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Cine/Aún no: "El aprendiz"
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).CIUDAD DE MÉXICO (apro).-El proyecto de llevar a la pantalla la vida de Donald Trump concluyó antes de que dejara de ser presidente y se asociara al nefasto 6 de enero del asalto al Capitolio; es decir, el ahora expresidente aún no había sacado suficiente cobre para terminar de consolidar su tremebunda imagen.
El aprendiz (The Apprentice; Canadá/Dinamarca/Irlanda/Estados Unidos, 2024), con guion del destacado periodista americano Gabriel Sherman, apoyado por productoras de varios países, no arrancó hasta que los actores, el rumano americano Sebastian Stan en el papel del joven Trump, Jeremy Strong en el de Roy Cohn, su mentor, y sobre todo, que el director danés-iraní, Ali Abbasi, aceptara hacerse cargo de la dirección.
Debido a tanta polémica que genera la imagen del personaje, a los productores les interesaba un punto de vista un tanto ajeno al caldo político americano.
El resultado no fue un biopic convencional: La historia se centra en la transformación del junior, nacido con cuchara de oro, aspirante a producir un impacto en la sociedad neoyorquina, o de cómo este personaje de por sí poco escrupuloso se convirtió en el monstruo que es actualmente; algo así como de qué manera se abrió el huevo de la serpiente en términos de Ingmar Berman.
Apegada a los hechos, algunos insufribles como la violación de Ivana (Maria Bakalova), que Trump por supuesto refuta, y que ella misma había declarado para luego desdecirse, El aprendiz -guiño de ojo al programa televiso del protagonista-, no es precisamente una cinta de propaganda anti Trump. Obviamente el expresidente, aspirante a serlo de nueva cuenta, critica el producto como algo repugnante, califica a quienes lo hicieron como mera escoria.
El enfoque es original, la reconstrucción histórica, y apoyada en el color y la música de los años 70 es sólida y a la vez sutil, los personajes se hayan perfectamente intrincados en ella; las actuaciones, impecables, como la de Jeremy Strong (Succession), intérprete que se establece como uno de los mejores del cine americano. Por desgracia, la película ha tenido poco éxito; los partidarios del protagonista la satanizan, sin haberla visto por supuesto, porque piensan que ataca a su ídolo; quienes están en contra, la mayoría de los demócratas, se rehúsan a verla porque se sienten, ya de por sí, asqueados de ver a Trump en todos los medios desparramados con declaraciones y noticias sobre él, ¿Quién quiere más de Trump?, arguyen no sin cierta razón.
Conviene verla: Quienes estudien o sigan a fondo el fenómeno Trump tienen mucho que descubrir; podrá sorprenderse quien crea haberse asomado al abismo de este déspota por haber leído los libros que escribieron sus sobrinos, por ejemplo, los de la psicóloga clínica, Mary Trump -como Demasiado y nunca suficiente (2020)-, o el del sobrino, Fred Trump III, a quien Donald le sugirió que dejara morir a su hijo incapacitado.
Donald Trump tuvo un verdadero mentor, auténtica figura paterna, no el que sugieren los sobrinos, el avaricioso padre que lo dirigió a hacerse cargo de los negocios a costa del hijo mayor que acabó alcohólico, sino Roy Cohn, el inescrupuloso, homófobo pero gay de closet, y furibundo abogado hechura del senador Joseph McCarthy. Él habría abierto las puertas para que Trump se proyectara en ciertos círculos neoyorquinos como el fanfarrón hombre de negocios en el que se convirtió; él habría sugerido la liposucción de la sobrada pansa y el trasero del masivo junior, junto con el tratamiento e implantes de cabello; y por encima de todo, le habría otorgado la infalible fórmula de que el bullying, el ataque constante, es la mejor manera de ganar, y por lo tanto, negar cualquier falla y siempre declararse vencedor, patrón de todos los tiranos y demagogos.
Aterrador, pero este es el calibre del -Dios no lo quiera- posible próximo presidente americano.