Teatro
"El hoyo" y el teatro del absurdo
Escrita y dirigida por Fernando Bueno, nos regresa y nos adelanta hacia el teatro del absurdo, a ese Beckett que desde un realismo atroz hace un cuestionamiento sobre el ser humano en época de posguerra.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Una reflexión existencial sobre nuestro estar en el universo, sobre relacionarnos o no relacionarnos con el otro, la palabra como medio de incomunicación. El hoyo que miran dos personas preguntándose qué es y a dónde lleva, hasta perder el punto de referencia. Estar adentro o afuera, ¿qué implica?, ¿qué es mejor o peor?, ¿hay salida a nuestra existencia?
El hoyo, escrita y dirigida por Fernando Bueno, nos regresa y nos adelanta hacia el teatro del absurdo, a ese Beckett que desde un realismo atroz hace un cuestionamiento sobre el ser humano en época de posguerra. Hoy estamos en guerra y ya no hay un antes y un después; un adentro y un afuera; la destrucción de la humanidad permea todos los ámbitos alrededor nuestro.
Goupi y Mut, en un espacio vacío, con una araña luminosa sobre sus cabezas, se preguntan y no obtienen respuestas sino más preguntas. Con un buen ritmo en el decir, suceden los diálogos circulares y reiterativos dentro de la desesperación de la espera. La espera de quién sabe qué, pero esperan; apuestan por una esperanza que se va haciendo añicos conforme sucede la obra y nos va mostrando un paisaje desolador.
David Castaño y Jazmín Tirzo interpretan a Goupi y Mut. No hay una ridiculización de los personajes sino la encarnación de dos seres que transitan de la ingenuidad al absurdo; de la duda al enojo; de la sorpresa a la decepción. Tal vez antes de iniciar la obra, la gestualidad roza con la exageración, pero ya iniciada, los actores logran esa verosimilitud dentro del absurdo que hace que el espectador entre a la convención y se pregunte también por ese hoyo que les obsesiona e inicie un tejido de suposiciones hasta perder la referencia del adentro y el afuera.
La irrupción de un tercer personaje, interpretado por Axel Ivy Hernández –con las mismas cualidades actorales–, rompe, por un momento, la circularidad de la situación. Abre la posibilidad del afuera, ¿o el adentro? Y da testimonio de ello. Con una gorra de aviador nos remite al vuelo, al viaje, al más allá; pero es un espejismo, porque ese otro vive inmerso en su propio universo de la confusión.
El diseño escénico de Fernanda García y la texturización del vestuario de Hanniel Oyarzábal dan una atractiva perspectiva desértica. En sepias, se acercan a la imagen del abandono, el desgaste, la pérdida de camino. La araña luminosa enciende y apaga sus tentáculos para romper la orientación y ubicarnos apenas con una línea, dos, o llegar a la iluminación completa como un cielo que tiene a los personajes en sus garras.
Fernando Bueno acompaña su texto sonoro y existencialista de un movimiento escénico aparentemente fortuito, pero que fluye armónicamente en el escenario. El diseño sonoro y la música original de Carlos Matus crea la atmósfera para provocar tensiones o expectativas, descansos o intensidades.
El hoyo, que se presenta los miércoles en el Foro Lucerna, es una propuesta escénica existencialista para reflexionar sobre nuestro presente y nuestro futuro, sobre los sentidos y los sinsentidos y la importancia del otro como espejo y contraste, como referencia y confirmación de nuestra soledad.