Teatro
El laberinto de Ariadna
Producida con el Efiartes, Evangelina Sosa Martínez a cargo de la producción general y la participación de CEX, La casa de Ariadna es una propuesta atrevida y muy disfrutable, que nos regala una experiencia y una reflexión del ser y el transitar.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuál si no es el laberinto un espacio por excelencia para perderse y no encontrarse, o buscarse en el tránsito perpetuo del transcurrir y saberse siempre en movimiento y con la incertidumbre de ser. El laberinto es símbolo, mitología, realidad, hecho artístico.
La casa de Ariadna es un espectáculo escénico y una instalación transitable de Juan Carlos Henríquez que nos hace vivir un laberinto de paredes transparentes, con rutas alternas para escapar o quedarse en el encierro.
El fantástico espacio laberíntico es habitado por tres piezas que compartían el espacio de manera independiente y que ahora existen como un todo bajo la coordinación de Lorena Abrahmsohn. Adriana Bautista Jácome y Verónica Bujeiro son las autoras.
Patricia Gutiérrez (coiluminadora), y como directoras Adriana Bautista y Erika Méndez en este arriesgado espectáculo poético. Una propuesta fuera de lo común que nos reta para adentrarnos en una realidad íntima, sonora y en movimiento.
Los textos se escuchan con voces en off de diferentes tesituras, y expresan el quehacer o pensar de los personajes. Se conjugan voz y acción en este espacio de transparencias y reflejos; con límites que conducen, obstaculizan el andar o se convierten en espejos para interactuar con el otro que soy yo.
Roberto Sosa se coloca en un cuadrado de no más de un metro, y con su asombrosa expresión corporal se convierte en un ser, en un monstruo, en un ente que lucha con su suéter para colocárselo o desembarazarse de él. El punto de partida es la noticia periodística de un hombre que impactó en el concreto al haberse enredado con su suéter. De ahí se desvaría con lo inmediato y cotidiano. La sucesión de acciones y los enredos en los que se encuentra el personaje llevan a una reflexión sobre el sentido y el sinsentido de lograr una meta o perderse antes de llegar.
Nos remite a las novelas de Beckett, donde un hombre diserta sobre el olvido de un objeto en una de las tantas bolsas de su saco. Aquí, las acciones con el suéter lo llevan a preguntarse por sus alas o sus heridas; por el tejido del derecho o el revés; por el ovillo y la hebra de Ariadna que condujo a Teseo a la victoria. Es ella la que sabe la forma de librar el laberinto, pero se enreda en su pasión y queda atrapada en solitario.
En la segunda pieza, danzada expresivamente por Laura Ruiz, Ariadna quiere encontrar salidas, caminos que la lleven a aliviar su alma; y es ella quien conduce a un espectador al interior del laberinto. El texto que la acompaña es poético y profundo; con metáforas y pensamientos sobre la memoria, confirma que la memoria es un espacio inatrapable y subjetivo. Ariadna olvida y recuerda sabiéndose abandonada por el amado, pero también con la hebra mágica que desentraña enigmas.
En la tercera pieza danzan y accionan tres intérpretes (José Ortiz, Erika Méndez y Diego Martínez), y cierran con el desconcertante encargado de seguridad que al final pareciera el minotauro encerrado en su laberinto.
El laberinto de Juan Carlos Henríquez es intervenido por un equipo creativo que le da vida y expresión. Cargado de significados, nos sumerge en un sugerente universo. El espectador observa la obra desde diferentes lugares de la caja negra del Centro de Exploración y Pensamiento Crítico de la Ibero (Av. Revolución 1291, METRO Barranca del Muerto). La experiencia y la perspectiva son subjetivas. A algunos se les dificulta la observación y en ocasiones los reflectores nos deslumbran, aunque el laberinto es, en sí, un infinito de reflejos.
Producida con el Efiartes, Evangelina Sosa Martínez a cargo de la producción general y la participación de CEX, La casa de Ariadna es una propuesta atrevida y muy disfrutable, que nos regala una experiencia y una reflexión del ser y el transitar.