LIBROS
Ignacio Solares, “reportero de los misterios”
En mayo apareció el libro “Ignacio Solares. Novelista de lo invisible”, diálogos entre el escritor recién fallecido y fundador de Proceso, y José Gordon. Reproducimos una selección sobre una faceta poco explorada de Solares, la entrevista, con autorización de editorial Grijalbo.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Por febrero de 1980 se conocieron los escritores Ignacio Solares y José Gordon, gracias al maestro de éste último, Francisco Prieto, quien dijo al entonces pupilo que Solares debía leer su tesis universitaria que aborda el silencio como base de la comunicación.
Brotó entre ellos dos la intensa camaradería que perduró durante 43 años, al punto que Solares y Gordon decidieron platicar semanalmente acerca de los asuntos trascendentes del intelecto y del alma humana. Fueron 17 las conversaciones que conforman el libro “Novelista de lo invisible”, publicado por ambos en mayo pasado con editorial Grijalbo, a lo largo de 165 páginas.
Describe Gordon en la introducción de “Novelista de lo invisible”:
“Recién nos acabamos de conocer. Ignacio me escucha con mucha atención. Hablamos de William Blake: ‘Si se limpiaran las ventanas de la percepción, veríamos la realidad como es: infinita’ (…) me cuenta Solares que en su libro ‘Delirium tremens’, un reportaje que parece novela, registró lo que ocurre cuando la percepción se distorsiona con el alcohol’ (…) ¿Se puede tocar la gracia incluso en las condiciones más agobiantes?
“Esta es una pregunta que me hizo Julio Scherer en una ocasión que nos reunimos por largas horas para platicar: ‘Dígame, don José, ¿se puede meditar en una prisión? ¿Se puede meditar en medio de tanta atrocidad?”
Más adelante, narra “Pepe” Gordon cómo llevó a “Nacho” Solares al Reclusorio Preventivo Oriente de la Ciudad de México, para ver lo que sucedía allí, toda vez que el hoy conductor del programa televisivo de Canal 22, “La oveja eléctrica”, enseñaba Meditación Trascendental a los presos:
“Vi la mirada asombrada de Ignacio. ¿Libertad detrás de las rejas? Scherer me diría años más tarde que hubo un tiempo en el que cuando era joven trató de asomarse mediante la poesía al jardín metafísico de las esencias. ¿Se podía experimentar un estado de gracia --no forzado por creencias religiosas-- en medio de las condiciones más difíciles?”
Narrador, ensayista, articulista, dramaturgo, editor, académico y periodista cultural mexicano, Ignacio Solares fue colaborador, jefe de redacción y director de algunos de las más importantes suplementos y revistas culturales en México. Nació el 15 de enero de 1945, Ciudad Juárez, Chihuahua, y falleció la noche de este jueves 24 de agosto.
Asimismo, Solares fue muy amigo del periodista Vicente Leñero, fundador de Proceso con Julio Scherer García. A partir del número 12 de agosto de 1973, como director general de “Excélsior”, Scherer nombró a Ignacio Solares responsable de edición del suplemento “Diorama de la cultura” en “el periódico de la vida nacional”. Por cortesía de José Gordon y editorial Grijalbo a Proceso, ofrecemos a nuestros lectores algunos momentos donde Scherer y Leñero son mencionados en “El novelista de lo invisible”.
Solares entrevista a Fromm
A la manera de Virgilio con el Dante, Gordon va guiando las charlas con Solares (verdadero protagonista de “El novelista de lo invisible”), a manera de entrevista, en los primeros capítulos: “Por las ventanas de la infancia”, “En el cielo de la Tarahumara”, “Entre angustias y puertas del Cielo”, “Al filo del ateísmo” y “Los silencios del escritor y la cultura del insomnio”. Del sexto, “Encuentros con Erich Fromm” (páginas 58-62), los fragmentos del diálogo:
José Gordon.- Una entrevista supone la capacidad de entrever, presentir el mundo y las inquietudes de los personajes con los que conversas. Uno sintoniza inconscientemente con el otro a medida que nuestro instinto va abriendo las diferentes capas de su ser.
Ignacio Solares.- Eso es precioso. Vicente Leñero decía que las sorpresas son continuas cuando se va dibujando, mediante del arte de la conversación, el retrato hablado del entrevistado. Y así tuve la suerte de adentrarme en los mundos del tamaño de Erich Fromm, Igor Caruso, Luis Buñuel y Jorge Luis Borges.
JG.- Ahí se encuentra el rumor de un tiempo. Recuerdo bien que en el número uno de la nueva época de “Revista de Revistas”, cuando la dirigió Vicente Leñero, leí una entrevista tuya precisamente con Erich Fromm. ¿De qué tamaño fue ese reto?
IS.- Fue un salto que se dio después de mi trabajo en la revista “Claudia”, junto con Vicente Leñero y José Agustín. Después de esa etapa, Leñero me invitó a colaborar en “Revista de Revistas”. Me acuerdo que me dijo que quería inaugurar la nueva etapa con un número especial. Le dije: “¿Cómo ves una entrevista exclusiva con Erich Fromm?” Fromm no daba entrevistas para nada. Se las pedían en revistas y periódicos prestigiosos, lo buscaban periodistas de Alemania y otros países y las negaba.
JG.- Háblame del contacto que tuviste con él.
IS.- Me apasionaba el estudio del interior humano para entender mis miedos y angustias (…) Fromm fue un autor que me hechizó. Como me abrió la mirada su estudio maravilloso sobre el miedo a la libertad, que es un gran libro, y su presentación en el núcleo de la intimidad en “El corazón del hombre”. Lo leí verdaderamente con pasión” (...)
JG.- ¿Y cómo convences a Fromm de que dé una entrevista? ¿Cuántos años tenías ya con él como para que te la diera?
IS.- Pues como había estudiado su diplomado, como había sido uno de sus alumnos predilectos porque había simpatía, ya en 1972 lo busqué y le dije que quería una entrevista para el primer número de la nueva etapa de “Revista de Revistas” que iba a inaugurar el periódico “Excélsior” de Julio Scherer. Fromm admiraba a Scherer como periodista. Me dijo: “Pero yo no doy entrevistas”. Le contesté: “¿Y si hacemos una excepción?”. Sonrió y dijo: “Bueno, ¡hagamos una excepción!” (…)
“Fromm era un gran intelectual, muy especial, sus ojos irradiaban serenidad. Esta entrevista se llamó ‘El hombre necesita algo más’ y fue muy importante para mí. Además de abrir la nueva etapa de ‘Revista de Revistas’, se repartieron cien mil ejemplares a todos los suscriptores de ‘Excélsior’. La gente me hablaba para felicitarme. La entrevista se tradujo al alemán, al inglés, se publicó en Argentina”.
JG.- Yo leí esa entrevista de muy joven. Me asomaba con curiosidad a “Revista de Revistas” porque sentía que ahí se me estaba abriendo un mundo de grandes pensadores.
IS.- ¡Mira nada más lo que trae una entrevista!
JG.- Te abre otros mundos. Por algo Vicente Leñero planteaba que este ejercicio es una especie de mandamiento en tu profesión: “Entrevistarás a tu prójimo”.
IS.- Con esa frase precisamente abre el prólogo que hizo mi querido Vicente al libro de 18 entrevistas donde recojo, entre otras, esa conversación con Erich Fromm [“Palabras reencontradas”, Conaculta, 2010].
En el castillo de Drácula
Escribe “Pepe” Gordon la siguiente descripción para el capítulo “En el ojo de la cerradura: Drácula y el amor loco de Elizabeth Taylor” [páginas 63-71]:
“Después de dos semanas, reanudamos la conversación en casa de Ignacio Solares, tratando de cerrar las brechas del tiempo. Hacemos literalmente punto y coma y seguimos platicando sobre su trabajo periodístico. Entre cada cucharada de una sopa fría de chayote que le encanta, Nacho me cuenta de los reportajes especiales que le mandaban hacer…”.
IS.- Me tocó realizar la página diaria de cultura de “Excélsior”. El periodismo me llenaba muchísimo. Me permitía explotar mis pasiones. Tenía que hacer un reportaje al mes, adonde quiera que me mandara el director del periódico. De esta manera, cubrí varias universidades de México, las fronteras del sur y del norte, en uno de esos viajes me tocó el terremoto de Guatemala de 1976, cubrí la muerte de [el violinista Pau] Cazals, en Puerto Rico [1973]. Y así fue como, en una ocasión, Julio Scherer me pidió que fuera a Rumania para entrevistar a Nicolae Ceau?escu, quien en esos días era el presidente de ese país. Para la entrevista tuve que entregar un cuestionario por escrito al que respondió leyendo sus respuestas también por escrito. Me acuerdo que al final de la conversación le pedí una última pregunta, fuera del cuestionario: “¿Qué opinaba de Drácula?”. No podía creer que hiciera esa pregunta, pero simplemente me contestó que era un mito. (…)
“Como ya había acabado las entrevistas que tenía que hacer, le dije que quería conocer el castillo de Drácula (…) En el camino a Transilvania, me llamaba mucho la atención que cada casita en lo alto, tenía a la entrada una cruz (…) El castillo en su interior parecía un set cinematográfico con cortinas desvaídas y una galería de cuadros de Vlad Tepes, el sanguinario príncipe del siglo XV llamado el Empalador, Vlad Tepes III Dracul, en quien se inspiró Bram Stoker para elaborar su novela “Drácula”. Los ojos de Vlad Tepes en los cuadros reflejaban la luz de la más pura maldad.
JG.- Es muy interesante lo que a un novelista y periodista como tú le revelan los ojos.
IS.- Por algo se habla de los ojos de las cerraduras. Eso se permite asomarte en los cuartos más secretos de esas personas.
JG.- ¿Y en esos cuartos, hay música de fondo?
IS.- La música es un gran misterio. Y a veces aparece como si ya estuviera predestinada. Fíjate nada más. En lo alto del castillo había un gran tubo eólico que producía un acorde similar al del “Tamhauser” de Wagner. El azar era exacto. En ese castillo el poderoso Vlad Tepes sembraba el terror del pueblo. Se emborrachaba y en las noches buscaba con quién acostarse ya fueran mujeres, hombres, jovencitas o jovencitos. Los subía al castillo. Jamás volvían. Desaparecían. La gente en el pueblo colocaba arriba de sus casas una cruz para que no se acercara el tirano, como si fuera el demonio, como si fuera Drácula. El mito del vampiro que se alimenta de la sangre de sus víctimas llenaba de pánico a los pobladores de Transilvania (…)
“Diorama de la cultura” y Leñero
La página 89 abre con el capítulo “La brújula del azar”, en la cual “Pepe” Gordon plasma su credo de que en los destinos de él y “Nacho” Solares intervino poderosamente el azar. Y describe a su interlocutor: “Nacho clava su mirada en una nada que me traspasa. Se está asomando tal vez al jardín de senderos que han bifurcado su vida”.
JG.- Vicente Leñero decía que en la escritura como en la vida concurren azares: de pronto uno se encuentra en la calle con un amigo, nos invita a un lugar o nos ofrece un trabajo y ese encuentro paradójicamente determinado por el azar nos hace seguir por un camino que marca nuestro destino.
IS.- Imagínate justamente mi encuentro con Leñero, que me lleva a la revista “Claudia”, a “Revista de Revistas”, al “Excélsior”, a “Plural” y a Octavio Paz. Platico con Paz, le hago una entrevista y posteriormente le llevo por cuenta propia un cuento. Le gusta, lo publica y me invita a ser jefe de redacción de “Plural”. Fueron dos años y medio fundamentales en mi vida que culminaron con la tarea de estar al frente de la dirección de “Diorama de la Cultura”, el suplemento cultural del “Excélsior”. Escribí notas de libros, cosa que no había hecho nunca, se me abrió el mundo del ensayo. Tuve acceso a grandes escritores. Me acuerdo que conocí a Pablo Neruda y me pareció un ser luminoso tanto en su manera de hablar como de mirar. Alejo Carpentier era un ser excepcional. Era como un esgrimista: sabía escuchar y contestar con una claridad que daba siempre en el blanco. José Lezama Lima era un prodigioso torrente verbal, pero sobre todo Julio Cortázar me marcó. Fue muy cálido conmigo. Desde que lo conocí sentí que había algo mágico ahí (…)
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El capítulo onceavo, “Vuelta al espiritismo: ¿Delirio colectivo?” (páginas 96-104), arranca tras la confesión de “Nacho” Solares a “Pepe” Gordon sobre su distanciamiento del “mundo de la religiosidad”, en 1976.
IS.- Fue una época en la que todo cambió en mi vida radicalmente. Vino el golpe al periódico “Excélsior”. Mi vida tomó el rumbo del ateísmo. Me alejé por completo del espiritismo hasta que un golpe de azar me trajo nuevamente ese mundo que había conocido en mi infancia. En esos días yo vivía en Cuernavaca y resulta que me encontré con Gutierre Tibón, quien vivía cerca de mi casa.
JG.- Un hombre de gran inteligencia.
IS.- Un verdadero sabio. Pocos hombres sabios he conocido en mi vida. Él había colaborado en “Excélsior” y escribía sobre cosas mágicas, sobre la historia de México, sobre el México oculto (…)
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Rumbo al final del volumen, la conversación semanal de ambos cubre el capítulo décimo cuarto “Más allá de los pájaros del deseo” (páginas 120-133).
Trascurre en casa de Solares, quien “se está recuperando de un problema de salud” y “su cuerpo refleja cansancio”. Gordon abordará el simbolismo de las máscaras, al ver un cuadro colgado de Benjamín Domínguez donde retrata, con una máscara dorada, a alguien quien “toca un instrumento de cuerdas sin cuerdas --la música de lo invisible-- que despierta la curiosidad sobre el laberinto de la soledad”.
IS.- Si te esfuerzas por tener quietud, se agitan las olas y más te alejas de una sensación de océano que te da una gran plenitud (…) siempre pensamos que los sabios están en el pasado y que no existen fuera de la cultura occidental, pero tú estuviste con Maharishi y te enseñó a impartir esta técnica [Meditación Trasendental] para alcanzar la quietud sin ningún esfuerzo. Eso me impresionó mucho: cómo todo se va haciendo más sutil y cuando no te das cuenta, “¡pum!”, una sensación de bienaventuranza en donde la ola se aquieta y se vuelve océano (…)
“En el libro ‘La ola es el mar’ de Willis Jäger, yo había leído que la ola se puede identificar como parte del océano, pero el problema en general es que no te dicen cómo se llega ahí.
“Cuando Vicente Leñero --cuya fe me impresionaba-- se encontró con la idea de que en el fondo todos somos parte del mismo océano fue muy significativo. Vicente estaba leyendo a Jäger y recuerdo que me comentó: “Quién me iba a decir que al terminar mi vida iba a llegar a convicciones que tú, Nacho, me dabas desde hace treinta años: todos somos parte de un mismo mar”. Ese mar tiene una característica fundamental: en el fondo es silencioso, pero el problema es que a veces queremos el ruido de las olas para estar supuestamente tranquilos y pensamos que el silencio es lo más angustioso que hay. Me acordé de Salvador Dalí. Cuando pintaba, lo hacía junto a sus amigos, mientras platicaban sus amigos, porque no le gustaba el silencio” (…)
Artes adivinatorias
Por último, en “Hexagramas del ‘I Ching. Una visita al destino”’ de “El novelista de lo invisible” (página 150), ambos conversadores hablarán del psicoanalista Carl G. Jung y el libro sagrado hindú “Bagavad Gita”, entre otras temáticas. Siguiendo el ejercicio de Paz en “Poesía en movimiento”, deciden lanzarse a un serio y vetusto juego adivinatorio de hexagramas. Cada uno le cuestionará al oráculo chino “I Ching” una pregunta. La de Gordon: ¿Cómo se enfrenta la vulnerabilidad en la vida y de dónde sacamos fortaleza? La de Solares: ¿Cómo se enfrenta el fantasma y el demonio del alcoholismo? Con el título del capítulo 17, el volumen incluye las únicas ilustraciones del libro: los hexagramas números 61 (“La verdad interna”) y el 14 (“La posesión de lo grande”).
JG.- (…) El arte es la revelación del lado invisible de lo visible, que, por cierto --de otra manera-- también lo hace la ciencia.
IS.- Tal vez, si tenemos esas pistas de una vida más amplia que va más allá de nuestras narices, podríamos mantener la vertical en medio de tanta ignorancia para tener compasión y generosidad con todo lo que nos rodea. Pero eso tendría que partir de una percepción orgánica, no nada más de una creencia. Yo creo que a veces lo que nos derrota es el dos. Hay que volver al uno y saber que todos somos uno y estamos conectados a la misma fuente (…) a veces creo que cuando medito, Cristo está junto a mí.
“(…) Nuestro imaginario, nuestros deseos y lo que esperamos que vamos a encontrar tienen mucho que decirnos sobre lo que aparece ante nuestra vista. Es todo un misterio el entrecruzamiento de los mundos internos y externos”.
JG.- Y Nacho querido, sobre estos temas han rondado las pláticas que hemos tenido por tantos años ya sea en un Sanborns o en una noche en un restaurante al terminar alguna presentación en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, junto con Vicente Leñero.
IS.- Inolvidables. Y aunque parezca increíble, a veces hay pláticas que pueden ser de novela, con todo y sus hallazgos y revelaciones.
JG.- Es que eres novelista de tiempo completo, incluso cuando no estás escribiendo. Estás buscando las tramas invisibles de lo que vivimos.
IS.- Yo creo que, fundamentalmente, ya sin remedio, soy escritor. Lo asumo plenamente. No tiene remedio, no puedo ir más lejos. En mi obra está todo lo que pude haber dicho. Soy un reportero de los misterios que nos rodean: los busco en todos lados, en la vida cotidiana, en mis lecturas, en nuestras pláticas (…)