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Cine/Aún no “La bestia”

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
miércoles, 23 de octubre de 2024 · 15:50

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Tres épocas, tres encarnaciones diferentes de los mismos personajes: Gabrielle (Léa Seydoux) y Louis (MacKay). En La bestia (La Bête; Francia-Canadá, 2023), el tiempo presente en 2044, donde la Inteligencia Artificial ocupa el mayor porcentaje de funciones y tareas importantes en la sociedad, los seres humanos apenas sirven en puestos sin relevancia, sobre todo si no han purificado su ADN de rezagos y nudos emocionales de otras vidas. Gabrielle decide así tomar el tratamiento y se deja sumergir en una tina llena con un extraño líquido; la zambullida la lleva al pasado, París 1914.

En esa primera vivencia de una vida anterior, Gabrielle, casada con un industrial que tiene una fábrica de muñecas, conoce a Louis; juntos viven un romance, y en una visita a la fábrica ocurre un incendio donde perecen ahogados cuando intentan escapar. El francés Bertrand Bonello compone esta saga donde el tiempo funciona como un espacio, un escenario en el que se desarrolla el drama de una relación imposible. Y si las épocas y sus temas -amor romántico en el 1914, contaminación del internet y las redes sociales en el 2014, y negación total del afecto y de la intimidad en la distopia de 2044- funcionan como leitmotiv de una obra musical, trama y metáforas dependen de una arquitectura visual bien sólida.

Bertrand Bonello, actor y director (Saint Laurent, 2014), propone un diálogo entre las tres épocas, en cada una de las cuales el manejo emocional y las actitudes sexuales, provocadas por prejuicios y creencias, conducen a una forma de imposibilidad, callejón sin salida que daña la felicidad y plenitud del ser humano. En ese 1914 quizá sea el exceso de romanticismo; cien años después, cuando Gabrielle reencuentra a Louis convertido en un “incel” -neologismo aplicado a ese tipo de individuos misóginos decididos a atacar mujeres justo porque no pueden poseerlas, así como enemigos declarados de hombres capaces de relacionarse con ellas.

En ese 2014, Bonello hace referencia a la matanza que se organizó Elliot Rodger en California cuando se dedicó a apuñalar y balacear mujeres y hombres al por mayor. Si el espacio de la Bella Época le sugiere al director ideales románticos que sólo disfrazan el conservadurismo, la era de las redes no libera el eros, simplemente lo lleva a extremos antes impensables. El siguiente paso es ese 2044, donde una posible solución a cargo de la Inteligencia Artificial propone una asepsia de afectos, un mundo sin pasiones -en el fondo, la peor forma de distopia para el ser humano: asemejarse más a las computadoras que a la bestia, a los instintos y la renuncia completa al riesgo de vivir el amor, la pasión y sus consecuencias.

La bestia pretende ser una adaptación, muy libre, de la novela corta de Henry James, La bestia en la jungla (1903). Y Bonello desplaza al personaje masculino y se centra en la subjetividad de una mujer, más de acuerdo a la época actual. Para el maestro James la bestia es esa fuerza de deseo que acecha a John Marcher, el personaje en quien, quizá, el autor proyecta su propia angustia y frustración en el tema del amor y la pareja. Hay que recordar que James vivió de principio a fin la era victoriana. Resulta emblemático que otro realizador, el austriaco Patric Chiha, exhiba casi simultáneamente su propia versión de esta novela, donde todo ocurre en una discoteca bajo el ruido de las diferentes generaciones musicales.

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