuncio de Sotheby’s de poner a remate 28 obras de la colección legada por Jacques y Natasha Gelman a México. Ocho de ellas, de artistas declarado “Monumento Artístico” por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos (1972), que prohíbe su exportación. El documento asentó escuetamente:
“El INBAL recabando la información correspondiente para llevar a cabo las acciones que resultaran necesarias para salvaguardar el patrimonio declarado monumento artístico dentro del marco legal y normativo vigente”.
El instituto no respondió a Proceso ante la solicitud de ampliar el tema, y el martes 19 de, día de la subasta, Sotheby’s suspendió la venta de la obra Caballos en el circo, de María Izquierdo, “hasta poder acreditar el cumplimiento de las disposiciones legales aplicables en México y Estados Unidos”.
Ese día se leyó en comunicado del INBAL, que este “continuará dando seguimiento a la situación legal de la obra, con el fin de preservar los lineamientos que establece la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos”.
La subasta remató Siqueiros por Siqueiros (1939) en apenas 72 mil dólares (1 millón 471 mil 845 pesos mexicanos, una cantidad considerablemente baja estimando que el precio de salida era entre 70 y 90 mil dólares, eso sí, con una referencia en la web de Sotheby’s de que la obra se entregaría en México.
En el anuncio traducido sobre la obra de Izquierdo, se informó:
Lote Patrimonio Nacional.- Los lotes con este símbolo son parte del Patrimonio Nacional de México y no pueden exportarse permanentemente desde México. En consecuencia, el lote se pondrá a la venta en Nueva York, pero no estará disponible en Nueva York para su inspección o entrega.
El lote será entregado al comprador en México cumpliendo con todos los requisitos locales. Los posibles compradores pueden comunicarse con los representantes de Sotheby's en la Ciudad de México y Monterrey en sothebys.mexico@sothebys.com para concertar una cita para ver la obra.
También se vendió Dibujo con pie (1946) de Frida Kahlo en 108 mil dólares, que tampoco se alejó de su precio estimado de salida de 100 mil y 150 mil dólares, a pesar de la llamada “Fridomanía”.
Asimismo, Phoenix Rides Beetle de Leonora Carrington alcanzó 516 mil dólares, aunque su precio de arranque estaba entre 300 y 400 mil. Mientras que Retrato de Nazario Chimez Barket, de Emilio Baz Viaud, salió en 204 mil dólares, con arranque de 10 mil.
La pieza más elevada fue Paisaje arcaico de Gunther Gerzso: 900 mil dólares, tomando en cuenta que su estimado osciló entre 400 y 600 mil.
Estado propietario
Entrevistado por Proceso vía telefónica, el historiador del arte Juan Coronel Rivera, consideró la declaratoria de “Monumento Artístico como contraproducente:
“Si tengo un Picasso y lo quiero vender, entonces el gobierno español ahorra, reúne dinero y la compra, pero como sabemos el INBAL no tiene ni dinero para comprar focos, menos para comprar cuadros. En el caso de la colección Gelman, su legado era que estuviera reunida, y en México, como se dejó estipulado. Sé que cambió de manos y que desde hace tiempo Robert Littman ya no es el dueño, que se vendió a un grupo de personas de Monterrey, y ahora esto”.
--¿La declaratoria de Monumento Artístico, beneficia o perjudica?
--Los gobiernos no deberían ser dueños del arte. Como sabe, vengo de una familia de pintores, hay como veinte, y ninguno pintó un cuadro para que el gobierno se hiciera publicidad. Porque es lo que sucede, se usa a manera de propaganda estatal.
--Para ver un Rivera, un Velasco, un Kahlo, la gente tendría que venir a ver a México, como sucede con la Mona Lisa en el Louvre.
--Es que ningún pintor en su vida estableció eso. Rivera, para que el gobierno no se apropiara de su imagen, hizo un fideicomiso privado. Ahí está el fideicomiso del Museo Anahuacalli y de la Casa Azul, que son privados, no quería que el gobierno se apropiara ni de su imagen ni de su obra.
“Por eso está la obra mural, es inamovible por el estado físico de los muros, y para eso sí hay que venir a México y verlos, ningún pintor hace su trabajo para que el Estado se apropie de su imagen”.
Tras afirmar que el tema es “muy complicado”, especificó:
“Porque las leyes no las pueden retirar, en el momento en que las retiren todos van a sacar sus pinturas del país por miedo a que las vuelvan a restringir. En otros países el Estado, cuando hace esas leyes, también trata de no perjudicar a particulares y sus colecciones, y abrir las obras a precio de mercado. Pero aquí no sucede eso, es un problema.
“Ahí está la obra de Siqueiros subastada en Sothebys, 72 mil dólares es nada, debería estar en 700, 800 mil dólares como mínimo, pero estas leyes espantan el mercado, y sí, efectivamente el ‘mercado’ no es ningún santo, pero hasta ahora así son las reglas de compra-venta en el mundo”.
En julio de 1988, meses después de la muerte de Natasha Gelman, la reportera Ana Cecilia Terrazas publicó en Proceso una entrevista con Robert Littman, albacea de la colección, quien contó que Natasha Gelman estableció en su testamento que el conjunto artístico debía permanecer en México sin disgregarse, pero no en una institución pública sino privada.
El depositario se extrañó por la pregunta respecto de hacer público el testamento:
“¿Eso pasa normalmente?, ¿por qué? No estoy diciendo mentiras. No es People’s Magazine...”.
Explicó:
“Sobre las cosas importantes de los Gelman, que son las colecciones, la gente ya sabe qué pasó. La colección de la Escuela de París se va al Museo Metropolitano de Nueva York (MET); la colección de pintura mexicana es mi responsabilidad y preocupación, para asegurarme de que no se separe, de que quede en México. Todo lo que indique la ley mexicana se seguirá”.
La colección de arte moderno mexicano surgió en 1943 cuando Jacques encargó a Diego Rivera un retrato de su esposa, Natasha, y de manera posterior otro retrato pero a Frida Kahlo. Luego adquirió de ella el óleo Diego en mi pensamiento hasta sumar 12 Kahlos y 10 Riveras. De Gunther Gerszo llegaron a tener hasta 40, además de obras de Carlos Mérida, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orosco, Rufino Tamayo, María Izquierdo, Leonora Carrington, e incluso un Francisco Toledo de 1972.
En 2004 Proceso dio a conocer que la colección se quedaría por cinco años en el Centro Cultural Muros de Cuernavaca, Morelos, espacio financiado por las empresas Costco y Comercial Mexicana, luego de que el Frente Cívico Pro Defensa protestara ante la destrucción del Hotel Casino de la Selva. Y así sucedió: estuvo alojada hasta el 2008 cuando Muros cerró para después convertirse en una sede del Papalote Museo del Niño de la Ciudad de México.
Tras vencerse ese periodo de muestra en Morelos, poco se supo del acervo, si bien proliferaron las propuestas?e interés por adquirirlo o albergarlo. Por ejemplo, del Museo Dolores Olmedo, del empresario canadiense Paul Reichman -propietario del edificio Torre Mayor del Paseo de la Reforma en la CDMX-. del coleccionista particular Andrés Blaisten, del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, e incluso del Museo Nacional de Arte (Munal).
Como se lee en la nota de 2004 -“La famosa colección Gelman: Aún muchas dudas”-, la desconfianza de miembros del Frente Cívico Pro Defensa del Casino de la Selva era que la exposición en Muros sólo fuera “una escala previa a su completa expatriación”, lo cual empezó a suceder en la subasta de Nueva York.